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chilena en número de más de 2,000 hombres, de las tres armas, contra ochocientos (21). En vez de ganar el tiempo perdido, el general independiente dispuso que un batallón y un escuadrón marchase á tomar la altura de la derecha del enemigo con el objeto de flanquearlo, y avanzó algunas guerrillas á la vez que su artillería disparaba algunos tiros perdidos. Los realistas, al observar el lento movimiento envolvente, reconcentran sus fuerzas y se ponen en retirada. Entonces se adelanta toda la caballería independiente para comprometer el ataque. Ya era tarde. El sol se ponía en el horizonte. La columna de Valdés, había ganado el día. Después de sostener algunas guerrillas de retaguardia y cambiar algunos tiros de cañón, se replegó á Pachía, diez kilómetros más al N. E., donde pasó la noche sin ser hostilizada. Al día siguiente, continuó la retirada por el pie de la sierra y volvió á ocupar su anterior posición de Moquegua (22).

(21) Según se detalló en nota anterior de este capítulo, el regimiento Río de la Plata constaba de más de 900 plazas, el núm. 11 de 380, el regimiento de Granaderos á caballo de 460, que suman 1,740 soldados argentinos, sin contar el núm. 4 de Chile, que según el último estado de Lima tenía más de 600 plazas, lo que da un total de más de 2,300 hombres. El general Martínez, en su « Contestación á un pasaje de las Memorias de Miller » (op. en 6 pág. en fol.), no hace mención de su fuerza pero tampoco dice que fuese inferior á la del enemigo, la que computa en 1,500 infantes y 500 hombres de caballería. Es un hecho fuera de cuestión que la columna de Valdés no pasaba de 800 hombres, según el testimonio unánime de los historiadores americanos y españoles.

(22) El general Martínez, en su « Contestación» citada, explica este hecho del modo siguiente: « El enemigo se puso en retirada, la que le >> era fácil, en razón de que los dos mil hombres de que se componía (ya » se ha dicho que eran sólo 800) estaban perfectamente montados. La ma» yor parte de la infantería (independiente) estaba demasiado fatigada y » la caballería no podía destinarse á perseguir un cuerpo de ejército que » llevaba 1,500 infantes. Por otra parte, tenía órdenes terminantes del general en jefe de no abandonar á Tacna ».-Debe saberse, que Pachía, donde pasó la noche del 1.o de enero la columna de Valdés, es como un arrabal rústico de Tacna, de que sólo dista 36 kilómetros y 20 kilóme

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El general Alvarado permanecía mientras tanto en Arica con el resto de sus fuerzas. Al fin se decidió á abrir la campaña. El 13 de enero ocupó el valle de Locumba, con la resolución de marchar sobre Moquegua. Era precisamente lo que Valdés se proponía: atraerlo al camino de antemano por él reconocido, donde le era fácil oponerle una eficaz resistencia por el frente, y por donde esperaba á su retaguardia el apoyo de Canterac, que le aseguraba la victoria. Empero, tan ignorante del avance de Alvarado, como éste lo estaba de sus movimientos, destacó al coronel Ameller con tres compañías de infantería y 125 caballos, con el objeto de sorprender la vanguardia independiente, que consideraba muy débil. Después de una larga y fatigosa marcha por caminos de travesía, se encontró Ameller al amanecer del día 14 á tiro de cañón de todo el ejército independiente. El jefe español, emprendió en orden su retirada hacía el norte de Locumba, disputando el terreno, y débilmente perseguido por el espacio de 15 kilómetros, consiguió reunirse á la división de Valdés en Moquegua. También se malogró esta oportunidad brindada para dar un golpe al enemigo, que estableciese por lo menos el predominio moral al abrir la campaña. Todo indicaba que este predominio estaba del lado de los realistas, que no se economizaban y se movían, y cuando se veían en apuros, sabían hacer frente con serenidad á los peligros, y salvar intactas sus tropas de lances en que, vigorosamente atacados, habrían seguramente sucumbido.

Después de este segundo fracaso negativo, que muy poco prometía, penetró Alvarado con su ejército en masa en la amena quebrada de Moquegua, por cuyo centro corre el río de Ilo. El 17 estaba en la Rinconada, á 25 kilómetros del pueblo de Moquegua, donde el río Torata se derrama en el

tros de Calana (punto del encuentro), por camino llano con agua y forrajes en abundancia.

Ilo, y empiezan los viñedos que constituyen la riqueza de la comarca. El mismo día, Valdés escribía á Canterac: « Hasta >> ahora todo ha salido á medida de mis deseos. El enemigo >> sin advertirlo marcha á su total destrucción >> (23). Efectivamente, la campaña de intermedios estaba perdida. El cuerpo de ejército de Canterac se hallaba á tres jornadas de Torata, y el de Valdés convergía al mismo punto, de antemano elegido para dar allí á hora fija la batalla decisiva con la ciencia y conciencia del triunfo.

V

El 18 ocupó sin resistencia el ejército independiente la ciudad de Moquegua, después de un ligero tiroteo de avanzadas. Esta ciudad, situada en una hondonada más abajo de la confluencia de los ríos Ilo y Torata, está dominada al este por una montaña cortada á pique que se levanta 300 metros. sobre el nivel del valle y sólo tiene una salida accesible. Desde este punto resolvió Valdés disputar el terreno palmo á palmo. La naturaleza lo favorecía. Desde Moquegua, el terreno forma una serie de alturas sucesivas y encajonadas, fáciles de defender contra fuerzas muy superiores, y que se prolongan hasta los altos de Valdivia á espaldas del pueblo de Torata. Los realistas coronaron de guerrillas todas las alturas, estableciendo emboscadas en las escabrosidades laterales. El ejército independiente marchó de frente en guerrillas y desalojó sucesivamente á los realistas de sus posiciones, que perdieron como 300 hombres en esta valerosa y bien conducida retirada (24). En Torata hizo pie firme y tendió Valdés

(23) Ofi. de Valdés á Canterac de 17 de febrero de 1823 (« Boletín Ext. del ejército nacional (realista) de operaciones », núm. 20).

(24) Espejo: « Rasgos hist. biog, del coronel Pringles », pág. 82.

su línea de batalla, en las faldas de los altos de Valdivia, sobre el camino de Puno, á la espera del cuerpo de ejército

de Canterac, que se hallaba á poco más de una jornada de distancia. El 19 á las 4 de la tarde, los dos ejércitos estaban. frente á frente. Los independientes llevaron sobre la marcha el ataque sobre la falda del cerro empeñándose un vivo fuego de fusilería. En ese momento, desplegó en tiradores un batallón español y cubrió el centro al grito de: ¡ Aqui está Gerona! Simultáneamente apareció coronando los altos de Valdivia una parte del refuerzo de Canterac, y lanzó otro estruendoso grito:¡ Viva el rey! que repercutió en todas las concavidades de la montaña. La batalla cambió de aspecto. La victoria se decidía por los armas del rey de España, merced á la pericia de sus esforzados generales y ágiles soldados. Canterac, que se había adelantado con un destacamento, dispuso reforzar su flanco derecho, por donde la izquierda independiente avanzaba en columna, sostenida por la caballería y ganando terreno. La derecha realista rechazó este « temible ataque », como lo llama Canterac. Inmediatamente toda la línea realista cargó de frente sobre la infantería de los independientes, que agotadas sus municiones, volvió caras, y fué fusilada por la espalda, dejando el campo sembrado de cadáveres (25). El sol se ocultaba en esos momentos en el hori

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(25) El general Alvarado pasó el parte oficial de esta batalla, que se publicó en Lima en el núm. 11 de la « Gaz. del Gobierno », de 5 de febrero de 1823, en el que también habla de la subsiguiente jornada de Moquegua. En su «Mem. hist. biog. dice, sin embargo, que no se halló en Torata. He aquí sus textuales palabras : « Nada he dicho inten»cionalmente del combate habido en Torata cuarenta y ocho horas an»tes del de Moquegua, porque no me encontré en él, y porque mi juicio >> no se estimará imparcial ». (Arch. San Martín, vol. LXXII). De esto resultaría que nadie mandó la batalla de Torala, pues el general Enrique Martínez, que era el segundo jefe del ejército, en su « Contestación á las Memorias de Miller », cit., pág. 4, se refiere tan sólo á disposiciones dadas al tiempo de emprender la retirada, lo que haría suponer que sólo llegó en ese momento.

zonte. El mismo día y en las mismas horas de esta triste derrota, el congreso del Perú decretaba un monumento en Arica, en honor del ejército libertador del sud !

Tal fué la batalla de Torata, en que se peleó con valor por una y otra parte, pero sin concierto por parte de los independientes; distinguiéndose por su firmeza y resistencia el primer batallón de la Legión peruana, que por la primera vez entraba al fuego. La pérdida del ejército argentino-chileno-peruano pasó de 500 hombres entre muertos y heridos. Los españoles, confesaron una pérdida total de 250 hombres entre muertos y heridos, que se cree fué mayor.

Los derrotados batallones independientes se replegaron á su reserva, sostenidos por los certeros fuegos de su artillería, donde se rehicieron en una altura frente al pueblo de Torata. El enemigo se contuvo. El general Alvarado ordenó la retirada, protegida por las sombras de la noche. El 20 estaba otra vez en Moquegua, á 25 kilómetros del campo de batalla. Pasóse una revista de municiones, y se encontró que no se contaba sino con ocho tiros por plaza en las cartucheras. El general reunió una junta de guerra para aconsejarse. Unos fueron de opinión de replegarse á Arica por el camino de Tacna, y otros de reembarcarse por el puerto de Ilo. Parece que la mayoría estuvo porque se eligiese una posición ventajosa para resistir; que se mandasen traer municiones de Tacna, y que si antes de recibirlas eran atacados, se llevase una carga brusca á la bayoneta al enemigo para vencer ó morir. El general en jefe dijo: que si no contase más que con cincuenta soldados, con ellos se batiría contra los españoles (26). Después de tantos retardos y vacilaciones,

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(26) El general Alvarado declara, empero, en su parte oficial publicado en la « Gaceta » de Lima, lo siguiente: « En Moquegua, donde permanecí » hasta el 21 en que el enemigo me obligó á un nuevo combate desventajoso por mi parte ».

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