Obras completas de don Andrés Bello, Volumen4

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Impreso por P. G. Ramírez, 1883
 

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Página 314 - Un no rompido sueño, un día puro, alegre, libre quiero; no quiero ver el ceño vanamente severo de a quien la sangre ensalza o el dinero.
Página 267 - Corrientes aguas, puras, cristalinas ; árboles que os estáis mirando en ellas, verde prado de fresca sombra lleno, aves que aquí sembráis vuestras querellas, hiedra que por los árboles caminas, torciendo el paso por su verde seno...
Página 9 - Pero el mayor mal de todos, y el que, si no se ataja, va a privarnos de las inapreciables ventajas de un lenguaje común, es la avenida de neologismos de construcción, que inunda y enturbia mucha parte de lo que se escribe en América, y alterando la estructura del idioma, tiende a convertirlo en una multitud de dialectos irregulares, licenciosos, bárbaros; embriones de idiomas futuros, que durante una larga elaboración reproducirían en América lo que fue la Europa en el tenebroso período de...
Página 9 - Una lengua es como un cuerpo viviente: su vitalidad no consiste en la constante identidad de elementos, sino en la regular uniformidad de las funciones que éstos ejercen, y de que proceden la forma y la índole que distinguen al todo.
Página 10 - ... los linderos que respeta el buen uso de nuestra lengua, en medio de la soltura y libertad de sus giros...
Página 223 - Que el corazón entero y generoso Al caso adverso inclinará la frente Antes que la rodilla al poderoso. Más triunfos, más coronas dió al prudente Que supo retirarse, la fortuna, Que al que esperó obstinada y locamente.
Página 6 - Después de un trabajo tan importante como el de Salvá, lo único que me parecía echarse de menos era una teoría que exhibiese el sistema de la lengua en la generación y uso de sus inflexiones y en la estructura de sus oraciones, desembarazado de ciertas tradiciones latinas que de ninguna manera le cuadran.
Página xviii - ... mi existencia amarga, y quita de mis hombros esta carga que me agobia de culpa y de pesar. Ruega por mí y alcánzame que vea en esta noche de pavor, el vuelo de un ángel compasivo, que del cielo traiga a mis ojos la perdida luz. Y pura finalmente, como el mármol que se lava en el templo cada día, arda en sagrado fuego el alma mía como arde el incensario ante la cruz.
Página 242 - Quijote que oía la voz de Sancho Panza, de que quedó suspenso y asombrado; y levantando la voz todo lo que pudo, dijo: —¿Quién está allá abajo?
Página 122 - Bien parece la mesura en las fermosas, y es mucha sandez, además, la risa que de leve causa procede, pero non vos lo digo porque os acuitedes ni mostredes mal talante, que el mío non es de al que de serviros.

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