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DE LAS

ANTIGUAS COLONIAS HISPANO-AMERICANAS

DESDE SU DESCUCRIMIENTO

HASTA EL AÑO MIL OCHOCIENTOS OCHO

POR

D. MIGUEL LOBO

CONTRA-ALMIRANTE DE LA ARMADA ESPAÑOLA.

TOMO SEGUNDO

MADRID

IMPRENTA Y LIBRERÍA DE MIGUEL GUIJARRO, EDITOR

calle de Preciados, número 5

-

1875

ES PROPIEDAD DE MIGUEL GUIJARRO.

DE LAS

ANTIGUAS COLONIAS HISPANO-AMERICANAS.

CAPITULO III.

SIGUEN LOS ACONTECIMIENTOS DEL VIREINATO DE BUENOS AIRES.

1806-1807.

Segunda invasion inglesa.-Ocupacion de Maldonado por los invasores.-Sale una columna de Montevideo, contra ellos, y es rechazada, con muerte de su Comandante el Teniente de fragata D. Agustin Abreu.- Llega al rio el convoy que á las órdenes del Contra-almirante Sterling conducia cinco mil hombres mandados por el Brigadier General Auchmuty.—A los breves dias de su llegada desembarca este General su ejército á pocas millas de Montevideo.-Manejo tan torpe como culpable de Sobremonte, en ocasion del desembarco.—Trata de atacar á los invasores y es rechazado; emprehendiendo sus milicias la fuga, con él á la cabeza.—Salida de la guarnicion de Montevideo, al mando de Lecoq, contra los invasores: su derrota completa, y fuga vergonzosa de Sobremonte con las milicias.-Auchmuty cerca completamente la plaza.-Expedicion de Arce en auxilio de Montevideo, en cuyo recinto logra entrar.-Expedicion de Liniers, con el propio objeto.-Encuéntrase embarazado el Reconquistador en su camino, por los manejos de Sobremonte.-Sabe la toma de la plaza y regresa á Buenos Aires con la expedicion.—Asalto de Montevideo, que pone la plaza en posesion de los ingleses; debido esto en gran parte á descuido de la guarnicion.-Llegada á Montevideo del Teniente General Whitelocke, nombrado Comandante en jefe de las fuerzas británicas destinadas á guerrear en las comarcas del Plata.-Justa y unánime irritacion contra Sobremonte.-Es depuesto y preso, por acuerdo de la Audiencia y demas Autoridades de Buenos-Aires.

Al principiar con los acontecimientos belicosos de la invasion. inglesa, dijimos, que el Gobierno de la Gran Bretaña era extraño á ella. Debida á las codiciosas miras del Comodoro que transportó desde Bahía de Tablas las tropas que la realizaron, y á la elocuencia persuasiva del mismo jefe para con el General que había verificado la conquista de la Colonia holandesa del Cabo de Buena Esperanza, la primera noticia de ello, llegada al Gabinete de Saint James, fué tam

TOMO II.

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bien la de ondear el pabellon británico en la Fortaleza de Buenos Aires Ꭹ la del arribo al Támesis, en la Narcissus, de los millones mal habidos por los invasores.

Los hombres que dirigían entónces los negocios públicos de Inglaterra comprendieron desde luego la transcendencia del audaz suceso, sobre todo en circunstancias en que sus intereses primordiales y del momento, en Europa, reclamaban todo el vigor de la nacion. Si de ellos hubiese sólo pendido la ulterior conducta que debería observarse, de seguro que se hubieran apresurado á tratar de sacar toda la riqueza posible del punto conquistado, para abandonarlo en seguida, ó cuando más, restituirlo llegada que fuese la paz con España (a). Pero desde el momento en que esparcióse la noticia, pronuncióse unánime la opinion pública por la agregacion de las comarcas del Rio de la Plata á los dominios británicos.

por

Y no era de extrañar semejante unanimidad en las circunstancias por que atravesaba el comercio inglés á causa del bloqueo continental y de la idea, general tambien, respecto á lo fácil de la conquista de una porcion de las Colonias españolas: idea, por otra parte, que parecía confirmada lo inaudito de la de Buenos Aires; pero que, sin embargo, desmentían los resultados de los anteriores intentos de Inglaterra contra el Continente hispano-americano. Idea, por fin, de que participaban no pocos de los hombres públicos de la misma Inglaterra, fundados en la muy errónea creencia, de que los hijos de las Colonias hispano-americanas deseaban salir del dominio español y entrar en el de una nacion que se consideraba como clásica de la verdadera libertad; siendo así, que lo que deseaba la juventud de aquellos países, no era un cambio de dominio, y sí una independencia absoluta; y que sus simpatías hacia esa nacion y los Estados Unidos dimanaban, como dijimos en otro lugar, de considerar á en

(a) A tal punto debió llegar en los Ministros británicos la conviccion de que lo verdaderamente útil, á lo ménos por entonces, á su país, era lo que indicamos, que á pesar de arrastrado por la opinion pública á la ocupacion de las márgenes del Plata, y áun despues de saber la Reconquista de Buenos Aires, prohibió terminantemente á Whitelocke, en sus instrucciones, no sólo que alimentase entre los hijos del país esperanza ó expectativa alguna de ayuda en sus miras de independencia, sino lo que es más todavía, que les diese seguridades de proteccion en caso de paz, así como tampoco de que el país que pudieran ocupar en la América del Sur las fuerzas de su mando, no sería devuelto á España, por medio de un tratado, al concluir la guerra (« or that the country we might >>occupy in South America should not be restored to Spain by any treaty at the end of >>the war»). (Véase la defensa del General Whitelocke ante el consejo de guerra que juzgó su conducta, en Trial of Lieutenant General John Whitelocke, etc., ya citado.)

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