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AGUSTIN DE ITURBIDE.

I.

BA á sonar la hora de la independencia del pueblo me

xicano.

Un observador superficial del estado que guardaba la Nueva-España á fines del año de 1820, habria notado, que el gobierno de los vireyes volvia á tomar su antigua estabilidad, tan hondamente perturbada por los acontecimientos de 1810: los habitantes habian vuelto á entregarse á sus ocupaciones habituales, tornando á levantarse el comercio, la agricultura y la minería de la postracion en que yacieran: los empleados, los propietarios y los eclesiásti cos creian poder gozar pacíficamente de sus rentas: las de la corona se iban aproximando á los productos de los mejo res dias, y se procuraba aliviar en un tanto la situacion de los pueblos, disminuyendo las contribuciones que se crearon para el sosten de las tropas. Parecía haberse extinguido en los espíritus el gran pensamiento de la independencia, y que el pueblo abyecto aceptaba resignado, todavía por muchos siglos, el pesado yugo de la dominacion extranjera. Apenas

un puñado de valientes á las órdenes del ilustre general D. Vicente Guerrero defendia con honrosa constancia la bandera de la libertad, en un punto de las costas del Sur, en donde su indomable valor, unido á las dificultades naturales que oponian un clima mortífero y un terreno montañoso, habian impedido que las tropas españolas obtuviesen la victoria.

Tales eran los caractéres aparentes de aquella situacion, que fácilmente dejaban descubrir la realidad. El espíritu público habia cambiado en pocos años de una manera increible, é iba desapareciendo en los mexicanos, ese hábito de pasiva sumision que formaron en ellos tres siglos de un hábil sistema opresor; no siendo posible mantenerlos por mas tiempo en esa completa ignorancia de sus derechos, en que hasta entonces habian vivido. Las obras de Montesquieu, Filangieri, Vatel, Jovellanos y otros, circulaban y eran leidas con avidez. El movimiento liberal que en la misma España habia dado por fruto la conquista de los principios consignados en la constitucion de 1812, encontró eco en las colonias; y cuando uno de ellos era el reconocimiento de la soberanía del pueblo, no era fácil evitar que se desarrollaran sus naturales consecuencias.

En ese año de 1820, acababa de rebelarse contra el rey el ejército español, destinado á seguir la guerra en favor de la dominacion colonial en la América del Sur, proclamando el inmediato restablecimiento del código político de que hablamos. Sucesivamente fueron recibiéndose en México las noticias del movimiento iniciado por el coronel Riego y de los rápidos progresos, que en tan poco tiempo obligaron al rey á jurar la constitucion española. Entonces fué cuando el virey Apodaca juzgó oportuno ofrecer á Fernando VII, un asilo en la Nueva-España.

Estos acontecimientos causaron grande sensacion entre los mexicanos, y les dejaron entrever la facilidad de proclamar y llevar a cabo la independencia.-Contaban ya para facilitar esta empresa, con la libertad de imprenta y con la creacion de ayuntamientos constitucionales. El tribunal de la fé

habia desaparecido. La poblacion europea comprendia cuán difícil seria contrarestar este impulso, y se conformaba con que se llevase á cabo la obra, siempre que no se empleasen para ello, los medios violentos y desorganizadores de 1810, que todavía recordaba con horror, halagándole la idea de que se estableciese en la Nueva-España una monarquía regida por alguno de los príncipes de la familia reinante en la Península; lo que no era ciertamente nuevo, puesto que el conde de Aranda lo habia propuesto al rey Cárlos III, cincuenta años antes.

El clero y las clases privilegiadas que tan grande influencia ejercian entonces, que veian en los principios revolucionarios de 1812, una amenaza para la existencia de sus rentas y beneficios, se adherian como por instinto á esta idea. El mismo Fernando escribia desde Madrid á su virey Apodaca á fines de ese año, entre otras cosas lo siguiente: (1) "Para que yo pueda lograr la grande complacencia de verme libre de tales peligros, (Fernardo temia correr en su patria la triste suerte de Luis XVI y de su familia) de la de estar entre mis verdaderos y amantes vasallos los americanos; y de la de poder usar libremente de la autoridad real que Dios tiene depositada en mí, os encargo que, si es cierto que vos me sois tan adicto, como se me ha informado por personas veraces, pongais de vuestra parte todo el empeño posible y dicteis las mas activas y eficaces providencias, para que ese reino quede independiente de éste; pero como para lograrlo sea necesario valerse de todas las inventivas que pueda surgir la astucia, (porque considero yo que ahí no faltarán liberales que puedan oponerse á estos designios) á vuestro cargo queda el hacerse todo con la perspicacia y sagacidad de que es susceptible vuestro talento; y al efecto pondreis vuestras miras en un sujeto que merezca toda vuestra confianza para la fe

[1] Carta de Fernan lo VII al virey Apodaca, de 24 de Diciembre de 1820.

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liz consecucion de la empresa, que en el entretanto yo meditaré el modo de escaparme incognito, y presentarme cuando convenga en esas posesiones, y si esto no pudiere verificarlo, porque se me opongan obstáculos insuperables, os daré aviso para que vos dispongais el modo de hacerlo: cuidando sí, como os lo encargo muy particularmente, de que todo se ejecute con el mayor sigilo y bajo de un sistema que pueda lograrse sin derramamiento de sangre, con union de voluntades, con aprobacion general y poniendo por base de la causa, la religion que se halla en esta desgraciada época tan ultrajada, y me dareis de todo oportunos avisos para mi gobierno, por el conducto que os diga en lo verbal el sujeto que os entregue esta carta."

La independencia, pues, venia á conciliar los diferentes intereses, pues á la vez que se aseguraba la monarquía y se daban garantías á los españoles, el pueblo recibia una forma de gobierno mas análoga á sus necesidades, á sus costumbres y á sus hábitos. Esta era la opinion general, y desde luego se comprendia que los adictos al antiguo régimen de cosas se contaban en pequeño número, y solo opondrian al movimiento de emancipacion una resistencia floja.

En tales circunstancias, cuando los diversos intereses de un pueblo llegan á conciliarse, puede decirse que no hay hombres necesarios, y basta uno que tenga ciertas cualidades eminentes, para que acaudillando una empresa que parecia de imposible realizacion, la lleve á cabo con gloria.

No siempre se necesita un génio extraordinario, y basta á veces encontrar un hombre activo, enérgico y valiente, que apoyado en el interes comun, allane fácilmente los obstáculos que se oponen á su carrera.

La sencilla narracion histórica en que vamos á entrar, nos mostrará el verdadero carácter del célebre cuanto desgraciado mexicano que consumó la independencia de su patria.

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