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HERMENEGILDO GALEANA.

I.

Mil ochocientos diez, año de gloria,
Levántate del fondo del pasado;
Y ven hoy, que te evoca la memoria,
De sangrientos recuerdos coronado!

EUSEBIO LILLO.

ENERACION titánica fué aquella que proclamó y realizó la independencia de México.

De todas partes, de todas las clases sociales, de los campos, de las ciudades, de las sierras, brotaban hombres esforzados, que buscaban la lucha sin temor; que se improvisaban armas; que levantaban ejércitos, y hacian de la patria el ideal de su existencia, sacrificándo en sus aras cuanto el hombre tiene de grato y cariñoso, cuantas esperanzas germinan en su mente, cuantas dulzuras encierra la humana vida. 221

T. IV.-15.

Aquella generacion, era una generacion ignorante, generacion aislada del mundo, nacida bajo la tutela de la monarquía absoluta y de la intolerancia católica.

Fenómeno tan extraño era, por cierto, aquel entusiasmo que mostraba un pueblo por un bien que apenas comprendia; aquella decision en romper con todo un pasado que descansaba en las sólidas bases de la costumbre, la tradicion y la ignorancia; pero fenómeno que vino á probar una vez mas, que es la libertad un instinto del corazon humano; que es el progreso la ascendente é invariable escala de las razas; que los pueblos, como los individuos, tienden sin cesar á su propio mejoramiento y á su propio bienestar!

Pero natural como parece aquel instinto de la colonia á buscar una vida propia, una existencia política y una legíti ma propiedad de sus destinos, por mas que fuera justo y necesario que aquel pueblo, que sin comprenderlo siquiera, se sentia fuerte y tendia como el adolescente en su transicion á la juventud, á tener la responsabilidad al par que el libre goce de sus acciones; y por mas que en esas aspiraciones innegables los pueblos se parezcan á los hombres, no es menos admirable, no es menos sorprendente, el gigantesco esfuerzo y la lucha que realizaron aquel deseo tan natural, tan justo, tan lógico.

Héroes, y héroes esforzados son, los que obedeciendo á secreto impulso, revelan en sus acciones públicas las inspiraciones de su razon y los dictados de su conciencia; los que recobran su dignidad de hombres sin pueril temor al medio que los rodea, y sacrifican en el altar de la razon humana, los sentimientos de su educacion, los afectos de su hogar, las consideraciones de su sociedad, y cambian el presente por el porvenir.

Para realizar esto, no basta sentirlo: se necesita poseer la virtud de la abnegacion.

No merecieron en la antigua Grecia los dictados de semidioses y héroes, y los cantos de la epopeya y la tragedia, si

no los ánimos esforzados que luchaban contra un destino inflexible en sus sentencias...

...

Ya se han narrado en este libro la audaz empresa y el sacrificio heróico de los primeros caudillos de aquella lucha; las innumerables conspiraciones que la precedieron; las acciones que engendraron sus ódios, y las sangrientas peripecias de sus primeros dias.

Hemos visto cómo los ensangrentados destellos de aquella aurora, se ocultaron tras de la negra sombra de los cadalsos de Chihuahua, y cómo reapareció sobre esa nube de profundo dolor, el sol de un nuevo dia alumbrando en su carrera de triunfos al inmortal Morelos.

Morelos, que sin detener un instante su paso, se encumbró en alas de su génio militar y de su fé política, desde la nada y la impotencia hasta la apoteósis del triunfo, y desde la apoteosis del triunfo hasta la gloria del martirio, se vió rodeado bien pronto de una cáuda de hombres de corazon, sin miedo, de rústicas y sencillas virtudes, de generosos y elevados sentimientos, de hombres brotados á su paso, como las flores que abren sus corolas y extienden sus pétalos al paso del sol hasta el zenit.

Al recorrer la historia de aquellos dias, al estudiar aquella campaña inmortal, en la que cada encuentro, cada escaramuza, era un triunfo ó un martirio para los soldados insurgentes; al contemplar cómo se encumbró sobre el eterno pedestal de la admiracion histórica, un humilde cura de aldea, evocamos sin querer las augustas sombras de los Bravo, de Quintana Roo, de Matamoros, Liceaga y los Galeana, guerreros, esforzados, ilustres estadistas, eminentes patricios, republicanos sin tacha, mártires sublimes!

II.

Entre estas sombras brilla con todo el explendor del heroismo y del arrojo, de la franqueza genial y de la constancia indomable, la de HERMENEGILDO GALEANA.

Los hermanos Galeana vivian modesta y holgadamente en Técpam, humilde poblacion que se levanta en el hoy Estado de Guerrero, entre las costas del Pacífico y la cordillera de la Sierra-Madre. Sus propiedades rústicas les daban una subsistencia asegurada, y un trabajo recompensado por la fertilidad del clima y la prodigalidad de la naturaleza en aquella zona.

Las grandes fiestas del pueblo las celebraban ellos con extraordinaria pompa, para lo cual habian comprado un pequeño cañon á unos náufragos que habian arribado á aquella costa.

Nunca tal vez vislumbró su mente otro horizonte, ni sintió su corazon otras ambiciones que las de aquella dichosa mediania.

Pasaba esto en Noviembre de 1810. Morelos despues de recibir de Hidalgo el encargo de sublevar las provincias del Sur, habia salido de su curato con unos veinticinco hombres, habia sorprendido al comandante español Páris, y se dirigia sobre Acapulco. En su marcha pasó por Técpam, en donde como era natural, conoció y trató á los hermanos Galeana.

La palabra insinuante de Morelos, hubo de despertar en ellos el sentimiento de la patria; porque abandonando sus bienes, su vida tranquila y sosegada, se unieron al pequeño grupo de insurgentes que acaudillaba Morelos, y llevaron por contingente el primer cañon que poseyó el héroe de Cuautla, el mismo que servia para las fiestas de la hacienda, y que fué llamado el Niño.

Este cañon cayó en poder de Calleja, cuando la toma de Cuautla.

Los hermanos Galeana, y en especial Hermenegildo, estuvieron presentes á todas las acciones de Morelos. Ellos fueron los que mandaban las columnas que asaltaron á Orizaba en Octubre de 1812 y en aquella célebre retirada por las cumbres de Aculzingo, Morelos lloró durante algunos instantes á lo que él llamaba su brazo derecho. En Cuautla, Hermenegildo defendió uno de los reductos mas avanzados, rechazando varias veces á las columnas españolas, y al fin murió como sus hermanos, en el campo de batalla.

Morelos, en su honor, dió el nombre de Técpam, á la provincia que creó en el Sur, antes de la instalacion del primer congreso mexicano.

III.

Con la muerte de Morelos, con la dispersion de casi todos sus capitanes, entre los que figuraba en primera línea Galeana, la causa de la independencia estuvo próxima á sucumbir.

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