Imágenes de páginas
PDF
EPUB
[ocr errors]

A pesar de esto y de que Belgrano regresó á su patria, Rivadavia de acuerdo con su ex colega resolvió proseguir su cometido, confiando mucho más de lo que era lógico suponer en que las dificultades de orden político y económico con que luchaba la corte de España, facilitarían el camino para monarquizar á las Provincias Unidas. "En la imposibilidad de recabar partido alguno de cualquiera de las naciones capaces de ocurrir á nuestras necesidades, — escribe Rivadavia en una relación que presenta con fecha posterior al director del Estado en la urgencia de evitar los terribles efectos de una victoria decidida y universal de los principios contrarios é inconciliables con los que dominaban en ese país y que aunque con error se creían los únicos, no echamos de ver otro recurso que anticiparnos á cortejar los principios triunfantes, entrando á tratar directamente con la corte de España. Instruido de la dificil situación. del rey Fernando, de la mucho más embarazada situación de su ministerio, no dudé de que un proceder prudente que lisonjease el orgullo español, y pusiese al mismo tiempo al monarca y ministros. en la necesidad de largar ellos primero prendas, había de producir uno de dos efectos: ó el que para evitar un tratado viniesen á fuerza de acuerdos parciales á complicarse en una progresión de dificultades que los obligasen á contribuir, mal de su agrado, á nuestra independencia; ó que cortasen brusca é impolíticamente la negociación, dando una arma poderosa á los partidos contrarios de dicho país, y suministrando las últimas y más

concluyentes pruebas de nuestra participación á las demás naciones... etc. "(1).

En este programa diplomático se perfila la petulancia grandiosa de Rivadavia, quien no obstante los errores en que persistió durante la larga lucha por la organización argentina, se recomendará siempre á nuestra historia por la elevada moral de todas sus acciones, hija de una virtud conciente y reposada, tan poco común en los políticos.

Desde luego se ve que lo que no pudo obtener de Carlos IV destronado, dependiente de su hijo hasta por la asignación para vivir que éste le pasaba, é inclinado á cierto liberalismo de circunstancias por la reina María Luisa y por Godoy, era lo mismo que Rivadavia pretendía de Fernando VII rey absoluto, cuyas ideas respecto de América se mantenían como dogma en toda la Península, á tal punto que el historiador Toreno, dirigente del partido liberal en ese mismo año de 1815 había declarado en el Congreso que "no había que capitular con rebeldes, pues la calidad de tales los inhabilitaba para que rigiesen con ellos las reglas y pactos establecidos entre naciones cultas ".

Véase con qué candor se refiere a su conferencia con Ceballos, ministro del rey Fernando: “El pretendido político y diplomático de España estaba tan tranquilo y orgulloso de su superioridad sobre el neófito de ultramar, que en nuestra pri

(1) Carta de Rivadavia al director Pueyrredón, de fecha 6 de noviembre de 1816. Vease Revista de Buenos Aires, tomo XIV, página 509.

mera audiencia ni me proporcionó el placer de ganar con mérito la situación más ventajosa y explorar y conocer á mi satisfacción todo el campo. Luego que me vi seguro y en terreno propio le hice mi exposición en español tan neto... que esto y el eterno interrogatorio que había sufrido lo pusieron fuera de combate " (1).

Esto no obstante, en su primera comunicación al ministro Ceballos, Rivadavia le manifiesta que "la misión de los pueblos que lo han diputado se reduce á cumplir con la sagrada obligación de presentar á los pies de Su Majestad, las más sinceras protestas del reconocimiento de su vasallaje, felicitándolo por su venturosa y deseada restitución al trono; y suplicarle que como padre de sus pueblos se digne darles á entender los términos que han de reglar su gobierno ". Y como si hubiese querido atenuar el reconocimiento de vasallaje que lo colocaba en la imposibilidad de invocar los derechos de los pueblos del Plata, Rivadavia dirigió subsiguientemente á Ceballos otra comunicación en la que suplicaba al rey se dignase enviar á aquel país uno o más sujetos para que le informasen con verdad y aún resolviesen conforme à las facultades que el rey les confiriese (2).

La respuesta del ministro Ceballos fué insolente y categórica. El rey, le dice deseando la

{1, Carta á Pueyrredón ya citada. Revista, página 511. (2 Véase estas comunicaciones en los Documentos inéditos acerca de la misión de don Manuel J. García publicados por su hijo el doctor Manuel R. García época de Pueyrredón). Buenos Aires, 1883, página 26.

[ocr errors]

tranquilidad de sus dominios se prestó á oir las expresiones de sumisión y vasallaje de los que se dicen diputados del llamado gobierno de Buenos Aires. Le ha dado pasaporte para venir á esa corte á fin de tratar los medios de establecer el orden y el verdadero respeto á la autoridad de Su Majestad. En su primera conferencia el diputado le presenta su credencial tan informal que le dió motivo para sospechar de su autenticidad. Preguntó al diputado si tenía instrucciones y éste le respondió que habiendo en la Junta de Buenos Aires algunas cabezas exaltadas, le pareció que era preferible no traerlas en forma de irritar el ánimo de Su Majestad. Y con esto y con haber manifestado al diputado el deseo del rey de poner término á las perturbaciones de Buenos Aires, terminó la primera conferencia. Dos días después, don Juan Manuel Gandasegui manifestóle en nombre del diputado que se le había olvidado decirle que en un capítulo de sus instrucciones se le prevenía el punto á que se refiere el segundo oficio del diputado, lo cual envuelve una contradicción que aumenta las sospechas contra la buena fe de que debían estar animados unos sujetos que arrepentidos acuden á la clemencia de su soberano.

Estas sospechas crecieron con la noticia de que los corsarios de Buenos Aires se habían apostado en las cercanías de Cádiz para hostilizar al comercio de la peninsula, y dan á entender que los designios de Buenos Aires son de ganar tiempo y adormecer las providencias reclamadas por el decoro del gobierno del rey.

"En consecuencia, termina Ceballos, ha determinado Su Majestad que usted se retire de su real garantía, pues como quiera que ésta se concedió á un sujeto que se creyó adornado de las cualidades que inspira la confianza, después de las conferencias, es otro muy distinto á los ojos de la ley " (1).

Todavía Rivadavia dirigió al ministro Ceballos su comunicación de 28 de junio, en la que si bien levanta valientemente los cargos brutales que aquél le dirige, no puede menos, dadas las circunstancias, que reiterar "los leales sentimientos de los pueblos á su soberano ", y pedir una especie de amnistia en estos términos: "Me considero en la obligación de protestar que aquellos pueblos están de buena intención dispuestos á entrar en el plan general que se establezca para todos sus hermanos. en América en este caso no tratarán de impetrar más la piedad de su soberano, sino aquellas providencias que aconseja la prudencia para contener las venganzas y cortar los sentimientos y animosidades que ha producido la guerra civil" (2).

El dia 8 de julio de 1816 el mismo Gandasegui comunicó al ministro Ceballos haberle entregado á Rivadavia el pasaporte para salir de la península. Asi terminó este negociado de monarquia. En los dos años que Rivadavia lo trabajó, no obtuvo mejor resultado que el de conocer lo que ya él preveia, es á saber, que la expedición armada que se creía

1; Documentos inéditos cit., pág. 28.

(2) Idem, pág. 38.

« AnteriorContinuar »