Libro de lectura no. 1-[3], Volumen2

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Ivison, Phinney, Blakeman y Company, 1868
 

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Pasajes populares

Página 81 - Por el que de torpes vicios sumido en profundo cieno, hace aullar el canto obsceno de nocturna bacanal; y por la velada virgen que en su solitario lecho con la mano hiriendo el pecho, reza el himno sepulcral.
Página 13 - Apenas había el rubicundo Apolo tendido por la faz de la ancha y espaciosa tierra las doradas hebras de sus hermosos cabellos...
Página 77 - Brota del seno de la azul esfera uno tras otro fúlgido diamante, y ya apenas de un carro vacilante se oye a distancia el desigual rumor. Todo se hunde en la sombra : el monte, el valle, y la iglesia, y la choza, y la alquería; ya los destellos últimos del día se orienta en el desierto el viajador.
Página 81 - El favor del cielo implores; Por justos y pecadores Cristo en la cruz expiró, Ruega por el orgulloso Que ufano se pavonea, Y en su dorada librea Funda insensata altivez; Y por el mendigo humilde Que sufre el ceño mezquino De los que beben el vino, Porque le dejen la hez; Por el que de torpes vicios Sumido en profundo cieno...
Página 79 - Mas yo la vida por mi mal conozco, Conozco el mundo y sé su alevosía ; Y tal vez de mi boca oirás un día Lo que valen las dichas que nos da; Y sabrás lo que guarda a los que rifan Riquezas y poder, la urna aleatoria, Y que tal vez la senda que a la gloria Guiar parece, a la miseria va. Viviendo, su pureza empaña el alma, Y cada instante alguna culpa nueva Arrastra en la corriente que la lleva Con rápido descenso al ataúd.
Página 271 - Media entre las ciudades de San Luis y San Juan un dilatado desierto que, por su falta completa de agua, recibe el nombre de travesía.
Página 290 - Y con los pies apenas toque el suelo. » Mas luego recobrado, Y del primer horror convalecido, El pecho al suelo unido, Traiga el rabo del uno al otro lado, Y cosido en la tierra, observe atento : Y cada movimiento Que en ti llegue a notar su perspicacia, Le provoque al asalto y le dé audacia.
Página 82 - Por el que en mirar se goza su puñal de sangre rojo, buscando el rico despojo, o la venganza cruel; y por el que en vil libelo destroza una fama pura, y en la aleve mordedura escupe asquerosa hiel.
Página 278 - Porque cuanto más hunde los ojos en aquel horizonte incierto, vaporoso, indefinido, más se aleja, más lo fascina, lo confunde y lo sume en la contemplación y la duda. ¿Dónde termina aquel mundo que quiere en vano penetrar? ¡No lo sabe! ¿Qué hay más allá de lo que ve? La soledad, el peligro, el salvaje, la muerte. He aquí ya la poesía. El hombre que se mueve en estas escenas se siente asaltado de temores e incertidumbres fantásticas, de sueños que le preocupan despierto.
Página 13 - Es, pues, de saber que este sobredicho hidalgo, los ratos que estaba ocioso (que eran los más del año), se daba a leer libros de caballerías con tanta afición y gusto, que olvidó casi de todo punto el ejercicio de la caza, y aun la administración de su hacienda...

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