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la, y ved justificada su causa en todas sus líneas... Calificad por ella, si será ó no útil el restablecimiento de una compañía que tantos frutos de honor y bendicion dió á esta tierra.... Ah! si en medio de vuestra saña y enojo, conservais todavía un resto de virtud, conoced vuestros estravíos y desmanes, y confesad sin rubor que os habeis engañado... Tal es el motivo porque hoy se presenta esta obra que iba á ser pasto de la polilla, y á sepultarse en el olvido. Bendigamos al cielo por esta contradiccion: la luz no huye de las tinieblas, ni la verdad teme á la impostura.

C. Mr. B.

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PROLOGO DEL AUTOR.

A historia de la Compañía de Jesus en Nueva-España, que en fuerza de órden superior emprendemos escribir, comprende justamente el espacio de doscientos años desde la venida de los primeros padres á la Florida, hasta el dia de hoy, en que con tanta gloria trabaja en toda la estension de la América Septentrional. No ignoramos que entre los muchos que han emprendido esta historia, y de cuyas plumas se conservan no pequeños retazos en los archivos de la provincia, pocos son los que han seguido esta cronología, partiendo los mas como de primera época de la venida del padre Pedro Sanchez, año de 1572. Es preciso confesar, que este cómputo, aunque defrauda á nuestra provincia de no pocas coronas, parece sin embargo mas incontestable, y mas sencillo. Ni los primeros, ni los segundos misioneros de la Florida, fueron enviados en cualidad de fundadores de NuevaEspaña, ni este fué por entonces el designio de Pablo II ni el de D. Pedro Melendez, á cuyas instancias pasaron á esta parte de la América los primeros jesuitas. Y aun en la segunda es constante que S. Francisco de Borja intentó fundar en la Florida viceprovincia sujeta á la provincia del Perú, cuyo provincial, padre Gerónimo Portillo, fué el que desde Sevilla envió á los padres Juan Bautista de Segura, y sus felices compañeros.

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Estas razones nos hicieron vacilar algun tanto, y nos pareció en efecto deber al gusto delicado de los críticos de nuestro siglo la atencion de esponerles sencillamente los motivos que nos obligan á seguir el contrario rumbo. Ello es cierto, que toda la Compañía ha mirado siempre à aquellos fervorosos misioneros como miembros de esta provincia: que aun la del Perú, de cuyo seno salieron, digámoslo así, para regar con su sangre estas regiones, jamas nos ha disputado esta gloria: que la Florida y la Habana, en que tuvieron sus primeras residencias, se incorporaron despues por órden del mismo Borja á la provincia de México, y se habrian incorporado desde el principio, si hubiera habido en la América Septentrional alguna otra provincia en aquel tiempo. Parece, pues, que por el comun consentimiento, prescripcion, superior disposicion, y aun por la situacion misma de los lugares, estamos en derecho de creer que nos pertenecen aquellos gloriosos principios, y de seguir la opinion del padre Francisco de Florencia.

Este docto y religioso padre, es el único que nos ha precedido en este trabajo, emprendiendo la historia general de la provincia. El dió á luz solo el primer tomo partido en ocho libros, que comprenden por todo, los diez primeros años desde la primera mision á la Florida, hasta la fundacion del colegio máximo por D. Alonso de Villaseca, á que añadió algunas vidas de algunos varones distinguidos. Destinados á escribir la historia de esta provincia, no hubiéramos pensado en volver á tratar los mismos asuntos, si los superiores, en atencion á la cortedad de aquel primer ensayo y á la distancia de los tiempos, no hubieran juzgado deberse comenzar de nuevo.

Fuera de esto, se conservan en los archivos de provincia otros dos tomos manuscritos, su autor el padre Andres Perez de Rivas, el mismo que escribió la historia de Sinaloa, que por mas feliz, ó por mas corta, tuvo la fortuna de ver la luz. Esta obra com. prende poco mas de 80 años, desde la venida del padre Pedro Sanchez, y fuera de las fundaciones de los mas colegios, contiene un gran número de vidas de varones ilustres. Hállase tambien otro volúmen en folio que comprende cuasi el mismo tiempo con

las fundaciones de varios colegios, escrito, aunque con poco órden histórico; pero con bastante piedad, sinceridad y juicio. Estos, y otros muchos retazos así de historia general, como de varios particulares sucesos, y mas que todo, una larga série de cartas annuas, que con muy poca interrupcion, componen el espacio de 120 años, serán los garantes de cuanto hubiéremos de decir acerca de los primeros tiempos, y en los últimos la memoria reciente de los que aun viven, y alcanzaron testigos oculares de los hechos mismos, nos aliviarán la pena de demostrarles nuestra felicidad. Bien que ni aun para esto nos faltan bastantes relaciones y otros manuscritos, que como los pasados, tendremos cuidado de citar al márgen, cuando nos parezca pedirlo la materia.

Por lo que mira á las misiones, la parte mas bella y mas importante de nuestro asunto, tenemos la del padre Andres de Rivas, que contiene todo lo sucedido hasta su tiempo en las diferentes provincias de Sinalóa, Topia, Tepehuanes, Taraumara y Laguna de Parras; la de Sonora, por el padre Francisco Eusebio Kino; la de California, por el padre Miguel Venegas; la del Nayarit, y muchas otras relaciones, cartas é informes de los misioneros, de que nos valdremos, segun la oportunidad.

Estos autores han partido sus obras en varios libros, y los libros en capítulos. Con este método, aun queda mas digerida la materia, y sirve no poco para tomar aliento al lector fatigado: no es sin embargo el mas acomodado para seguir en una larga historia el hilo de los años. Por esto no hallamos que lo haya seguido ninguno de los historiadores griegos ó latinos, que son los ejemplares mas perfectos que tenemos en este género. Los modernos mas célebres entre los italianos, franceses y españoles, escriben por libros enteros, á los cuales hemos procurado imitar en esta parte, conformándonos con todos los historiadores generales de la Compañía, que así lo han practicado, y aun los de algunas particulares provincias. Añádese, que habiendo de traducir despues, como se nos manda, esta misma historia al idioma latino, nos seria sumamente incómoda la division de los capítulos, y la poco mayor comodidad que ofrecen estos á los lectores en la digestion y particion de las materias, se suple sobradamente

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