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y esto sólo se consigue por aquellos medios. Además, V. debe ir prevenido para conseguir los frutos de ella, y que no le suceda lo que me ha sucedido á mí con lo de Salta por las precipitaciones. Es regular vaya V. con las zorras hechas para arrastar cañones, que lleve bastantes caballerías para montar la tropa y poder perseguir; que haya muchas mulas de carga para conducir las municiones; que los ganados estén prontos para la subsistencia de la tropa, y que no menos haya charques que suplan en defecto de aquéllos.

Mas yo estoy hablando con un general militar cual yo no lo he sido ni soy; pero mi deseo de la felicidad de las armas de la patria

y

de la gloria particular de V. me obligan á ello. Aumente V. su ejército, doctrinelo bien, gaste mucha pólvora con él y muchas balas, sastifágase del honor de sus oficiales, y prevéngase de cuanto necesite, ó para aprovecharse, venciendo, ó para retirarse, perdiendo, y entonces póngase en marcha. Hágase V. sordo como Fabio á cuanto se diga de dilación contra V., y cualquiera otra cosa, que las armas de la patria serán felices en sus manos, y luego los que maldigan ahora lo bendecirán. Si yo hubiera hecho esto, no vos veríamos ahora como nos vemos.

Me ocurre recordar á V. la prevención que me hizo de la parte de don Juan Thwaitz acerca de conservar el nombre del ejército : conozco la importancia de esto, y por eso la hago á V. presente. Crea V. que es tal mi deseo de sus aciertos que quisiera ser un hombre capaz de darle todas las luces que son necesarias para ellos. La tranquilidad y el respeto de la patria pende de V., mi amigo. En fin, las noticias que tengo del enemigo, y otros pormenores que no están á mis alcances, acaso me hacen hablar sin concierto. V. dispénseme, persuadido de que mis teorías á V. son efecto de la sincera amistad con que me digo su invariable agradecido Manuel Belgrano. Sr. D. José de San Martín.

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Santiago del Estero, abril 28 de 1814. Mi amigo amado: He sabido con el mayor sentimiento la enfermedad de V. Dios quiera que no haya seguido adelante.

Hago memoria que V. me dijo pasaba de los 36 años, y esto me consuela; porque he oído decir á médicos de mucha fama, que en esa edad ya no es terrible echar sangre por la boca, á menos que provenga de un golpe.

Sea lo que fuere, quisiera poder dar á V. todo alivio, pues mi gratitud es y será invariable; con ella me diré eternamente su Manuel Belgrano. Sr. D. José de San Martín.

Loreto, 22 de mayo de 1814.

Mi amigo: Siento mucho que sus males continúen ; quisiera poder contribuir á los alivios de V. Con arreglo á órdenes del gobierno marcho para Buenos Aires: saldré mañana de aquí. No valgo nada; mas cuanto yo fuese capaz de ser útil á V. pondré en ejecución, si V. quiere creer que soy su amigo, y en consecuencia gustase ocuparme tengo positivos deseos de manifestar á V. la voluntad con que me digo su - Manuel Belgrano. — Sr. D. José de San Martín.

APENDICE N.o 6 AL CAP. X, § VI

DOCUMENTOS sobre el crucero argentino de Brown en el Pacífico. en 1815 y 1816, con la relación á la expedición á Chile.

Reservado.

Aviso del Gobierno á San Martin.

Cuando se recibió el oficio de V. S. de 16 del presente con el plan de señales que ha llevado el enviado de Talcahuano don Juan Pablo Ramirez, ya habían dado la vela los corsarios; corvetas Hércules y Alcón, bergantin Trinidad y queche Constitución; cada uno de los cuales lleva un pliego cerrado para abrirlo después de doblar el cabo de Sta. María, y en ellos se comprende un plan de señales para conocerse entre sí, para hacerse co

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nocer en las costas; y para conocer si nuestro ejército las ocupa; pues como dicho plan no debe aventurarse adonde existan enemigos, no se le acompaña á V. S. interin no se considere preciso; y por ahora se le incluye un impreso de la proclama que llevan en el mismo pliego en gran número, por si acaso algún chileno viniese con otro ejemplar como credencial de haber tratado con los buques, la cual debe V. S. reservar, y usar de ella solamente para confrontarla en el caso expresado.

Buenos Aires, Octubre 30 de 1815. IGNACIO ÁLVAREZ.-Marcos Balcarce, Srio. - Al Sr. Gobernador intendente de Cuyo. (Original.)

Proclama impresa, inédita, á que se hace referencia.

EL DIRECTOR DE LAS PROVINCIAS UNIDAS DEL RÍO DE LA PLATA. los naturales del reino de Chile. Desde la elevación en que me ha constituído el libre sufragio de mis conciudadanos os hablo por la primera vez como jefe supremo de las Provincias Unidas, como americano y como vuestro amigo. Mi autoridad está limitada á los pueblos que forman la unión, pero mis desvelos se extienden á la salvación de la América: este objeto sagrado llama mi atención hacia vosotros, y no puedo ser insensible à vuestra suerte lamentable. Yo quisiera correr un velo denso sobre el origen de nuestras desgracias para no recordar con dolor la mancha que desluce el nombre chileno, después de haber brillado por cuatro años en la marcha gloriosa de su revolución. En este período feliz pertenecisteis al mundo como hombres, como libres y como ameri

canos.

Hubo día en que la humillación de los tiranos sirvió de trofeo á vuestro valor y constancia. Los campos del Membrillar, Cucha-Cucha, Roble, Queracheguas, Clarillo y Yerbas Buenas, regados con la sangre de vuestros compatriotas, renuevan la memoria del heroísmo y de la virtud. Hicisteis respetar vuestros derechos, y acreditasteis que sabíais defenderlos. Volved un momento los ojos á la época de vuestra libertad y observaréis al pueblo chileno aun entre las zozobras de la guerra á que lo provocaron los tiranos,

gozar de las prerrogativas naturales, cultivar los campos con independencia, abrir sus puertas á todas la naciones, publicar sin reboso sus pensamientos y fundar las bases de una igualdad nacional. Entonces la aristocracia empezaba á perder su antigua influencia, y los resortes del sistema feudal inveterado principiaban á relajarse. Trabajabais para vosotros mismos, y vuestra fortuna y adelantamientos eran el patrimonio de vuestros hijos: una esperanza al fin lisonjera acompañaba vuestros trabajos, y su término era divisado en la independencia de ese país, pero á esta perspectiva agradable sucedió la escena de lágrimas y desolación: el genio de la ambición, de la discordia y de la desconfianza reciproca arrancó el laurel de vuestras manos.

La falta de virtud y resolución convirtió vuestra patria libre y feliz en un teatro de esclavitud, de injusticias y de vejaciones. Un puñado de españoles y traidores os ha restituido á las cadenas: habéis quedado sujetos à un Gobierno tan débil como cruel su política lleva tras sí el designio de robar vuestros tesoros, esclavizar el pueblo, ofender con vanas observancias la santa religión, aniquilar las leyes y reducir la tierra á una dominación violenta y tiránica; no debéis ya esperar la reforma en vuestras instituciones civiles, el aumento de vuestra población, la equidad con los naturales, y menos la seguridad de vuestras personas: habréis vuelto á ser miserables colonos de la España, de una nación ignorante y pobre la ambición de sus mandones, la suspicacia de sus empleados, la venalidad de los jueces y el monopolio de los comerciantes tornarán á fijarse en el centro de vuestras ciudades, y el chileno habrá de mendigar hasta el sustento de la mano de su opresor. Reducida hoy la España al último término de miseria, sin respeto entre las naciones, y sin recursos para conservar sus colonias, habrá de exprimir vuestras rentas con contribuciones enormes, procurará contener por el terror los impulsos de la razón y de la justicia. En suma, erais libres y habéis vuelto á la esclavitud. Juzgad y comparad, nobles chilenos.

¿Será posible que el terror contenga vuestra indignación? Fijad la vista á esos montes cubiertos de cadáveres, y vuestro furor será exaltado: los manes de vuestros amigos sacrificados por la libertad increpan desde el sepulcro vuestra indiferencia, la sangre derra

mada por este don de la naturaleza exige venganza, y la peregrinación de vuestros padres, hermanos y conciudadanos demanda un esfuerzo noble que los restituya á su hogar y á sus fortunas: revestios, chilenos, del espíritu de Bruto para arrancar la vida á esos malvados, y no borréis con una criminal apatia el honor que adquiristeis el 18 de setiembre de 1810. Nadie puede mandaros contra vuestra espontánea voluntad, sin que merezca el nombre de tirano: el Dios de la justicia ha concedido á los pueblos de América lo que no ha negado al resto de sus criaturas, y el que usurpa vuestros derechos naturales ofende á la divinidad, y debéis tratarlo como á reo de lesa-libertad. Escucharéis con frialdad mis votos? ¿Y consentiréis por más tiempo la ignominia de vuestra patria? No: yo presiento los deseos del pueblo chileno, y os juzgo dignos de vuestros heroicos antepasados. Las cenizas de Lautaro y Caupolican inspirarán nuevo valor á vuestro corazón: tomad las armas para arrojar de vuestro territorio á los impostores que lo han profanado, y si los riesgos que es forzoso correr fueran capaces de desalentaros, contad con los inmensos recursos de esta capital.

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La situación de las Provincias Unidas, la diminución del ejército de Lima, la fuerza auxiliar del Perú, la convulsión política de toda la Europa y la nulidad actual de España, cooperan á vuestras empresas. Yo me dispongo también á vengar vuestra patria; he remitido ya fuertes destacamentos al sud de los Andes: las tropas aguerridas del Río de la Plata se preparan á abrir la campaña; el pabellón nacional tremola en vuestros mares, y la marina del Estado hará sentir á los tiranos el poder de la libertad. Si á la vista de estos esfuerzos os mostraseis poco sensibles, ó si una fría indiferencia ocupa vuestras almas, seréis justamente execrados por las generaciones venideras; pero si trabajáis de acuerdo en salvar vuestra patria, la opresión actual del reino chileno será considerada como un golpe de las vicisitudes de la guerra; vuestras glorias no serán eclipsadas, el cielo bendecirá vuestros afanes, y el triunfo de la independencia hará opulento vuestro suelo. IGNACIO ÁLVAREZ.- Marcos Balcarce, Secretario. (Del original im preso.)

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