emperador azteca, y como no hacía la guerra a nadie, el emperador le dejaba que viviera tranquilamente lejos de la civilización mejicana. Atonatiuch pasaba las noches contemplando las estrellas, y por el día, triste y cabizbajo, se paseaba por las montañas 5 o pintaba jeroglíficos. Algunas veces se ponía a pintar los cuatro soles: el sol de agua, el sol de aire, el sol de tierra y el sol de fuego, que según los aztecas fueron destruyendo la tierra. Esto pintaba Atonatiuch y venía desde el Ajusco a presen- 10 tarlo al palacio del emperador azteca, que lo estimaba mucho. Pero supo el emperador que el buen pintor, artista y príncipe Atonatiuch estaba siempre muy triste; lo mandó entonces llamar, y le dijo: 15 Príncipe, ¿por qué estás triste? Te he dejado vivir en tu reino; te he colmado de honores; tienes mi estimación y tus pinturas están colocadas en el gran teocalli1; tus vasallos te aman y te respetan, y por las noches las estrellas te dicen sus secretos porque tu eres sabio y bueno. 20 Di, ¿por qué estás triste? Tus vasallos se quejan de verte siempre meditabundo . . . di, ¿qué falta a tu bienestar? y Emperador, contestó, — déjame recorrer tu reino hacer a quienes yo quiera una pregunta. -Sea, dijo el emperador, y ordenó que nadie 25 1 Así se llamaban los antiguos templos de los aztecas, construidos siempre encima de una gran pirámide truncada. ΙΟ molestara a Atonatiuch y que pudiera recorrer libremente todo el imperio del Anáhuac. Comenzó el príncipe por dirigirse al templo mayor o gran teocalli. 5 Era éste una gran superficie cercada con una pared de piedras labradas en forma de serpientes entrelazadas unas con otras y estaba situado donde hoy está la Catedral. El muro tenía cuatro puertas, una que daba a lo que hoy es la calle de Tacuba,1 otra que daba a la calzada que 10 conducía a Tepeyac, otra en la costa de la isla donde estaba la ciudad, y la última que conducía a la calzada de Coyoacán. En el centro de este gran cercado estaba el gran teocalli; era una construcción maciza de cinco metros de altura; 15 sobre ella había otra, y el conjunto parecía una pirámide truncada. Había una escalera de ciento veinte pies escalones, que conducía al atrio o parte superior. Atonatiuch subió al atrio, y dirigiéndose a uno de los 20 sacerdotes, le dijo: 25 Sacerdote, estoy autorizado por el emperador para hacerte una pregunta. Hazla, príncipe; - contestó el sacerdote. Sacerdote, ¿qué debo hacer para ser feliz? Sacrificar muchas víctimas a los dioses. 1 Tacuba, así como Tepeyac, Coyoacán y Atzcapotzalco, mencionados más adelante, son pueblecitos en las inmediaciones de la ciudad de Méjico. Atonatiuch, desconsolado, salió del templo, y se alejó por la calzada de Tacuba. Allí, al pie de un ahuehuete, vió tirado a un guerrero indio que se retorcía en convulsiones horribles. ¿Qué vale nuestra salud, — se dijo, momento puede ser destruida ? que en un 5 Se detuvo para ordenar que llevasen al guerrero a su palacio del Ajusco, y siguió caminando. Llegó a Atzcapotzalco y cerca de un maguey, y vió a una joven india muerta, y a su lado dos niños que 10 lloraban. ¿Qué vale la vida, — se dijo, si no pueden retenerla ni la juventud ni la hermosura? Ordenó a unos indios que llevasen a los niños a su palacio del Ajusco, y prosiguió su camino. Como era muy sabio y tenía el don de comprender el lenguaje de las plantas y de los animales, preguntó a un maguey: ¿Qué debo hacer para ser feliz? Y el maguey le contestó: 1 Producir mucho pulque 1 para calmar la sed de los hombres y mitigar sus dolores. Atonatiuch, desconsolado, se sentó a la sombra de un ahuehuete. 15 20 Desde ahí veía su querida montaña del Ajusco, azul y 25 1 Bebida espirituosa que se saca del zumo del maguey. Se bebe mucho en Méjico. IO limpia, pues comenzaba a caer la tarde; el sol iluminaba los picos nevados de los volcanes; primero se vieron sonrosados, después color de oro, luego grises. Gigantes milenarios, que conocéis el secreto de la vida, 5 dijo Atonatiuch, dirigiéndose de ahí a los volcanes, — ¿qué debo hacer para ser feliz ? ... y después cubrirte Lanzar fuego, lava y piedras de nieve, - contestaron los gigantes. Atonatiuch inclinó tristemente la cabeza. Ahuehuete, hacer para ser feliz ? dijo dirigiéndose al árbol, —¿qué debo Albergar muchos pájaros entre tus ramas para que alegren las horas de la tarde. Por las mejillas de Atonatiuch corrieron dos lágrimas, y 15 siguió caminando. 20 A poco andar se detuvo a mirar, en la rama de un sauce, un colibrí que, a los rayos del sol que se ocultaba, parecía una esmeralda y un zafiro que el viento agitaba. Colibrí, ¿qué debo hacer para ser feliz? Chupar la miel de las flores, príncipe Atonatiuch, contestó el colibrí. Atonatiuch sonrió melancólicamente y siguió su camino. Durmió esa noche a la intemperie sin echar de menos su palacio, y a la media noche, cuando hubo reposado un poco, 25 abrió los ojos y se quedó mirando las estrellas. Astros del cielo, preguntó, — ¿qué debo hacer para ser feliz ? |