Imágenes de páginas
PDF
EPUB

mí.

Martín el justo y honorable, ha podido, aun en un momento de acaloramiento, expresar sentimientos que no debían haber tenido cabida en su espíritu liberal? ¿No lo ha hecho así? San Martín, á quien creía mi amigo, ¿ no me ha dicho con fría indiferencia, que mande la escuadra donde me plazca y vaya donde se me ocurra? solamente porque le pedí lo que convenía á su servicio! Sí! & No me ha dicho, en pago de las muchas horas de ansiedad que he pasado en la penosa y delicada situación que ocupo - « puede V. irse cuando guste? » Ah! General, ha sido un doloroso día para que nunca habría esperado haber visto, aunque a veces me asaltan dudas al espíritu de si el llevar á su casa y á su mesa á personas que me habían tratado mal, no acabaría por romper la armonía y destruir la confianza con que V. me honraba. Nunca podré volver á verle mientras no sienta que puedo hacerlo sin una lágrima en los ojos. Siento deseos de evitar la sociedad de los hombres en todo he sufrido hasta ahora desengaños. Me retiraré donde la amistad de Lady Cochrane venga á agregarse al consuelo que siento por no haber nunca dañado ni pretendido dañar á hombre alguno, ó cometido actos que mi conciencia me reproche.

Que tenga V. éxito en todos sus esfuerzos por el bien de la humanidad que sea usted tan grande como pueden hacerlo la justicia, el honor, la sabiduría y todas las virtudes son los votos de su apesadumbrado, pero sincero amigo. COCHRANE. — Á su Ex

celencia el Protector, etc., etc., etc.

APENDICE N. 31, AL XLVI, § VIII

Carta de San Martín á Bolívar después de la entrevista de Guayaquil. (V. nota N.o 54 del cap. XLVI.)

Excmo. Señor Libertador de Colombia, Simón Bolívar.

Lima, 29 de agosto de 1822.

Querido General : Dije á usted en mi última, de 23 del corriente, que habiendo reasumido el mando supremo de esta república, con el fin de separar de él al débil é inepto Torre-Tagle, las atenciones que me rodeaban en aquel momento no me permitían escribirle con la extensión que deseaba; ahora al verificarlo, no sólo lo haré con la franqueza de mi carácter, sino con la que exigen los grandes intereses de la América.

Los resultados de nuestra entrevista no han sido los que me prometía para la pronta terminación de la guerra. Desgraciadamente, yo estoy íntimamente convencido, ó que no ha creído sincero mi ofrecimiento de servir bajo sus órdenes con las fuerzas de mi mando, ó que mi persona le es embarazosa. Las razones que usted me expuso, de que su delicadeza no le permitiría jamás mandarme, y que, aun en el caso de que esta dificultad pudiese ser vencida, estaba seguro que el congreso de Colombia no consentiría su separación de la república, permitame general le diga, no me han parecido plausibles. La primera se refuta por sí misma. En cuanto á la segunda, estoy muy persuadido, que la menor mani festación suya al congreso sería acogida con unánime aprobación cuando se trata de finalizar la lucha en que estamos empeñados, con la cooperación de usted y la del ejército de su mando; y que el alto honor de ponerle término refluirá tanto sobre usted como sobre la república que preside.

No se haga V. ilusión, general. Las noticias que tiene de las fuerzas realistas son equivocadas; ellas montan en el Alto y Bajo Perú á más de 19.000 veteranos, que pueden reunirse en el espacio de dos meses. El ejército patriota diezmado por las enferme

dades, no podrá poner en línea de batalla sino 8.500 hombres, y de éstos, una gran parte reclutas. La división del general Santa Cruz (cuyas bajas según me escribe este general, no han sido reemplazadas á pesar de sus reclamaciones) en su dilatada marcha por tierra, debe experimentar una pérdida considerable, y nada podrá emprender en la presente campaña. La división de 1.400 colombianos que V. envía será necesaria para mantener la guarnición del Callao, y el orden de Lima. Por consiguiente, sin el apoyo del ejército de su mando, la operación que se prepara por puertos intermedios no podrá conseguir las ventajas que debían esperarse, si fuerzas poderosas no llamaran la atención del enemigo por otra parte, y así la lucha se prolongará por un tiempo indefinido. Digo indefinido, porque estoy intimamente convencido, que sean cuales fueren las vicisitudes de la presente guerra, la independencia de la América es irrevocable; pero tambien lo estoy, de que su prolongación causará la ruina de sus pueblos, y es un deber sagrado para los hombres á quienes están confiados sus destinos, evitar la continuación de tamaños males.

En fin, general; mi partido está irrevocablemente tomado. Para el 20 del mes entrante he convocado el primer congreso del Perú, y al día siguiente de su instalación me embarcaré para Chile, convencido de que mi presencia es el sólo obstáculo que le impide á usted venir al Perú con el ejército de su mando. Para mí hubiese sido el colmo de la felicidad, terminar la guerra de la independencia bajo las órdenes de un general á quien la América debe su libertad. El destino lo dispone de otro modo, y es preciso confor

marse.

No dudando que después de mi salida del Perú, el gobierno que se establezca reclamará la activa cooperación de Colombia, y que usted no podrá negarse á tan justa exigencia, remitiré á usted una nota de todos los jefes cuya conducta militar y privada pueda sr á usted de alguna utilidad su conocimiento.

El general Arenales quedará encargado del mando de las fuerzas argentinas. Su honradez, coraje y conocimientos, estoy seguro lo harán acreedor que usted le dispense toda consideración.

Nada diré á usted sobre la reunión de Guayaquil á la república

de Colombia. Permitame, general, que le diga, que creí que no era á nosotros á quienes correspondía decidir este importante asunto. Concluída la guerra, los gobiernos respectivos lo hubieran transado, sin los inconvenientes que en el día pueden resultar á los intereses de los nuevos estados de Sud-América.

He hablado á usted, general, con franqueza, pero los sentimientos que exprime esta carta, quedarán sepultados en el más profundo silencio; si llegasen á traslucirse, los enemigos de nuestra libertad podrian prevalecerse para perjudicarla, y los intrigantes y ambiciosos para soplar la discordia.

Con el comandante Delgado, dador de ésta, remito á usted una escopeta y un par de pistolas, juntamente con un caballo de paso que le ofrecí en Guayaquil. Admita usted, general, esta memoria del primero de sus admiradores.

Con estos sentimientos, y con los de desearle únicamente sea usted quien tenga la gloria de terminar la guerra de la independencia de la América del Sud, se repite su afectisimo servidor.

JOSÉ DE SAN MARTÍN.

« AnteriorContinuar »