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SECCION DOCTRINAL.

INFLUENCIA DE LA ILUSTRACION

EN LA MORALIDAD DE LOS PUEBLOS (1).

Señores: Al principiar el nuevo curso, para que acuda solicita la juventud estudiosa, la primera reflexion que ocurre al pensamiento es si será cierto, como algunos pretenden, que la ilustracion dañe à la moralidad de los pueblos; porque si así fuese, en vez de abrir de par en par las puertas de los establecimientos dedicados à la pública enseñanza debiera colocarse su ángel con espada de fuego como á la entrada del Paraiso.

Ante todas cosas convendria dirigir esta pregunta á los sustentadores de tan extraña doctrina: enriquecer el entendimiento con gran caudal de ideas ¿qué influjo pernicioso puede ejercer en la voluntad? Si las nociones que se adquieren son falsas, si trastornan los eternos principios del bien, y del mal, causarán impresion no menos profunda que funesta en el ánimo de la juventud, pero, en ese caso, no seria la gran copia de conocimientos, sino su mala calidad la que causase tales estragos. Una gota de licor corrompido basta para inficionar el vaso mas precioso.

Aun cuando se corra con solícito anhelo la escala de las ciencias, no será fácil señalar la que por su propia índole y naturaleza ofrezca riesgos á la moralidad. No ciertamente la dialéctica, que dicta las reglas para encaminarse á la averiguacion de la verdad. colocando las ideas en un órden natural y sencillo.

Ni tampoco la metafísica; ya estudie las facultades del alma, y deduzca de ellas su espiritualidad, ya se eleve hasta el conocimien

(1) Discurso pronunciado por el Excmo. Sr. D. Francisco Martinez de la Rosa, presidente del Ateneo Científico y Literario de esta corte, en la apertura de las cátedras en esta corporacion of lunes 16 de noviembre de 1857. 29

TOMO XI.

to del Supremo Hacedor y de sus soberanos atributos. ¿ Ni qué mejor estímulo para la observancia de los preceptos de la moral que el conocimiento de un Dios, omnipotente y justiciero, que recompensa y castiga en la otra vida segun las acciones del hombre?

El estudio de las ciencias naturales no pueden menos de engrandecer la idea que concebimos de Dios. La multitud y variedad de séres que pueblan la tierra y el aire y las profundidades del mar, el órden admirable que reina en la naturaleza, el concierto con que se mueven en el espacio millones de astros, siguiendo la senda que les señaló la diestra de Dios..... ¡Yo nunca he llegado á concebir como haya podido existir un astrónomo ateo!

Pasando del mundo físico al moral, tambien se descubre la mano de la Frovidencia al través de los siglos en la no interrumpida cadena de los acontecimientos humanos. El gran Bossuet la vió manifiestamente, remontándose en alas de su génio á la mayor altura, como el viajero que sube hasta la cumbre de los Alpes y vé á sus piés las tormentas que conturban la tierra.

Aun sin poseer la vasta capacidad de aquel varon insigne, no -e pueden contemplar con detenimiento los anales del mundo y ver desarrollarse ante nosotros ese inmenso panorama sin advertir el encadenamiento de causas y de efectos, los eternos principios de la moral sancionados por el trascurso de los siglos, y castigados con severa expiacion mas o menos cercana, las faltas de los Príncipes y los extravíos de los pueblos.

Como no sea fácil indicar el ramo de conocimientos humanos que contribuya á la corrupcion de la moral, se ha solido apelar á vagas declamaciones, pretendiendo que la ilustracion ofrece no pocos peligros al sentimiento religioso, tan útil, tan necesario à la quietud y felicidad de los pueblos.

Mas, por lo que á mí toca, estoy intimamente convencido de que pocas ofensas tan graves pueden hacerse á la divina Religion que profesamos, como suponer que busca y ama las tinieblas. Cierto que al levantarse la Cruz en la cima del Gólgota, hasta el Sol se oscureció de espanto; pero allí mismo se encendió la luz que habia de alumbrar al universo.

A los primeros cristianos les bastaba el sencillo símbolo de la fé para orar en el fondo de las catacumbas y bendecir á Dios al morir en el circo; mas apenas fué estendiéndose la nueva religion, destinada á destronar á los ídolos y cambiar la faz del mundo, ya

aparecen varones eminentes por su saber profundo, no menos que por sus virtudes, sustentando la lucha como vigorosos atletas.

Desde los primeros siglos se descubre al Gran Tertuliano y á los Padres de la Iglesia de Oriente, recogiendo los tesoros de la escuela de Alejandría, y rivales de los filósofos mas afamados de la Grecia. ¿Quién, en aquellos remotos tiempos, disputará la palma en unas y otras dotes à un San Juan Crisóstomo, á un San Agustin, á un San Gregorio Nacianceno?

Cuando, de resultas de la irrupcion de los bárbaros, quedó la Europa envuelta en profundísima tiniebla, las ciencias y las letras, huyendo del fragor de las armas, se acogieron al asilo de los monasterios, y allí se conservaron las preciosas reliquias del humano saber hasta la feliz época del renacimiento. Aun antes de ese tiempo se vé brillar, como un faro luminoso en noche oscura á Santo Tomas, dedicado al cultivo de la política y la filosofia, siguiendo las huellas de Aristóteles y precediendo en la carrera de los adelantamientos humanos á Bacon y á Descartes.

¿Y qué diremos de los sapientísimos varones que añadieron nuevo lustre à la Iglesia de España en el siglo decimosesto? ¿Un Luis Vives, un Melchor Cano, un Hernando de Talavera y el gran Jimenez de Cisneros, que con la misma diestra que maneja las riendas del Estado, empuña la espada en las costas de Africa, y echa los cimientos de una Universidad famosa? Suprimid los nombres de tantos varones insignes, cuya sabiduria era igual à la santidad de sus costumbres; medid sus nobles y majestuosas figuras por vuestro mezquino compás, ¡ detractores de las ciencias y de las letras, y borrais las páginas mas gloriosas de la historia de España!

Lo singular es que ellos mismos incurren, sin saberlo, en un sinnúmero de contradicciones.

¿Quién os ha dicho (pudiera preguntárseles), que la religion. que profesamos es la única verdadera? ¿Quién, que los libros sagrados son auténticos, los milagros ciertos, la tradicion, no interrumpida por diez y nueve siglos, testimonio de verdad y augurio de esperanza.....? ¿Quién os ayuda à contrarestar los errores de los heresiarcas, los estravíos de la impiedad, los falsos sistemas que minan hasta el fondo mismo de las sociedades humanas? La razon, mil veces la razon..... ¡Hijos desnaturalizados, ingratos, os valeis de las armas de la razon, y despues las arrojais al fuego!

No la desheredeis (siquiera en gracia de su divino orígen) del

rico patrimonio que Dios mismo le ha concedido, y contentaos con indicarle sus verdaderos límites, que nunca traspasa impunemente. Decidle cuán sujeta está á errores, si desdeña el auxilio del cielo; decidle que no basta ella sola para purificar el santuario de la conciencia y para afianzar los eternos principios en que descansa la paz de las naciones.

Nunca tal vez, desde que existe el mundo, ha hecho la razon tan jactancioso alarde como cuando osó, á fines del siglo pasado, arrojar á Dios de su templo y colocarse sobre el ara; pero aquel ara cayó anegada en sangre, y no encontró mas sacrificadores que el verdugo.

Así es como la Divina Providencia ofrece al hombre, con sus propios escesos, útil enseñanza, saludable escarmiento. Mas seria absurdo imaginar que, para preservar á los pueblos de tan funestos estravios, sea útil y conveniente sepultarlos en la ignorancia. Al contrario, puede sin temor afirmarse que, en la edad presente, la nacion que se quedase rezagada, en medio del rápido movimiento que impele mas o menos á todas, lejos de ostentar el vigor y lozanía de los tiempos primitivos, aparecería á la faz del mundo como una momia desenterrada.

Mas la instruccion que se dé al pueblo debe ser sólida y sencilla, acomodada á su capacidad, de palpables ventajas en todas las condiciones de la vida. Las máximas que se inculcan desde la edad nas tierna, tarde ó nunca se borran, y mas si se graban en el ánimo á la par que penetra en el corazon el sentimiento religioso.

Una buena educacion fundada en estos principios y que se estienda hasta las ínfimas clases, me parece el mejor preparativo para libertar á los pueblos de la enfermedad moral que aqueja á la generacion presente, y que amenaza con mayores riesgos si no se acude à su remedio.

Si, en vez de seguir esta senda, se confia la salvacion de las naciones á la ciega ignorancia, muy de temer es que el despertar sea no menos terrible que sangriento.

Si carece el pueblo de las indispensables nociones del bien y del mal; si, á la par que siente el estímulo de las necesidades de la vida, á duras penas satisfechas, se escitan sus violentas pasiones y se les representa bajo un aspecto odioso á las clases acomodadas ¿qué dique será bastante poderoso para contener el torrente el dia que se desate?

Ya que no en escala tan vasta, pero cimentada en los mismos principios, debe ser la educacion que se dé á las clases medias, lo cual no solo les proporcionará ventajas materiales, sino que contribuirá poderosamente á moralizarlas. Por desgracia no se habia atendido en España, cual se debiera, á un objeto de tanta trascendencia. Notábase un inmenso vacío entre la educacion de la infancia y la enseñanza de ciertas profesiones, que parecian privilegiadas, ya que no esclusivas. De donde resultaron dos efectos, á la par lamentables: que aquellos estudios se resintieran de la falta de preparacion, y que escaseas en los medios de adquirir los conocimientos que son tan provechosos á todas las clases de la sociedad.

Ya se ha procurado ocurrir á tan sensible falta; y cuando son tan frecuentes las relaciones entre unos y otros pueblos, que no parece sino que aspiran á formar uno solo, España no pudiera sin desdoro presentarse en un estado de visible atraso en la asamblea de las naciones cultas.

Cuantos contribuyan á impedirlo, difundiendo la instruccion, á la par sólida y escogida, prestan un servicio señalado á su patria, cuando no sea á otras naciones.

Yo recuerdo haber seguido un curso de física en el Ateneo de Paris (cuyo nombre suena bien en este recinto) y el profesor Mr. Ponillet, muy jóven todavía, esplicaba la teoría de la electricidad y del magnetismo. Procedíase á la sazon por meras conjeturas; apenas se tentaban algunos tímidos ensayos, y no solo los discípulos, sino el profesor mismo, estaban muy lejos de imaginar que al cabo de pocos años se hallaria el medio de poner en instantánea comunicacion á las partes mas remotas del globo.

Habiendo dedicado á la enseñanza los mejores años de mi vida, miro con especial cariño tan útil profesion, no menos que à los que dignamente la ejercen. Así, no es maravilla que sepa dar el justo valor á los laudables esfuerzos de los que, sin mas recompensa que su propia satisfaccion, contribuyen con sus sábias lecciones á mantener el crédito y renombre de este establecimiento.

Y vosotros, jóvenes aplicados, que acudís con anhelo de instruiros, no desistais de vuestro noble propósito, por las dificultades y obstáculos que tal vez encontreis en la emprendida senda. Sin vigoroso esfuerzo no se llega á tocar la suspirada meta, y seria de escaso valer el lauro, si no mediase lucha.

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