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ra condición de éxito. « Emprenderé bien pronto la marcha. » que me indica el honor y la necesidad, decía con desmayo. » El general San Martín cargó sobre mis hombros un peso que » solo él podía soportar. La empresa me parece demasiado >> penosa, y conozco debo llamar á mi favor toda la firmeza po>>sible para arrostrar tamañas dificultades. Con todo, no des>> fallece mi espíritu, y tengo una esperanza del triunfo » » (16). Su primera idea fué desembarcar en Arica; pero después pensó en dirigirse más al norte, en la suposición que un ataque de flanco sería más ventajoso que uno de frente (17). El itinerario de la expedición estaba, sin embargo, trazado histórica y geográficamente. Conocemos ya la comarca que iba á ser el teatro de la guerra, donde Miller en la primera campaña á puertos intermedios, había ejecutado con tan pequeñas fuerzas operaciones tan notables, eficazmente auxiliado por los recursos del país y la decisión de sus habitantes por la causa de la independencia (véase cap. XXXI, § III y IV). Con un ejército muy superior al que el enemigo podía presentarle, Alvarado permaneció durante tres semanas en inacción en Arica, sin decidirse á tomar un partido. Llamó á Miller para aconsejarse, quien le manifestó francamente, que «<estan

(16) Carta de Alvarado á San Martín de 17 de diciembre de 1822. M. S. (Arch. San Martín, vol. LVII.)

(17) « El enemigo ha estorbado menos de lo que pensé, en mis corre» rías. Con ellas me he hecho de algunos elementos que favorecen mi >> próximo movimiento, que pienso sea reembarcando mi infanteria has» ta la Calera de la Quiaca, cuyo movimiento seguirá por tierra la caba» llería, con el doble objeto de incorporárseme en Sama entre una y » otra de las posiciones enemigas (Tacna y Moquegua), pues el ataque » que pudiera yo emprender de frente sería eludido con facilidad, y per» dería sin duda muchos hombres, si el enemigo dueño de las posicio»nes que le presta el terreno, se defendiese, y por la travesia de 14 le» guas que nos divide (de Arica á Tacna) que con mil dificultades po» drían superarse por nuestros soldados ». (Carta de Alvarado á San Martín de 18 de diciembre de 1822, en Arica. (Arch. San Martín, vol. LVII) M. S.

» do esparcidas en puntos tan distantes las divisiones del >> enemigo, y siendo tan favorable la posición de los patriotas, >> cualquier plan que se adoptase sería bueno, con tal de que se >> tomase la ofensiva, sin perder tiempo, ya con dirección á Arequipa, ya sobre la Paz ó Potosí » (18). El general convino en todo; pero luego encomendó á Míller una diversión más al norte, con 120 hombres, con el objeto de llamar la atención del enemigo por el flanco izquierdo (19).

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El general Alvarado, ha disculpado su inacción por la falta de elementos de movilidad, á causa de haberlos retirado con anticipación el enemigo, y porque de los 700 caballos conducidos desde Chile, sólo 400 llegaron, con retardo y en muy mal. estado (20). La explicación podría ser atendible, si después de los dos meses perdidos en la navegación, las tres semanas de inacción no hubiesen sido de vida ó muerte. En la ofensiva estaba la victoria probable. En la detención, por cualquier causa que fuese, estaba la derrota segura. No había que trepidar. Con caballos ó sin ellos, debía abrirse la campaña. Cuando se recuerda el desembarco de San Martín en Huacho,

(18) Miller: « Memorias », t. II, pág. 13.

(19) En este punto están hasta cierto punto contestes las Memorias de Miller y Alvarado, y lo confirma la « Contestación » del general Enrique Martínez á las « Memorias » de Miller.

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(20) Alvarado : « Mem. hist. biog. » cit. M. S. Sin embargo, como se ha visto en nota anterior, el mismo Alvarado en carta confidencial á San Martín le decía, que « el enemigo había estorbado menos de » lo que pensaba sus correrías para hacerse de elementos de movili» dad », y esto cuando aún trepidaba entre dirigirse directamente á Tacna ó más al norte. San Martín tenía como corresponsal un peruano conocedor del país, llamado Bernardo Landa -- del mismo apellido del famoso vaqueano de Miller en la anterior expedición de Miller á intermedios,quien le decía en carta de 22 de diciembre de 1822 : « No » juzgué encontrar tantos auxilios como se han hallado en este punto. » Apenas asomaron los buques, empezaron á venir mulas, caballos; an» tes que llegasen los de Chile, ya se habían montado 200 hombres. » Mulas, se han presentado de 900 á 1,000, más que menos, traídas >> por los dueños que las tenían escondidas ». M. S. (Arch. San Martín, vol. LVII.)

con sólo 3,500 hombres, al frente de un ejército enemigo dos veces superior en número, para ir á tomar la línea de Huaura con sólo 25 caballos, vése que lo que faltaba no eran elementos de movilidad, sino una cabeza y una voluntad firme que diese impulso vigoroso á las operaciones ofensivas (véase cap. XXVII, § V).

Las divisiones españolas posesionadas de la sierra, se hallaban diseminadas, — según antes se apuntó,

en una ex

tensa línea de más de 2,000 kilómetros, desde Pasco hasta Potosí. El grueso de su ejército, al mando de Canterac, fuerte como de 5,000 hombres, hallábase situado en la sierra del centro desde Jauja hasta Huancayo. Arequipa estaba débilmente guarnecida por el general Santos La Hera, según queda dicho. El virrey estaba en el Cuzco con una pequeña guarnición. La reserva, que no pasaba de mil hombres, estaba en Puno al mando de Carratalá. Valdés con su división se hallaba en La Paz, ocupado en la pacificación del sud del Desaguadero, después de haber obligado á Lanza á replegarse á las inaccesibles montañas de Ayopaya. Olañeta estaba en Potosí con poco más de 2,000 hombres. Pisco y el valle de Ica estaban defendidos por una pequeña división al mando de Rodil. Todos los puntos intermedios desde Quilca hasta Iquique, estaban tan sólo ocupados por algunos destacamentos de mera observación. Entre las divisiones mediaban centenares de kilómetros, de caminos escabrosos y desiertos al través de la montaña. Sc necesitaba un mes por lo menos para reunir un ejército respetable en el punto de ataque. Para todo dió tiempo la lentitud con que se desarrolló la expedición á puertos intermedios y la inacción de ella en Arica.

Al anuncio de la invasión, el virrey dispuso que una parte del ejército de Jauja, se reconcentrase en el Cuzco, dejando el valle cubierto con el resto, y que Carratalá avanzase á su frente para cubrir la posición de Arequipa, permaneciendo á la espectativa hasta que los independientes señalaran decidida

mente su plan de internación á la sierra. Ordenó á Olañeta que con el grueso de su fuerza marchase sobre la costa por las altiplanicies del Alto Perú en dirección á los valles de Azapa y Tarapacá. Dispuso que Valdés con su división, acudiera á marchas forzadas á cubrir Arequipa, como el punto céntrico que debía recibir el primer ataque y avanzara sobre las vertientes occidentales de la cordillera en observación de los invasores. Canterac se movió en consecuencia de Huancayo con dos batallones y cuatro escuadrones que sumaban 2,400 hombres, dejando otros tantos en Jauja á cargo de Loriga. Valdés, poniendo alas en los pies de sus ágiles soldados serranos, fué el primero que se presentó á cubrir el punto amenazado. Cuando las primeras velas de la expedición se avistaron en Arica, ya el activo general español coronaba las alturas de Moquegua en la sierra con 1,750 infantes, 750 hombres de caballería y 4 piezas de artillería. Á pesar de la relativa inferioridad numérica, resolvióse á disputar el terreno, fiado en lo fuerte de sus posiciones, que conocía bien, y en el apoyo del ejército de Canterac que avanzaba á marchas forzadas en su sostén.

IV

La primera señal de vida que dió el general invasor, fué la ocupación de Tacna, por el regimiento Río de la Plata y los Granaderos á caballo de los Andes, con 4 piezas de artillería (24 de diciembre). Ocho días después (1.° de enero de 1823), esta vanguardia destacada á 72 kilómetros de la reserva, con un desierto intermedio, era reforzada con los batallones núm. 5 de Chile y núm. 11 de los Andes, á órdenes del general Enrique Martínez, segundo jefe del ejército. En el mismo día, señalóse la presencia del enemigo en Calana, á diez kilómetros

al N. E. Era el general Valdés, que suponiendo que la fuerza allí situada no pasaba de mil hombres, había pensado sorprenderla con 400 infantes montados en mula, 400 hombres de caballería y 2 piezas de artillería. Con tal intento habíase movido desde Sama en la tarde del 31, al través de un árido arenal de 50 kilómetros sin agua. Extraviado por los guías en la oscuridad de la noche, al amanecer del día siguiente (1.o de enero de 1823) no estaba á la vista de Tacna. Viendo que la sorpresa no era ya posible, inclinóse sobre su izquierda, y acampó en Calana, sitio abundante en agua y forrajes, á 17 kilómetros de la ciudad. Su situación era peligrosísima. No podía desandar el camino hecho (que sólo es transitable en la noche) sin exponer su tropa á perecer en la travesía. Sus cabalgaduras estaban fatigadísimas por una rápida y penosa. marcha de doce horas. La fuerza de que disponía no alcanzaba ni á la mitad de la que tenía á su frente.

El general Enrique Martínez se hallaba á 10 kilómetros de Tacna con los batallones 4.° de Chile y núm. 11 de los Andes al amanecer del día 1.o, después de una marcha de 50 kilómetros al través de otro arenal. Señalada la presencia del enemigo en Calana, dispuso que la fuerza que ocupaba la ciudad (1,200 hombres), eligiese una buena posición y esperase su incorporación. A las 14 de la mañana recibió parte de que los realistas avanzaban en son de ataque. Adelantóse personalmente para reconocer el campo. El enemigo ocupaba el camino que conduce á la cordillera, parapetado por su izquierda con zanjas y tapiales, y una altura sobre su derecha. Parecía dispuesto á la pelea. Era un ardid de Valdés, que considerándose perdido, - como lo confesó después, hacía cara fea al enemigo, para ganar tiempo y salvarse. Martínez no se decidió á atacarlo. Limitóse á hacer observar sus movimientos con un batallón del Río de la Plata, y el regimiento de granaderos á caballo, á la espera del resto de su fuerza. Á la una del día estaba reunida toda la vanguardia argentino

TOM. IV.

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