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el destino, cuyos nombres pertenecen á la historia, y >> cuya existencia consagrada á la felicidad de los pueblos es >> reclamada por ellos, principalmente cuando caen en la desgracia. Entonces los hombres viles que, en tiempo de » prosperidad han insultado al genio y al valor, desaparecen » de la escena, y todos los corazones llaman al héroe que solo puede salvar al Estado. El Perú que debe á San Martín sus » esperanzas de independencia; que acaba de sufrir una dis» persión en el ejército que había nacido de su seno, hoy reclama el regreso del fundador de su libertad, que ha » cimentado, y á quien está reservado el acabar de consoli» darla. El pueblo volverá con entusiasmo al héroe que ha >> roto sus cadenas. El ejército se reunirá con energía bajo >> los estandartes del vencedor de San Lorenzo, Chacabuco У Maipu, quien tendrá la gloria de haber asegurado la independencia de un Estado que siempre le será reconocido, y » de haber terminado una obra que tan gloriosamente ha principiado, volviendo á fijar la fortuna, bajo nuestras >> banderas y la prudencia en nuestros consejos » (46). Riva Agüero, en pugna con el congreso y con la intervención boliviana, llegó hasta ofrecerle por medio de un comisionado especial, entregarle el mando supremo del Perú (47). Guido

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(46) Acta levantada en Arica el 28 de setiembre de 1827, y oficio de la misma fecha firmado por los jefes que presidieron la junta: Mariano Portocarrero Martin Jorge Guisse - Salvador Soyer Luis José Orbegoso C. Garcia Postigo - Pablo Longer, secretario de la junta de jefes (Véase Paz Soldán: « Hist. del Perú Indep. », (2.o período), pág. 132-133).

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(47) El comisionado de Riva Agüero, fué el general José Manuel Iturregui, acreditado como ministro diplomático cerca del gobierno de Chile. « La segunda parte de mi misión (dice Iturregui en carta escrita en 1860), >> tenía por objeto el regreso del general San Martín al Perú. El presi» dente Riva Agüero y el Senado me entregaron comunicaciones para » dicho general y me dieron poderes para que negociase su vuelta al » Perú, recomendándome con la más grande eficacia que emplease todos >> los medios posibles para obtener este resultado. Procedí sin demora

le escribía al mismo tiempo : « Los patriotas que no especu» lan con el país y que sinceramente desean verlo libre, vuel» ven los ojos á usted. Una semana há circuló una represen» tación en la que se recogían firmas pidiendo su regreso >> como único mediador y término de todos los partidos. Su >> nombre renace en el seno de estas desgracias » (48).

El ex-Protector sentía repulsión hacia la personalidad de Riva Agüero y no fiaba en su lealtad: no quería prestarse á ser instrumento de ambiciones bastardas ni caudillo de conjuraciones pretorianas: no podía provocar un conflicto estéril, pero no podía desoir estos llamamientos hechos en nombre del interés de la América. Sintió reanimarse en su alma el fuego sagrado de la acción continua que creía apagado, y entrevió por un momento la posibilidad de retornar al Perú.

Próximo á emprender viaje á Buenos Aires, en busca de su hija, que había quedado huérfana de madre, contestó á Riva Agüero desde Mendoza : « El Perú se pierde irremedia

blemente y tal vez la causa general de América. Un solo ar>> bitrio hay para salvarlo. Sin perder un momento, cedan de » las quejas ó resentimientos que puedan tener; reconózcase » la autoridad del congreso malo ó bueno, ó como sea, pues » los pueblos lo han jurado. Únanse como es necesario, y con >> este paso desaparecen los españoles del Perú. Después, ma>> témosnos unos contra otros, si este es el desgraciado des>>tino que espera á los patriotas. Muramos, pero no como >> viles esclavos, que es lo que irremediablemente va á suce>> der. He dicho mi opinión. Si ella es aceptable estoy pronto » á sacrificar mi vida privada. Venga sin pérdida de un solo

» á atravesar los Andes con dirección á Mendoza; pero cuando ingresé » á esta ciudad, hacía algún tiempo que el general había marchado á >> Buenos Aires » (Véase Vicuña Mackenna : « El Gral. San Martín », pág. 71, nota).

(48) Carta de Guido á San Martín, de 17 de agosto de 1823. M. S. (Arch. San Martín, vol. LVIII.)

>> momento la contestación de haberse reconocido la au

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toridad del congreso. La espero para decidir de mi » destino » (49).

Riva Agüero, en vez de seguir los consejos de San Martín, disolvió el congreso, - como se verá después, У lo invitó nuevamente á trasladarse al Perú : « Si dentro de tres días » no ha llegado el Libertador de Colombia, me pondré en >> camino para ponerme á la cabeza del ejército. Entraré en Lima el día que se me antoje. Ha llegado el caso de que se

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cumpla su oferta de venir á prestar sus servicios ». El general indignado, se olvidó de su dignidad, y le contestó en términos tan duros como insultantes : « Me invita usted á que

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me ponga en marcha, asegurándome que el horizonte público es el más halagüeño. Sin duda olvidó que escribía » á un general que lleva el título de Fundador de la libertad del Perú, que usted ha hecho desgraciado. Si ofrecí mis >> servicios con la precisa condición de estar bajo las órdenes » de otro general, era en consecuencia de cumplir con el » Perú la promesa que le hice á mi despedida, de ayudarle >> con mis esfuerzos si se hallaba en peligro, como lo creí después de la desgracia de Moquegua ¡Pero cómo ha podido » persuadirse que los ofrecimientos del general San Martín, fueran jamás dirigidos á emplear su sable en la guerra » civil! ¡Y me invita á ello al mismo tiempo que proscribe >> al congreso y lo declara traidor! ¡Eh! ¡basta! Un pícaro » no es capaz de llamar por más tiempo la atención de un >> hombre honrado » (50).

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(49) Carta de San Martín á Riva Agüero, inserta en el foll. tit. « Contestación que hace el coronel S. Soyer al foll. pub. por el vice-almirante Guisse >>. Véase Paz Soldán : « Hist. del Perú Indep. » (2.o período), pág. 177, que trae un extracto de dicha carta.

(50) Carta de Riva Agüero á San Martín de 22 de agosto de 1823, y contestación de San Martín de 22 de octubre del mismo en Mendoza.

El destino de San Martín estaba irrevocablemente decidido. Bolívar era el árbitro del Perú. El libertador del norte, terminaría la tarea del libertador del sud, y coronaría la obra de los dos.

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Riva Agüero, relegado á Trujillo como un mueble inútil, y despojado de los atributos del poder real por el voto del congreso, cuya mayoría le era hostil, no se conformó con su situación. Disolvió el congreso y nombró por sí un senado de su amaño compuesto de diez de los diputados, cesantes por su orden (19 de julio de 1823). Fué entonces cuando llamó por segunda vez á San Martín para apuntalar su vacilante autoridad. La opinión se pronunció contra el presidente usurpador. Un grupo de trece diputados se reunió en Lima, llamó á los suplentes, y aunque en minoría, reasumió la potestad legislativa y constituyente (6 de julio); invistió á Torre-Tagle, delegado de Sucre, con la autoridad ejecutiva, y declaró á Riva Agüero reo de alta traición y fuera de la ley (8 de agosto). Riva Agüero á su vez calificó á los congresales de traidores y declaró nulos todos sus actos. Para sostener su

San Martin envió copia de esta correspondencia á Guido, quien en carta de 6 de diciembre de 1823 le dice con este motivo: « Las cartas de usted » de 22 y 23 de octubre me han proporcionado un buen rato, especial» mente la última en que me acompaña la contestación á Riva Agüero. >> Su contenido es un golpe mortal para los que soñando con la sombra » de usted, tenían la debilidad de persuadirse y de persuadir á otros, que » trabajaba con aquél para venir á tomar cartas en los negocios de este » país. Y ¿con quién? Con el mismo que fomentaba la anarquía del » Perú y lo iba precipitando á su ruina.-Con mejor cálculo que el mío » había usted creido que Riva Agüero no renunciaría á sus pretensiones ». M. S. (Arch. de San Martin, vol. LVIII.)

actitud, ordenó á Santa Cruz que acudiera con todas sus fuerzas al norte, abandonando las operaciones del sud en cualquier estado en que se encontraran; pero ya el ejército del sud no existía. Sin retroceder ante ningún medio ni ante la guerra civil para la conservación de su mando personal, formó en torno suyo un ejército, y procuró abrir negociaciones con los españoles, sobre la base de un armisticio, comprometiéndose á hacer salir del país las tropas auxiliares. Los auxiliares, y sobre todo los colombianos, que hasta entonces habían reconocido la autoridad constitucional del presidente, se pronunciaron abiertamente contra él y le intimaron su cesación en el mando, para « no ocasionar con su obstinación males á la América ».

En medio de esta situación agitada y confusa, apareció Bolívar en el Perú. Los castillos del Callao anunciaron su presencia en el puerto con una triple salva. Las banderas aliadas de las cuatro repúblicas independientes en que entonces estaba dividida la América del Sud, se izaron en todos los edificios, con leyendas en su honor. Al poner el pie en tierra, fué recibido en triunfo con grandes aclamaciones. Las tropas del Perú, y las auxiliares de las Provincias del Río de la Plata, Chile y Colombia, le hicieron los honores (1.° de setiembre). Jamás ningún americano había recibido una ovación más entusiasta ni más merecida (51). Era la gloria y era la esperanza de la América personificada.

Bolívar al dirigirse al Perú, después de un año de espera en sus fronteras, negando, ofreciendo, retirando ó prestando

(51) Como nunca falta un inglés en todo acontecimiento notable, para dar testimonio de circunstancias que escapan á la observación de los nativos, tomamos algunos de los detalles de esta entrada triunfal, de un viajero inglés que se hallaba entonces en Lima: --Proctor: « Narrative of a journey across the cordillere of the Andes, and of a residence in Lima and other parts of Perú, in the years 1823 and 1824 », pág. 245.

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