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ses sobre la capital del vireinato, la una en 1806 y la otra en 1807, vinieron á hacerles comprender que el sentimiento pátrio ejercido en su propia defensa, podía llevarlos á un hecho más grande y augusto-el de fundar la nacionalidad argentina. Esa elevada intuicion que vislumbró en los hijos de la heróica Buenos Aires, resistiendo y triunfando con sus propios recursos, con un solo esfuerzo sobre las numerosas y aguerridas fuerzas de Inglaterra, que en dos ocasiones la atacaron, tuvo su éco en las demás provincias. Tambien Cuyo, como Córdoba y los otras del norte, llevó su pequeño contingente en hombres, á la defensa de la capital en 1807. Muchos de sus hijos tomaron parte en el glorioso hecho de armas que la salvó, enrolados en el cuerpo de Arribeños. Algunos de los prisioneros ingleses de entonces fueron enviados á Mendoza, y no pocos quedaron allí voluntariamente.

Este acontecimiento de grande trascendencia para el ser político de estos países, para hacer despertar en sus hijos el espíritu de dignidad, de justo orgullo, formándose ya la conciencia de sus derechos y probado valor, acercó las provincias á la capital, por el cambio de ideas, por las mas estrechas y frecuentes relaciones que principiaron á establecerse entre los patriotas de accion de la una y de las otras. La juventud de estas concurría en gran número á Buenos Aires para ocuparse del comercio, para establecer relaciones

la nacion que representaba, segun el traje que vestia. El "indio''' la pronunciaba en el dialecto "pehuenche", el "negro" champu. rreando graciosamente el castellano los demas en este idioma. En seguida, salia á gran galope un jinete de uno de los grupos v pasando por el frente del que estaba colocado en el ángulo colateral, salia de este otro jinete que le perseguía con bolas de naranjas, y lanzándoselas, si tenía destreza, ceñíale con ellas el cuerpo. El perseguido deteníase en el grupo opuesto al suyo y de ese desprendíase otro jinete haciendo lo mismo con el perseguidor y así en este orden continuaba corriendo hasta quedar los grupos en posiciones opuestas á las que antes ocupaban. Terminaban sus ejercicios con las carreras jíros de que hablamos al principio.

Mas adelante, en su oportunidad, describiremos tambien una corrida de toros jugada por los oficiales del ejército de los Andes en la plaza de Mendoza

N. del A.

y dedicarse á las letras ó á las armas. Volviendo á sus hogares, ó permaneciendo en este centro de civilización, de una política militante que surjía á la superficie con motivo de la grave situación en que se encontraba la España, transmitían de palabra y por escrito á sus compatriotas del interior, las ideas dominantes en la capital. En prevision de una espedicion mejor combinada de la Inglaterra sobre estas rejiones, y el temor, por otra parte, de que Napoleon invadiendo la Península, aprisionando la familia real, intentase á la vez apoderarse de sus colonias, todo se puso en ajitacion de un estremo al otro del vireynato del Rio de la Plata -Organizábanse las milicias, se aprestaban recursos como para una guerra inmediata, y poníase en exaltacion el espíritu pátrio, preparándose á una defensa heróica de esta parte de la monarquía, aislada ya de la Metrópoli, que ocupaban los franceses.

Bajo tales disposiciones, incubándose así un nuevo órden de cosas, absolutamente novedoso para la América, sumida hacía 300 años en la obscuridad y en la esclavitud mas ignominiosa, llegaba la patria argentina á 1810.

El sol del 25 de mayo de ese año, alumbró al fin el acto magnánimo de un pueblo en masa que proclama su libertad, y la sagrada inviolabilidad de sus derechos. La cabeza del vireinato, la ínclita Buenos Aires, fué la que dió ese primer paso á la grande obra de nuestra rejeneracion política, de nuestra gloriosa independencia. Ilustres historiadores argentinos, con brillante pluma, han narrado ese acontecimiento, que perpetuará el heroismo y las virtudes de los preclaros varones que lo prepararon y llevaron á término.-Su verificacion en la capital de Cuyo, es lo que hemos prometido. describir en esta primera parte de nuestros Recuerdos históricos.

Pero antes de esto, queremos consignar aquí un hecho que creemos muy importante en la historia de Cuyo.

El año de 1808 recibía de Cádiz el respetable español don Juan Cobo, vecino de Mendoza, unas pocas estacas del álamo llamado de Italia, (Populos fustigiata) y del de la

misma familia negro (Populos nigra), y algunas semillas de otros árboles exóticos, que plantó en su quinta para cultivarlos, aficionado como era á esta especialidad de la horticultura-De ahí la prodigiosa multiplicacion del primero que, como hemos dicho, ha sido un ramo de riqueza para Mendoza y San Juan, donde no se tenían maderas de consconstruccion, recibiéndolas á muy alto precio de Chile, Paraguay y Tucuman.

El Cabildo de la capital de Cuyo, el año 14, premió al señor Cobo, por tan importante servicio hecho al país, con la carta de ciudadano, muy difícil entonces para los españoles conseguirla, y con la escepcion durante su vida de toda contribucion ordinaria y estraordinaria, en tiempos en que la guerra de la independencia, demandaba con exijencia recursos de toda especie, sacándolos en grandes sumas de aquellos que se les consideraba enemigos.-Esta justa y privilejiada concesion fué confirmada, con señalada espontainedad por el gobernador de la provincia, general don José de San Martín.-¡Y cosa admirable, que por su rareza, bien merece elevarse á la categoría de hecho histórico-Todos los gobiernos, los caudillos mas arbitrarios, en la larga vida del señor Cobo (falleció en 1835), respetaron siempre el merecido premio que le acordó el Cabildo. En ninguna vez, en la época de la guerra de la independencia, que fueron tan perseguidos los españoles, ni en el dilatado y horrible período que comprende las dos primeras luchas civiles, se le gravó en lo mas mínimo en su persona y propiedades.-Los Aldao, Quiroga y los gobernadores mas despóticos de Mendoza en el partido federal, jamás dejaron de acatar aquel antiguo privilejio, no obstante que los hijos del señor Cobo estuvieron siempre afiliados en el partido unitario. ¡Digno galardon tributado al virtuoso y patriota Propagador del álamo! (1)

I. Al presente se trabaja en Italia por el mejor escultor una estátua colosal. de mármol, representando al señor Cobo. Dedícasela la ciudad de Mendoza para perpetuar así la memoria de uno de sus. mas distinguidos benefactores.

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III.

Hemos visto ya la situación en que se encontraba la provincia de Cuyo y muy particularmente su capital, el dia en que Buenos Aires proclamaba en nombre de los pueblos del Plata su emancipacion de la corona de España, no obstante que dijeran los documentos oficiales, que seguíase gobernando por el rey Fernando VII, preso en Valenzey.

Desde aquel centro donde estaba elaborándose la grande obra de la revolucion, partió la chispa eléctrica que inflamó el sentimiento de libertad que abrigaban ya los corazones argentinos. De un estremo al otro del vasto territorio del caduco vireinato, levantóse unísono el grito de patria é independencia.

En todas partes, entrando el año de 1810, se dejaba sentir ese rumor sordo que precede á las grandes conmociones políticas, así como en la naturaleza déjase oir antes el ronco rujir de la tempestad, pronta á estallar. Los patriotas reuníanse y combinaban la propaganda de las ideas transmitidas de la capital. Los españoles tenían sus conciliábulos para sofocar las tendencias revolucionarias de aquellos y proyectar planes de resistencia. De los individuos habia pasado á las familias la division por opiniones políticas, y en todo se veía aparecer ese espíritu febril, entusiasta, que se apodera de las almas cuando se aproxima un cambio radical en el órden social y político. Cuyo pasaba en esos momentos bajo la influencia irresistible de una tal escision. Atravesaba un periodo de prueba en el que se jugaba el porvenir de la patria, su libertad ó su esclavitud, mas abyecta y aherrojada en adelante. No habia que vacilar.-La actualidad en que los acontecimientos europeos habian colocado á la América, era propicia. Si se dejaba pasar aplazando para mas tarde la revolucion, casi era seguro que fracasaría, desembarazada que estuviera la Metrópoli de la guerra con la Francia. Comprendióse del todo la situacion por nuestros padres y con el mas decidido arrojo alzaron en alto la bandera de nuestros sacrosantos derechos.

Al ocultarse el sol en uno de los dias de mediados de junio de 1810, llegaba á la ciudad de Mendoza el oficial don Manuel Corvalan, (general en sus últimos años) portador de despachos de la Junta Gubernativa instalada en Buenos Aires el 25 de mayo de ese año, para las municipalidades de Mendoza, San Juan y San Luis. Este patriota y activo ou cial, hijo de la primera de estas ciudades, habia corrido precipitadamente la posta á caballo, en cumplimiento de las órdenes perentorias de aquella suprema autoridad. El Cabildo se reunió en el acto en la sala Capitular, y hallándose en ese año compuesto en su mayoría de respetables ciudadanos, iniciados en la revolucion, convocó al pueblo á son de campana. La ciudad toda se puso en conmocion-la alarma fué dada, y los partidos de americanos y españoles (patriotas y godos), se pusieron en accion. La concurrencia era inmensa á los salones y galerías alta y baja de las casas consistoriales, llenáronse, á la vez, el recinto de la plaza principal en donde estas ocupaban un costado-querían imponerse del despacho del gobierno de la Capital, no obstante que el oficial Corvalan, cercado y sostenido en hombros de la multitud entusiasmada, proclamaba los santos principios de la revolucion de mayo y narraba los acontecimientos que acababa de presenciar en la Capital.

El silencio fué restablecido por un momento mientras se leían aquellos despachos, que contenían el acta del Cabildo abierto celebrado el 25 de mayo en Buenos Aires, el nombramiento del nuevo gobierno, depuesto que habia sido el virey Cisneros, y su circular á todos los pueblos del Rio de la Plata concitándoles á adherirse á la revolucion y á reconocer, prestar obediencia, cooperacion y ayuda á la suprema autoridad que investía. Concluido ese acto, el pueblo pronuncióse en favor de aquella con ardorosos vivas á la libertad, al gobierno de Buenos Aires, y loco de júbilo corrió las calles y plazas mucha parte de la noche celebrando tan gran acontecimiento, victoreando á sus autores en medio de los abrazos y felicitaciones mútuas.

Entretanto, los oficiales reales y el comandante Anzay,

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