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mo en el congreso como solicitaba;" pero Iturbide no esperó á que se le comunicase este acuerdo y se presentó en el salon de sesiones, acompañado de los otros miembros de la regencia. Se insistió en que saliese del salon, pero antes de hacerlo, dijo: "Yo no puedo abandonar los intereses de mi patria en manos infieles; el presidente mismo del congreso ha capitulado dos veces conmigo, defendiendo al gobierno español á que pertenece. Hay, ademas, en el seno del congreso, otros españoles de cuyo afecto á la independencia nadie puede responder." Indico en seguida los nombres de los diputados de quienes sospechaba y manifestó desconfianza de Yañez, su colega en la regencia. Los miembros aludidos salieron del congreso, quien recibió documentos que pasaron á una comision y los regentes se retiraron al fin, dejando á la asamblea confundida. Entonces se dibujaron ya con toda claridad las aspiraciones de los dos partidos que dividian al congreso. Los iturbidistas sostenian que era necesario para salvar la independencia entregarse en manos de su héroe y concederle lo que pedia; mientras que la oposicion alegaba que todo era una trama fraguada por Iturbide para apoderarse del mando absoluto, disolver la representacion nacional y proclamarse emperador. La comision encargada de dictaminar consultó al dia siguiente no resultar cargo alguno contra los diputados que denunció el generalísimo, y el congreso aprobando el dictámen, declaró que estaba satisfecho de la conducta de sus miembros acusados. Así terminó este ruidoso incidente, apareciendo Iturbide como un hombre que se deja arrebatar por sus pasiones, y como un acusador que no pudo probar lo que decia.

Entretanto, las cortes españolas, tan amantes otras veces del dogma de la soberanía popular; por una monstruosa contradiccion, acababan de declarar nulos y de ningun valor el plan de Iguala y los tratados de Córdoba; y el gobierno de Madrid habia dicho en 13 de Febrero de 1822, que eran para él ilegales y de ningun efecto todos los actos y estipulaciones habidos entre el general O'Donojú y D. Agustin de

Iturbide. Quedaba, pues, renunciado por los Borbones el derecho que les daba el tratado de Córdoba; y por otra parte, Iturbide combatia con encarnizamiento á los republicanos, porque segun dice en sus Memorias ya citadas, por mas seductura que apareciera á primera vista esta forma de gobierno, no podia convenir á los mexicanos. La consecuencia precisa que queria sacar de estas premisas, era que él debia ser el legítimo monarca.

La situacion no podia ya sostenerse; nada pedia el ejecutivo que el congreso no le negase, y era inminente un choque entre los poderes del Estado. Iturbide estaba cansado ya de⚫ sufrir desaires y temia que de un momento á otro se le despojase del mando. Estaba discutiéndose ya en el congreso un proyecto de ley en que se declaraban incompatibles las funciones del poder ejecutivo con el mando del ejército. Los acontecimientos iban, pues, á precipitarse; pero oigamos al mismo Iturbide como los refiere.

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