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ciales y el rosario, fijándose en la iglesia Catedral de México un sambenito, como á hereje formal reconciliado". . . ........... Y concluida la lectura de la sentencia, el inquisidor decano procedió á la ceremonia llamada la reconciliacion en el tecni cismo inquisitorial, ordenando que se aplicasen á la víctima azotes con varas, durante el rezo del salmo "Miserere", y en seguida continuó la misa rezada.

Dejemos á Alaman, autor nada sospechoso á la faccion clerical, el relato de la degradacion. "...... Acabada és"ta (la misa) se siguió la ceremonia de la degradacion, para "la cual el obispo de Oaxaca aguardaba revestido de ponti"fical, en la capilla que está á los piés de la sala del tribu"nal. Morelos tuvo que atravesar toda ésta de uno á otro "extremo, con el vestido ridículo que le habian puesto y con "una vela verde en la mano acompañado por algunos fami"liares del Santo Oficio: el concurso numeroso, más ansioso "cada vez de verlo de cerca, se levantó sobre las bancas al "pasar por el espacio que entre ellas se habia dejado. Mo"relos, con los ojos bajos, aspecto decoroso y paso mesura"do, se dirigió al altur: allí, despues de leída públicamente "por un secretario la sentencia de la junta conciliar, se le "revistió con los ornamentos sacerdotales; y puesto de ro"dillas delante del obispo, ejecutó éste la degradacion por "todos los órdenes, segun el ceremonial de la Iglesia. Tolos "estaban conmovidos con esta ceremonia imponente; el obis"po se deshacia en llanto; (*) solo Morelos, con una fortale"za tan fuera del órden comun, que algunos la calificaron de "insensibilidad, se mantuvo sereno, su semblante no se in"mutó, y únicamente en el acto de la degradacion se le vió "dejar caer alguna lágrima."

Este momento de turbacion que sufrió Morelos, fué cuando el verdugo se acercó á raerle las manos. Pero muy lue

(*) Despues de haberle condenado á la degradacion en la junta conciliar de que fué miembro!-J. Z.

T. IV.-II.

go recobró su habitual entereza, y allá, en el fondo de su a'ma, debió sentir un profundo desprecio por sus mezquinos y cobardes enemigos. Faltaba á su gloria, faltaba á su noble existencia, la persecucion de la rencorosa secta católica; y á fé que tantos tormentos y tal lujo de barbárie, dieron al béroe mexicano un nuevo título á la gratitud de la posteridad!

LXXX.

Cuéntase que una noche, cuando todos esos ódios feroces de inquisidores, obispos y tiranuelos que oprimian entónces á nuestra pátria habian concedido un momento de descanso al ilustre mexicano, se abrió la puerta del fétido calabozo donde se le tenia sumergido. Morelos ni siquiera volvió el rostro porque era frecuente que algunos españoles, cohe chando al carcelero, le fueran á insultar y á cubrir de improperios. Mas fué grande su sorpresa cuando halló frente á sí al médico mexicano Francisco Montesdecca, que le ofrecia sacarle de su prision y ponerle en libertad. "El carcelero duerme el sueño de la embriaguez, decíale Montesdeoca, vd. no tiene grillos, en las puertas no hay centinelas.... sálvese vd., senor....." Morelos escuchaba enternecido á aquel hombre que le ofrecia la libertad, la vida, el término de tantas humiIlaciones; pero despues de reflexionar un momento, le dijo

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con firmeza: "Amigo mio, es muy fácil cosa averiguar que vd. "me ha sacado, pues vd. entra y sale por razon de su destino en "estas cárceles; vd. tiene familia, y de consiguiente, dentro de po"co es perdido con ella.... No permita Dios que yo le cause el "menor daño; déjeme morir, y en mi terminará todo..

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Y torno á cerrarse la puerta del calabozo, sin que las generosas instancias de Montesdeoca hubieran logrado vencer su heróica abnegacion.

LXXXI.

Saciada la crueldad de la Inquisicion y del clero alto en el preclaro caudillo, y concluida la causa que habia formado la jurisdiccion real, fué trasladado Morelos de la Inquisicion á la Ciudadela la noche del 27 de Noviembre. Nuevos interrogatorios hubo de sufrir allí el ilustre prisionero, pues Calleja esperaba obtener informes detallados de las fuerzas que combatian aun por la independencia. A nadie comprometió Morelos al contestar los cargos que le hizo el célebre Bataller; y fué tal su dignidad, que es fama que los oficiales españoles, y aun el mismo Concha, le tributaron en sus últimos dias las mayores consideraciones, compatibles con su triste situacion de prisionero.

El 20 de Diciembre, el virey Calleja, que habia diferido

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