Parnaso antillano: compilación completa de los mejores poetas de Cuba, Puerto Rico y Santo Domingo

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Maucci, 1910 - 384 páginas
 

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Página 55 - ... del precipicio altísimo: mil olas, cual pensamiento rápidas pasando, chocan y se enfurecen, y otras mil y otras mil ya las alcanzan, y entre espuma y fragor desaparecen. Mas llegan. . . saltan. . . el abismo horrendo devora los torrentes despeñados; crúzanse en él mil iris, y asordados vuelven los bosques el fragor tremendo.
Página 56 - Niágara! falta a tu destino, ni otra corona que el agreste pino a tu terrible majestad conviene. La palma, y mirto, y delicada rosa, muelle placer inspiren y ocio blando en frivolo jardín: a ti la suerte guardó más digno objeto, más sublime.
Página 46 - Nombre que un alma lleva por despojo; nombre que excita con placer, enojo, y con ira ternura; nombre más dulce que el primer cariño de joven madre al inocente niño, copia de su hermosura: y más amargo que el adiós postrero que al suelo damos, donde el sol primero alumbró nuestra vida. Nombre que halaga y halagando mata; nombre que hiere — como sierpe ingrata — al pecho que le anida. ¡No, no lo envíes, corazón, al labio!... ¡Guarda tu mengua con silencio sabio! ¡Guarda, guarda tu mengua!...
Página 57 - ¿Do tu origen está? ¿Quién fertiliza por tantos siglos tu inexhausta fuente? ¿Qué poderosa mano hace que al recibirte no rebose en la tierra el Oceano? Abrió el Señor su mano omnipotente, cubrió tu faz de nubes agitadas, dio su voz a tus aguas despeñadas, y ornó con su arco tu terrible frente.
Página 44 - Tal vez por un momento caprichosa entre ellas revolé, cual mariposa, sin fijarme en ninguna; pues de místico bien siempre anhelante, clamaba en vano, como tierno infante quiere abrazar la luna. Hoy, despeñada de la excelsa cumbre, do osé mirar del sol la ardiente lumbre que fascinó mis ojos, cual hoja seca al raudo torbellino, cedo al poder del áspero destino...., ¡me entrego a sus antojos!
Página 136 - Todo lo podéis vos, todo fenece, O se reanima a vuestra voz sagrada: Fuera de vos, Señor, el todo es nada Que en la insondable eternidad perece, Y aun esa misma nada os obedece, Pues de ella fue la humanidad creada.
Página 75 - Se entró de tarde en el río, la sacó muerta el doctor: dicen que murió de frío: yo sé que murió de amor.
Página 54 - Al despeñarse el huracán furioso, al retumbar sobre mi frente el rayo, palpitando gocé: vi al océano, azotado por austro proceloso, combatir mi bajel, y ante mis plantas sus abismos abrir, y amé el peligro, y sus iras amé: mas su fiereza en mi alma no dejara la profunda impresión que tu grandeza.
Página 72 - Me llegó al cuerpo la espuma, alcé los ojos, y vi esta niña, frente a mí, con su sombrero de pluma." — "¡ Se parece a los retratos tu niña!", dijo. "¿Es de cera? ¿Quiere jugar? ¡Si quisiera!... ¿Y por qué está sin zapatos? "Mira : ¡ la mano le abrasa y tiene los pies tan fríos ! ¡ Oh, toma, toma los míos ; yo tengo más en mi casa...
Página 74 - Quiero, a la sombra de un ala, Contar este cuento en flor: La niña de Guatemala, La que se murió de amor. Eran de lirios los ramos, Y las orlas de reseda Y de jazmín: la enterramos En una caja de seda. ...Ella dio al desmemoriado Una almohadilla de olor: Él volvió, volvió casado: Ella se murió de amor.

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