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hiestas lomas de Zacatepec, el rio que naciendo en las vertientes del Popocatepetl, va á mezclar sus aguas con las del turbulento Amacusac, y cuya profunda caja natural, mide doscientas varas de anchura por aquel rumbo del pueblo. Ciñendo la línea exterior que forma el caserío, cuya mayor longitud de norte á sur es de media legua y su anchura de un cuarto de legua, hállase una no interrumpida línea de espesa arboleda, sobre la que destacan los platanares sus flecos sonantes y lustrosos. Una atargea de mampostería de vara y media de espesor, y que se va elevando gradualmente hasta la altura de catorce varas, corre desde el Calvario, extremo norte de Cuautla, hasta la hacienda de Buenavista situada en el término sur, y ciñe toda la parte occidental, así como el barranco del rio sirve de foso por el lado del oriente.

El caserío de Cuautla, en 1812, con excepcion de algunas iglesias, se componia en su mayor parte de humildes casuchas de madera y zacate, unidas entre sí por cercas de piedra. Si el sitio sostenido por Morelos fué admirable, atendiendo á la debilidad natural de su posicion, y á los pocos recursos que estuvieron á su alcance, contrastando con los abundantísimos en todo linage que poseía el enemigo, esa defensa de dos meses toma las proporciones grandiosas de la epopeya.

XXXI.

Todo fué animacion y movimiento en el campo de Morelos, desde que se supo la llegada de Calleja á Pasulco. Confióse á Galeana la fortificacion de la plaza de San Diego situada al norte del pueblo; encargóse al general Leonardo

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Bravo la de Santo Domingo, y se encomendó al intrépido Matamoros y al coronel Víctor Bravo poner en estado de defensa el punto de Buenavista, el cual, como hemos dicho ántes, era el término sur del perímetro formado por el caserío y arbolados de Cuautla. Digno de contemplarse hubo de ser aquel rudo trabajo que ni la noche, ni la fatiga, ni el ardiente clima eran suficientes á minorar en lo mas leve. Hombres que no tenian nocion alguna del arte de la guerra, y entre ellos Galeana, que nunca supo leer, improvisaron en pocas horas una sucesion de sólidas trincheras, que fueron por más de dos meses el antemural de la libertad y de la independencia.

Morelos, por su lado, desplegaba igual diligencia: pasaba revista á las tropas, inspeccionaba el parque y armamento, enviaba emisarios al vecino pueblo de Amelcingo y á las haciendas inmediatas, con la órden de trasportar á Cuautla cuantas provisiones hallasen; y recorria todos los puntos que se fortificaban, alentando con su voz y con su ejemplo á los trabajadores y soldados.

Al amanecer del 18 de Febrero, una espesa polvareda que se levantaba luego en túrbios remolinos sobre la carretera de México, hacia el norte, indicó á los independientes que el feroz Calleja llegaba frente á Cuautla.

XXXII.

Un grito atronador lanzado por millares de bocas acojió á las avanzadas del ejército realista, apénas se disiparon las nubes de polvo que obstruian la vista de los defensores. Fué aquel un momento solemne. Todos ocuparon los puestos que

de antemano se les habian señalado, y esperaron serenos el asalto que deberian emprender las tropas realistas. Morelos observaba desde una altura á las fuerzas enemigas que cada momento aparecian mas numerosas inundando la llanura. De pronto pidió su caballo, y manifestó á los oficiales superiores que le acompañaban que iba á reconocer al enemigo, á la cabeza de su escolta. Galeana, Matamoros, los Bravos se esforzaron en vano por apartar al general de este peligroso proyecto. El primero de estos valientes jefes le pidió ir en su lugar, pero Morelos no accedió; y queriendo disipar los temores de su fiel lugar-teniente le dijo: "Déjeme vd., Galeana; solo voy al Calvario á reconocer con mi anteojo al enemigo" (*); y saliendo de la poblacion, cayó con su escasa fuerza sobre las avanzadas realistas.

Calleja habia previsto el acto de arrojo que el esforzado Morelos se propuso llevar á cabo con increible denuedo, y en consecuencia, dispuso que se emboscasen tras los matorrales de uno y otro lado del camino, gruesos pelotones de infantería con un cañon, para destrozar á la tropa independiente que se aventurase por la carretera. Apénas se presentó Morelos al frente de su escolta, huyeron velozmente las avanzadas realistas, pero al mismo tiempo las emboscadas comenzaron á cruzar sus disparos sobre el pequeño grupo de los independientes. La escolta de Morelos quedó diezmada en pocos momentos por aquel fuego incesante. Cayeron á su derredor los soldados mas queridos, otros tornaron á Cuautla, y pocos, muy pocos, permanecieron á su lado en medio de aquella lluvia de balas.... Entónces se avivó en Morelos la verba festiva de los valientes, esa alegría espansiva y ruidosa que rebosaba en Enrique IV y en Napoleon á la hora del peligro: "Muchachos, gritaba jovialmente el héroe, no corran, que las balas no se vén por la espalda." Y aguijoneando su caballo se revolvia entre las masas enemigas, co

(*) Bustamante. Cuadro histórico. Carta 2a tomo 2o

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