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derosa diversión por su izquierda mientras el cuerpo principal cortaba la línea de operaciones de los realistas, interceptando sus comunicaciones. En ejecución de este plan, el ejército del sud, mandado por Alvarado, debía desembarcar en puertos intermedios, reforzarse allí con una división chilena, que le llevaría los caballos necesarios, y penetrar al interior del país como una cuña. Su objetivo inmediato, era Arequipa y el Cuzco, y su objetivo ulterior el Alto Perú, contando con la cooperación del guerrillero Lanza, y una diversión que se verificaría al mismo tiempo desde el territorio argentino por la frontera de Salta (9). El ejército del centro, al mando de Arenales, debía marchar sobre Jauja, con poder suficiente para neutralizar las fuerzas que ocupasen el valle, ó destruirlas si eran más débiles. En el caso de que el enemigo se replegase para operar su reconcentración más á retaguardia, ocupar sólidamente la sierra del sud y del centro, promover la insurrección en toda la región andina y remontar el ejército invasor, obrando en combinación y simultáneamente ambos ejércitos.

Tal era el plan de campaña trazado por San Martín al retirarse del Perú, y que el gobierno que le sucediera se decidió á poner en ejecución (10). La combinación era relativamente

(9) El comisionado de San Martín para preparar la expedición argentina, que lo era don Antonio Gutiérrez de La Fuente (véase cap. XXV, § VI), en oficio de 28 de noviembre de 1822, escribía al general Alvarado desde Valparaíso, por encargo del mismo San Martín : « Logré reunir >> en una entrevista á los Sres. Bustos (gobernador de Córdoba) y Urdi» ninea (gobernador de San Juan), de la cual resultó, según consta por » acta que firmaron, que concurriendo algunos pueblos de las Provin»cias Unidas, debía marchar precisamente el Sr. Urdininea con 300 >> hombres hacia el Perú para fines de diciembre ». M. S. (Arch. San Martín, vol. LVII.)

(10) Comprometido mi honor á llevar adelante el plan de operacio>> nes preparado por el general San Martín, esperé á que se formase un gobierno, como se practicó por el congreso... el que dió su aproba»ción al plan establecido por el Protector, y tuvieron lugar conferen

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buena, pero contingente; aun en el caso de buen éxito no hería el poder enemigo en el corazón. Si bien cada uno de los dos cuerpos de ejército, podía prometerse ventajas parciales, el éxito de la campaña dependía de la simultaneidad de sus movimientos á fin de impedir la reconcentración del enemigo en un punto de ataque, y aun obrando en combinación en el punto de convergencia, la cuestión tenía que decidirse por una batalla ulterior en otras condiciones.

El grueso del ejército realista, al mando de Canterac, estaba establecido en la sierra del centro, desde Jauja á Huancayo. Arequipa estaba débilmente guarnecida por el general Santos La Hera, en reemplazo del general Ramírez Orozco, que se había retirado á España, dando por perdida la América. El virrey La Serna tenía su cuartel general en el Cuzco, con una reserva lejana en Puno. El ejército de Olañeta se hallaba en Potosí, y la división de Valdés, estaba á la sazón ocupada en pacificar el norte del Alto Perú, conmovido por el guerrillero Lanza. Por consecuencia, el ataque simultáneo por el sud y el centro, obligaba al ejército realista en la sierra del centro á cubrir su izquierda y proteger su retaguardia, y en caso de no hacerlo así, perder sus comunicaciones y quedar aislado en el valle de Jauja, contra dos ejércitos uno sobre su frente y otro sobre su único flanco de retirada.

»cias repetidas con el general Arenales y conmigo ». « Mem. hist. biog. » del general Alvarado (Arch. San Martin, vol. LXXII) M. S. El general Alvarado, en su citada « Mem. hist. biog. », da otra versión y variante del plan de San Martín : « El Protector reunía un convoy de >> buques de transporte en el puerto del Callao, dotados de abundantes » víveres, municiones y demás útiles de guerra, como para operar largo » tiempo á larga distancia de la capital. Conocidos por el público estos >> aprestos, me hizo saber el general su proyecto de operar al sud para » llamar allí la fuerza del general Canterac, situado en la sierra (de » Jauja y Huancayo), y poder ocupar con menos resistencia esas provin»cias, por otra fuerza, debiendo yo mandar la expedición del sud y el general Arenales la de la sierra ». M. S.

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El núcleo sólido del ejército del sud, que debía operar por puertos intermedios, lo componían los cuerpos veteranos vencedores de Chacabuco y Maipu : — El regimiento Río de la Plata (11), el batallón núm. 11 y los Granaderos á caballo de los Andes; los batallones núm. 2.o, 4.o y 5.o de Chile, y el batallón núm. 1.o de la Legión Peruana, en todo 4,490 hombres (12), de los cuales 1,900 soldados argentinos, 1,200 chilenos, y el resto peruanos, con una dotación de 10 piezas de montaña (13). Embarcada la expedición en el Callao, en los transportes que había dejado preparados San Martín, demoróse su salida (fines de setiembre de 1822). El general dirigió con este motivo una especie de intimación al gobierno: «< El ejército de los Andes y el de Chile, están resueltos á expe>>dicionar. Convencidos de lo ventajoso y necesario de esta

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(11) El « Regimiento Río de la Plata », se componía de los batallones núm. 1, 7 y 8 de los Andes refundidos en dos batallones al mando del coronel Correa (argentino).

(12) De éstos quedaron en tierra 536 hombres por enfermos, al tiempo de embarcarse la expedición, según estado cit. por Paz Soldán. (Cat. M. S. núm. 441.)

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(13) Tomamos este dato por lo que respecta á la proporción de los soldados argentinos, de un estado de fuerza de 30 de junio de 1822, cuyo detalle es el siguiente: Artilleros, 84; Regimiento Río de la Plata, 928; batallón núm. 11, plazas 382, y Regimiento Granaderos á caballo de los Andes, 467, más 50 oficiales, que suman 1,911 argentinos. M. S. (Arch. San Martín, vol. LI). Según Miller, « Memorias », t. II, pág. 5, la proporción de la fuerza argentina al tiempo de la expedición era algo mayor, á saber: Río de la Plata, 1,100, núm. once, 350, y Granaderos á caballo, 509, ó sea un total de 1,959 hombres, sin contar la artillería y un escuadrón de Granaderos que se incorporó después. Según el mismo Miller, el total de la fuerza chilena ascendía á 1,200 hombres, y la peruana (que iba bajo sus inmediatas órdenes), á 700. Paz Soldán, en su « Hist. del Perú Indep. » (2.o período), pág. 21, se limita á decir, que la « expedición constaba de 3,953 hombres de todas armas » embarcados, descontando 536 enfermos, pero sin detallar cuerpos ni nacionalidades, que sin embargo designa luego en el curso de su narración. — Algunos escritores americanos aseveran que la dotación del ejército independiente era de 20 piezas de artillería; pero los españoles que se apoderaron de ellas, sólo hablan de 10 piezas.

» marcha, desde el jefe hasta el último soldado no aspiran »sino á marchar y buscar al enemigo por el sud. Yo asegu»ro, que si se le trastorna su salida, si se varía de plan, un descontento general va á tomar el lugar del entusiasmo ; » la desmoralización será el primer resultado, y un desorden >> total será el término. El ejército expedicionario se pierde » si no se le deja marchar. Lo aseguro una y otra vez, y su pérdida va á ser el último golpe. Antes que suceda esta » catástrofe, y si es que se resuelve no mandar ó demorar siquiera la expedición, hago renuncia de mi cargo de ge»neral en jefe del ejército expedicionario » (14).

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El general Alvarado, antes de embarcarse, llamó al jefe de la división colombiana, Juan Paz del Castillo, el mis

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mo, que como se ha dicho, había servido en el ejército de los Andes, y le manifestó, que reunidos en las fuerzas bajo sus órdenes los pabellones del Perú, Chile y la República Argentina, le sería grato llevar por lo menos un cuerpo que uniese á ellas la bandera de Colombia. Paz del Castillo contestó que no estaba autorizado para ello. Alvarado le exhibió entonces una carta del Libertador, en que le recomendaba la división y la ponía en cierto modo bajo sus órdenes. El jefe colombiano se negó absolutamente á cooperar á la empresa de puertos intermedios.

Bajo estos desfavorables auspicios zarpó la expedición del puerto del Callao en la primera quincena de octubre (1.° á 15 de octubre de 1822). Retrasada en su viaje por las calmas de la estación y algunos accidentes de los transportes, tardó cincuenta y siete días en avistar los puertos intermedios del sud. Aun era tiempo obrando con actividad; pero por otras

(14) Ofi. del general Alvarado al gobierno del Perú, de setiembre de 1822, M. S. (Papeles del general Alvarado en el archivo del Dr. A. J. Carranza.)

causas, la campaña se abrió tardíamente, bajo auspicios más desfavorables, sin plan fijo y sin resolución. Todo auguraba una catástrofe.

III

El general Alvarado se dirigió con el primer convoy de la expedición al puerto de Iquique, al sud de Arica, que comunica con los valles de Tarapacá, Azapa y Lluta, y también con Tacna y el Alto Perú. Allí echó á tierra el batallón núm. 2 de Chile que se hallaba muy bajo (160 plazas) con el objeto de que se remontase y promoviese la insurrección en los valles, á la vez de reunir elementos de movilidad de que carecía (7 de diciembre). Parece también que su objeto era abrir comunicaciones con la división de Lanza, y en efecto se dirigió oficialmente por esta vía, haciéndole saber su presencia sobre las costas, pero sin darle instrucción alguna respecto de ulteriores operaciones combinadas (15).

El 3 de diciembre hallábase reunido todo el convoy de la expedición en el puerto de Arica. Desde este momento todos los movimientos del general en jefe independiente, empiezan á resentirse de vacilación y lentitud. Parece que la responsabilidad le pesaba y que no encontraba dentro de sí mismo inspiraciones para dar impulso á la empresa que le estaba encomendada, en que la actividad y la resolución era la prime

(15) Ofi. de Alvarado al coronel Lanza, de 9 de diciembre de 1822. M. S. (Papeles de Alvarado en Arch. del Dr. J. A. Carranza). — Paz Soldán, en su « Hist. del Perú Indep. », dice que Alvarado llegó á Iquique el 11 de diciembre, en lo que está equivocado. El mismo Alvarado, en carta á San Martín de 18 de diciembre de 1822, en Arica, dice: « El 7 del actual me retiré de Iquique ». M. S. (Arch. San Martín, vol. LVII.)

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