Diccionario de la conjugación castellana

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Imprenta sudaméricana, 1897 - 345 páginas
 

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Página 56 - Iseo, como los de Ginebra y Lanzarote, habiendo personas que casi se acuerdan de haber visto a la dueña Quintañona, que fue la mejor escanciadora de vino que tuvo la Gran Bretaña. Y es esto tan ansí, que me acuerdo yo que me decía una mi agüela de partes de mi padre, cuando veía alguna dueña con tocas reverendas: «Aquella, nieto, se parece a la dueña Quintañona».
Página 26 - Acontece tener un padre un hijo feo y sin gracia alguna, y el amor que le tiene le pone una venda en los ojos para que no vea sus faltas, antes las juzga por discreciones y lindezas y las cuenta a sus amigos por agudezas y donaires.
Página 307 - Bajel pirata que llaman Por su bravura el Temido, En todo mar conocido Del uno al otro confín. La luna en el mar riela, En la lona gime el viento, Y alza en blando movimiento Olas de plata y azul...
Página 40 - Ojos claros, serenos, si de un dulce mirar sois alabados, ¿por qué, si me miráis, miráis airados? Si cuanto más piadosos más bellos parecéis a aquel que os mira, no me miréis con ira porque no parezcáis menos hermosos. ¡Ay, tormentos rabiosos! Ojos claros, serenos, ya que así me miráis, miradme al menos.
Página 188 - Y lo primero que hizo fue limpiar unas armas que habían sido de sus bisabuelos, que, tomadas de orín y llenas de moho, luengos siglos había que estaban puestas y olvidadas en un rincón.
Página 72 - Y todos cuantos vagan, De ti me van mil gracias refiriendo, Y todos más me llagan, Y déjame muriendo Un no sé qué que quedan balbuciendo.
Página 274 - Si acaso doblares la vara de la justicia, no sea con el peso de la dádiva, sino con el de la misericordia. Cuando te sucediere juzgar algún pleito de algún tu enemigo, aparta las mientes de tu injuria y ponías en la verdad del caso.
Página 296 - La codicia en las manos de la suerte se arroja al mar, la ira a las espadas, y la ambición se ríe de la muerte.
Página 230 - Licio daña, iba alegre y bulliciosa por la ribera arenosa que el mar con sus ondas baña; entre la arena cogiendo conchas y piedras pintadas, muchos cantares diciendo con el son del ronco estruendo de las ondas alteradas. Junto al agua se ponía y las ondas aguardaba, y en verlas llegar huía; pero a veces no podía y el blanco pie se mojaba.
Página 320 - Y ansí, cuando yo le haga y te le dé, no tienes más que hacer sino que, cuando vieres que en alguna batalla me han partido por medio del cuerpo (como muchas veces suele acontecer), bonitamente la parte del cuerpo que hubiere...

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