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VII

y

Canterac, desmoralizado por un contraste que consideraba <«< imposible en lo humano », emprendió una retirada que más se parecía á una fuga, sin más propósito que ponerse fuera del alcance de las armas libertadoras, para prevenir una derrota (34). Evacuó el valle de Jauja, y emprendió su marcha con tanta precipitación, que á los dos días se hallaba á 160 kilómetros del campo de batalla, destruyendo así por el cansancio su infantería, que era lo único que le quedaba. Abandonó sucesivamente los distritos de Tarma, Cajatambo, Huaylas, Huanuco, Huamanga, Huanvelica, Cangallo, Huanta, Pampas Andahuilas, sin detenerse en las posiciones ventajosas á lo largo de su trayecto, ni cuidarse de los repuestos y convoyes que dejaba á su retaguardia; pidiendo con insistencia cinco ó seis mil hombres para « no sucumbir y perder el Perú sin remedio », según sus propias palabras, y no paró hasta considerarse en salvo al oriente del Apurimac, á 750 kilómetros de su punto de partida. En esta retirada, perdió como 2,000 hombres según unos, y 3,000 según otros, entre rezagados y desertores, más de lo que le habría costado una gran batalla. Se perdió algo más el crédito del general en jefe español, la moral del ejército realista y hasta la esperanza de su victoria. El virrey lo reforzó con 1,500 hombres del Cuzco, con lo que

(34) El mismo lo confiesa en su parte de Junín : « La fuga de nuestra » caballería y la superioridad numérica de la infantería enemiga me pre» cisaron á mi vez á alejarme con la rapidez posible del enemigo, para no >> exponer mis fuerzas á un contraste, pero no sé hasta donde tendré que » continuar mi retirada y con qué medios lo haré, si el enemigo trata de hostigarme, siguiéndome con empeño ».

se estableció sólidamente en la línea inexpugnable del Apurimac. Fué entonces cuando La Serna ordenó que la división de Valdés ocupada en la guerra con Olañeta al sud, se concentrase al Cuzco. Sin embargo, nadie perseguía á Canterac, sino su propia sombra.

El ejército independiente descansó tres días en el campo de batalla, y sólo destacó alguna caballería con infantes montados para picar la retaguardia del enemigo. Empleó diez días en posesionarse de Jauja. Permaneció cerca de un mes en Huamanga. A mediados de setiembre atravesó el río Pampas, poderoso tributario del Apurimac, que corre en esta región de occidente á oriente, cuyo puente de maromas halló cortado. Establecióse en seguida en Andahuailas, y avanzó hasta Challhuanca al sud del Pachachaca (otro afluente del Apurimac), amagando el Cuzco sobre la línea del Apurimac á la altura de sus nacientes, con el flanco derecho cubierto por la cordillera de Huanzo, que forma el nudo andino en que las dos cordilleras se reunen, y que lo separaba de Arequipa. En este punto, Bolívar dió por terminada su campaña por el momento. No se consideraba con fuerzas suficientes para tomar la ofensiva. Además, la estación de las lluvias iba á empezar, y no parecía probable que los realistas emprendiesen operaciones. Sabedor por otra parte que el empréstito mandado negociar por San Martín en Londres se había realizado, y que debía recibirse inmediatamente un millón de pesos, delegó el mando del ejército en Sucre, con instrucciones de acantonarse en Andahuailas, entre el Pampas y el Pachachaca (ambos tributarios del Apurimac), prometiéndole enviarle inmediatos refuerzos desde la costa ; y él se retiró á Lima por el camino de Jauja (fines de octubre). Aquí termina la carrera del Libertador como general, en la guerra de la independencia sud-americana.

En Huamanga, recibió Bolívar una ley del congreso de Colombia (de 28 de julio de 1824), derogatoria de la que le había conferido facultades extraordinarias como presidente de

la república en campaña, con el dominio absoluto en lo militar y fuera de la constitución en los países que libertase ó fueran el teatro de la guerra (en 9 de octubre de 1821). Por ella se disponía, que tales facultades correspondían al encargado del poder ejecutivo, quien podía delegarlas, como ya lo había hecho, en los departementos meridionales de Colombia (Patía, Pasto y Quito). En consecuencia, él no podía ya mandar directamente esos departamentos desde país extranjero, y debía solicitar del gobierno los auxilios que necesitase en ellos, y sólo en el caso de restituirse al territorio de la república, podía tener el mando de algunos de sus ejércitos. Era esta la primera señal de la resistencia del parlamentarismo liberal de Colombia contra las tendencias dictatoriales de Bolívar. Ya los congresos de Angostura y de Cúcuta, habían rechazado en nombre de los principios, las teorías constitucionales del Libertador sobre gobierno oligárquico con presidencias vitalicias y senado hereditario, deplorable adaptación de las instituciones africanas de Haití y de la aristocracia inglesa, que eran un bastardeo de la república democrática. El sentimiento liberal se había encarnado en el congreso de Bogotá, y constituía un poderoso partido político, á cuyo frente estaba el vice-presidente Santander, que además representaba el particularismo de Nueva Granada, centro del gobierno gencral. Esto da la filación de la ley.

Bolívar sintió el golpe; pero lo recibió con dignidad. Aunque consideró como un ataque directo á su influencia, la prohibición de mandar en persona el ejército colombiano en el Perú, comprendió que era la consecuencia de la posición anomala que se había él mismo hecho al encargarse del gobierno de un país extraño, no sometido á la ley de su patria. Nombró á Sucre general en jefe del ejército, en obediencia á la ley, previniéndole que en lo sucesivo no tendría más intervención en las operaciones militares que la que le correspondía como jefe de la república peruana. Sucre, que aunque superior como

estaba

general á Bolívar (y él lo sabía) no tenía ambición, y identificado á su destino y á su gloria, le aconsejó prescindir de la ley, promovió una representación de los jefes al congreso para que fuese revocada, y aceptó al fin el cargo, pero declarando, que no abriría relaciones directas con el gobierno de Colombia y sólo obedecería las órdenes del Libertador. Los dos cumplieron con su compromiso: Bolívar, dejando completa libertad de acción á Sucre, y éste, ajustándose á las instrucciones del Libertador, en cuanto no comprometiesen el éxito de sus operaciones.

Á su llegada á la costa, Bolívar estableció su cuartel general en Pativilca. La situación había cambiado, empeorándose. La llegada del navío Asia de 72 cañones y el bergantin Aquiles de 20, había dado la preponderancia marítima á los españoles. Reunidos estos buques á los que antes poseían bajo la protección de los puertos fortificados de Chiloe y del Callao,. habían formado una escuadra de un navío, una corbeta y tres bergantines que montaban 154 cañones. La escuadra peruanocolombiana al mando de Guisse, la provocó al combate, y aunque el honor de la bandera se mantuvo, su inferioridad quedó evidenciada, y tuvo que refugiarse en Guayaquil. Una división de los independientes, destacada sobre Lima en observación del Callao, había experimentado un serio y vergonzoso revés. Chile, no concurría ni con sus fuerzas marítimas ni de tierra á la guerra del Perú. Mientras tanto, Bolívar preparaba en Pativilca elementos para el caso posible de un contraste que temía, aunque sin desesperar del triunfo final, y pedía con exigencia un auxilio de seis mil hombres á Colombia para reforzar á Sucre, á quien consideraba comprometido, como en efecto lo estaba.

Bolívar en Pativilca, como Napoleón en medio del incendio de Moscow dictando decretos sobre teatros, se ocupaba de la exhibición teatral de sus planes de engrandecimiento, para el día del triunfo final, que ya veía cercano. Volvió á

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ocuparse de su antiguo proyecto de congreso americano. Dirigió una circular á los gobiernos de América, invitándolos á enviar sus representantes al istmo de Panamá, en que encarecía la necesidad de la reunión de la gran dieta (7 de diciembre de 1824). « Es tiempo, decía, de que los intereses y >> las relaciones que unen entre sí á las repúblicas america»nas, antes colonias españolas, tengan una base fundamen» tal que eternice, si es posible, la duración de estos gobiernos. Las repúblicas americanas de hecho están ya confe>> deradas. Parece que si el mundo hubiese de elegir su capital, el istmo de Panamá sería señalado para este augusto destino, colocado, como está, en el centro del glo» bo, viendo por una parte el Asia, y por la otra el África y » la Europa. El día que nuestros plenipotenciarios hagan el » cange de sus poderes, se fijará en la historia diplomática de América una época inmortal. Cuando después de cien siglos la posteridad busque el origen de nuestro derecho público, y recuerde los pactos que consolidaron su desti»no, registrará con respeto los protocolos del istmo. En él » encontrarán el plan de las primeras alianzas que trazaran » la marcha de nuestras relaciones con el universo. ¿Qué >> será entonces del istmo de Corinto con el de Pana» má? (35).

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En medio de estas contrariedades y grandiosos sueños, le sorprendió la noticia de que los españoles habían abierto su campaña desde el Cuzco, y maniobraban en el sentido de cortar su retirada á Sucre. Al principio pensaron, tanto Sucre como Bolívar, que este movimiento tenía por objeto abrir operaciones sobre la costa, contando con la base del sud del Perú y el apoyo del Callao. Después se hizo el silen

(35) Esta circular se dirigió á los gobiernos de Méjico, Colombia, Guatemala, Buenos Aires, Chile, Brasil, y posteriormente á los Estados Unidos del norte.

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