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como el que invocaban los que decían haberlos ocupado por derecho divino y nada más que porque se conceptuaban predestinados como sus padres.

Y en agosto del mismo año llegaba á Buenos Aires un comisionado de Napoleón I con el objeto de hacer reconocer su dinastía en el Rio de la Plata. El gran batallador había puesto sus ojos en estas ricas comarcas para agregarlas al trono de su hermano una vez que él le pasase la corona que en su favor habían renunciado los Borbones de España. En tal concepto dió instrucciones reservadas á M. Claudio Bernard, marqués de Sassenay, quien había conocido anteriormente á Liniers y quien se trasladó en misión diplomática al Río de la Plata en el bergantin de guerra Consolateur, trayendo consigo algún armamento para usar de él en el momento oportuno (1).

El 13 de agosto de 1808, según los papeles de la época, el enviado de Napoleón fué recibido en la Fortaleza por una junta que presidió Liniers y que se componía de miembros de la audiencia y del Cabildo. Sassenay les puso de manifiesto sus credenciales y los pliegos que acreditaban las novedades ocurridas en el trono de la península, entre ellas una provisión del real consejo de Castilla, en la que se daba contraorden á los virreyes y gobernadores de América respecto de la jura á don Fer

(1) Los datos relativos á esta misión se encuentran en el libro escrito por el hijo del marqués de Sassenay, titulado Napoléon 1er et la fondation de la République Argentine. París, 1892.

nando VII. "A presencia de todos, dice el Deán Funes (1), se abrieron los pliegos mencionados, en los que hacía saber Napoleón la nueva dinastía levantada en España. Promesas y amenazas, todo se derramó aquí con sumo estudio, á fin de ganar un consentimiento sostenido por el peso de la esperanza y del temor. Una conmoción inusitada se experimentó en los ánimos de los que componían esa junta".

Si el espíritu ligero é impresionahle de Liniers se sintió por momentos inclinado á la grandiosa aventura del coloso militar que por entonces llenaba el mundo con la fama de sus victorias, es cuestión que no han puesto en claro los que sobre tales hechos escribieron y que, por otra parte, no hace al fondo de este trabajo. Basta á mi objeto dejar sentado que todos sus procedimientos y mani festaciones desacreditan esa especie. Su misma proclama á los habitantes de Buenos Aires, de la cual sacaron argumento sus adversarios para minar su influencia, y su carta á la princesa Carlota de Borbón son verdaderas satisfacciones al sentimiento y á la tendencia de la masa del pueblo en que él se apoya, aunque no mide la evolución que ella inicia y que nada ni nadie podrá en breve cohonestar.

El marqués de Sassenay, hijo del enviado de Napoleón, en el libro ya citado (2), refiere la con

(1) Historia civil, tomo III, pág. 469.

(2) Página 147. Véase el importante estudio bibliográfico que sobre el libro Biographie de Liniers escribió don Juan María Gutiérrez en el tomo XIII, pág. 308 y siguientes.

versación íntima que su padre y Liniers mantuvieron en la noche del 13 de agosto, en los siguientes términos, que si algo acreditan es el natural vacilante é indeciso del héroe de la Reconquista: "Dejo aquí la palabra al enviado francés, cuyo informe copio textualmente... Se excusó (Liniers) y creo que sinceramente, por la manera como me había recibido, diciéndome que su posición así lo exigía; que no tenía tropas regulares, que su autoridad reposaba únicamente en la opinión, y que toda la adhesión que se le tenía desaparecería desde el momento en que él se apartase de lo que parecía el voto general. Aseguróme que deseaba que se cambiase ese gobierno que no le había agradecido los servicios que le había prestado, pues se le había dejado como virrey interino en vez de confirmarlo en propiedad; pero que era necesario proceder con prudencia y esperar que las circunstancias le permitiesen pronunciarse que entre tanto contemporizaría; que él me proporcionaría los medios para que regresase inmediatamente, á fin de que yo diese cuenta de la situación é hiciese de manera que se le enviase algunos auxilios en hombres y en dinero, y que entonces él podría realizar lo que deseaba; que su interés y la de la estimación que le inspiraba el Emperador, lo atraían más á la nueva dinastía, la cual fijaria su suerte, concluyendo con la incertidumbre en que vivía... `

De esta referencia autorizada se deduce que el Enviado francés, por un momento pudo creer en el afianzamiento de la nueva dinastía en el Río

de la Plata (1), como respecto de la península lo creyeron muchas gentes de vastas vinculaciones y de renombre. Lo cierto es que el marqués de Sassenay fué reembarcado sin mayores trámites intimándole, bajo serias responsabilidades, el más profundo silencio respecto de las nuevas de que había sido portador. Y unidos el pueblo nativo que á Liniers sostenía y la Audiencia, el Cabildo y el elemento peninsular en el pensamiento de rechazar la nueva dinastía, procedieron á jurar pomposamente (el 21 de agosto) al rey don Fernando VII. " Dejad á la Europa el cuidado de recuperar sus derechos, entre tanto vuestra suerte está decidida", decía con tal motivo en una proclama el famoso alcalde Alzaga, en nombre del elemento peninsular y esencialmente monárquico. Y el elemento patrio, al asociarse á tal idea, y jurar al monarca cautivo y nominal, como lo juró, implícitamente dejaba consagrado que la colonias debian obediencia á la persona del monarca; que destronado éste y ocupado el territorio de la península española por un conquistador, no le debían á éste tal obediencia, y que roto así el vínculo que en un principio las ligaba, las colonias no debían seguir la suerte de la metrópoli. En una palabra, que las colonias no dependian de la España sino del monarca á quien habían jurado obediencia y que, caducando éste caducaban todas las autoridades que de él emanaban...

Esta doctrina arrancada á las propias circuns

1 Véase libro citado, pág. 151 y siguientes.

tancias y fundada en los principios del derecho español por lo que á América se refería, dió propiamente motivo y hasta sér legal á la grande revolución que se operó poco después, lanzando entre tanto á los hombres mejor preparados á evolucionar alrededor de la monarquía, pero con el designio preconcebido de independizar de la metrópoli á las provincias del Río de la Plata.

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