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siguiente, con objeto de cumplir mejor sus deberes religiosos.

A las seis de la tarde, él mismo avisó á la guardia que lo custodiaba, que habia llegado la hora. Al salir á la plaza exclamó: "daré al mundo la última vista;" la volvió sosegadamente á todas partes; se vendó por sí mismo los ojos: pidió un vaso de agua que apenas probó: al atarle los brazos, manifestó no ser necesario, pero instado por el ayudante, no hizo oposicion, y marchó hasta el lugar del suplicio con paso firme. Llegado allí, entregó al eclesiástico que le acompañaba su relox y un rosario que llevaba al cuello, para que los enviase á su hijo mayor, y una carta para su esposa: repartió á la tropa tres onzas y media de oro que llevaba en el bolsillo; y pidiendo permiso para hablar, dijo á la concurrencia, con voz tan entera y clara, que se oyó distintamente en toda la plaza: "Mexicanos! en el acto mismo de mi muerte, os recomiendo el amor á la patria y observancia de nuestra santa religion: ella es quien nos ha de conducir á la gloria. Muero por haber venido á ayudaros, y muero gustoso, porque muero entre vosotros: muero con honor, no como traidor; no quedará á mis hijos y su posteridad esta mancha; no soy traidor, no. Guardad subordinacion y prestad obediencia á vuestros jefes, que haciendo lo que ellos os mandan, es cumplir con Dios; no digo esto lleno de vanidad, porque estoy muy distante de tenerla." Rezó en seguida el credo: hizo un acto fervoroso de contricion: besó el crucifijo que le presentó el sacerdote, y haciendo fuego sobre él su escolta, cayó atravesado por una bala en la cabeza y cuatro en el pecho.

Los espectadores conmovidos, se deshacian en lágrimas. El cadáver, amortajado con el hábito de San Francisco, fué conducido á la pieza que servia de sala de sesiones al congreso, donde estuvo expuesto toda la noche, alumbrado por cuatro cirios. A la mañana siguiente se hicieron los funerales, costeados por el general Garza, con asistencia de la tropa, de mucha gente del pueblo y de los mismos diputados.... Uno de ellos, que era cura del lugar, y que habia votado la

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muerte, cantó la misa. Concluida ésta, se trasladó el cadáver, haciendo cuatro posas, á una iglesia vieja destechada, donde se le dió sepultura.

IX.

Despues de esta dolorosa catástrofe, la infeliz familia del Sr. Iturbide, se trasladó á los Estados-Unidos del Norte, en cuyo país vivió algun tiempo, dando ejemplo de grandes virtudes domésticas, y subsistiendo con una pension anual de ocho mil pesos que le fué asignada por el congreso. En cuanto al coronel Beneski, fué juzgado en un consejo de guerra, que lo condenó á salir para siempre de la República.

Por decreto de 3 Noviembre de 1833, el presidente SantaAnna, mandó que "las cenizas de D. Agustin de Iturbide fueran conducidas á México y conservadas en la urna destinada á los primeros héroes de la Independencia." Este decreto no llegó á cumplirse, y los restos del héroe permanecieron olvidados en su humilde fosa de Padilla, hasta el año de 1838, en que gobernando la República el general D. Anastasio Bustamante, fueron conducidos á la capital y colocados con magnífica pompa, en un sepulcro que se erigió para ese objeto, en la capilla de la Catedral dedicada á San Felipe de Jesus, en cuyo lugar existen actualmente.

Como un tributo de reconocimiento nacional, el congreso de 1835, hizo inscribir el nombre del libertador en el salon de sesiones; alzó la prohibicion para que su familia volviese al país; mandó pagar á ésta el millon de pesos concedido por

la Junta provisional gubernativa, que se exhibiria en dinero, segun lo permitiesen las circunstancias del erario; y trasladó á Nuevo-México y las Californias la concesion de tierras hecha en Tejas y que quedó subsistente, á pesar de la cesion de aquellos territorios á los Estados Unidos, en virtud de las reservas hechas en el tratado de Guadalupe. El hijo mayor de Iturbide se educó en Inglaterra, y sirvió á las órdenes del general Bolivar, hasta que fué nombrado secretario de la Legacion Mexicana, cerca de los mismos Estados-Unidos del Norte.

X.

Hemos seguido paso á paso la vida del Sr. Iturbide, procurando tomar la verdad de las mejores fuentes históricas. Pero si hay caractéres difíciles de juzgar, por las diversas faces que en su desarrollo presentan, uno de ellos es sin duda el del libertador de México.

Las contradicciones que á menudo se advierten en ese carácter, se encuentran siempre en ciertos vigorosos temperamentos, cuya índole flexible hace capaz á un hombre, segun las circunstancias que le rodean, de la virtud ó del vicio, de las mas criminales, como de las mas nobles acciones.

Valiente y audaz como soldado, pero tímido é irresoluto como gobernante; sanguinario y cruel como realista, y teniendo extremo cuidado de no derramar la sangre mexicana cuando ceñia una corona; entusiasta defensor del rey de España, y enemigo acérrimo de los defensores de la indepen

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