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to del interes político, se trasparentan en la correspondencia que siguieron ambos jefes durante el sitio de Cuautla.

Sentíase vengado Venegas con la impotencia de Calleja ante aquel pueblo tan pequeño, abierto á todo viento y de fendido por una escasa guarnicion, mientras las tropas, los elementos de guerra y las provisiones abundaban en el campo sitiador. Calleja quejábase á su vez de no tener á mano los medios necesarios para dar un asalto decisivo, ó bien para estrechar de tal manera el sitio, que diese por resultado la rendicion de la plaza, Decia Calleja á Venegas el 24 de Abril: "....Morelos fatiga con salidas y contínuo escopeteo "á este ejército cargado de tantas atenciones exteriores, cuan"do el solo sitio y bloqueo de Cuautla le ofrece sobrado ob"jeto de que ocuparse. Confia en los cuerpos que nos rodean, "y que para no ser sorprendidos, como ya lo habrian sido, "se han fortificado en Ocuituco y Tlayacac; que nos atacarán "combinadamente, obligándonos á un repliegue que abandone "los puntos de la línea distantes entre sí; y confia mas que "todo, en la irresistible estacion de aguas que tenemos ya "encima. No sé yo si los cuerpos de afuera se atreverán á "acercarse, lo que es muy difícil; pero siempre me obligan á "tomar muchas precauciones, á estar con mucha vigilancia, "á tener pronta alguna fuerza disponible, y á fatigar al ejér"cito, que disminuido de mas de ochocientos enfermos, en"tre los que envié á esa capital, los que existen en este hos"pital y los que permanecen en sus compañías y en sus tien"das, me han reducido á la necesidad de no poder relevar los "puestos, y á la imposibilidad absoluta de despachar cuer"pos por los convoyes, sin abandonarlos, cuyo abandono "aprovechará este enemigo vigilante; por lo que es indispen"sable que V. E. haga un esfuerzo para remitirme el convoy "de víveres, caudales y municiones, que ya necesito con ur"gencia, la artillería gruesa si hubiese de venir, y la termi "nante órden de lo que en estas circunstancias deba ejecutar......"

Venegas sentía lisonjeada su venganza con estas confesiones del que se tenia por el mas hábil militar de Nueva-Espa

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ña. Disfrazaba su júbilo con razones de interes general, y hé aquí lo que respondia á su émulo con fecha 26 del mismo mes: "Son muy exactas las reflexiones de V. S. sobre la constan "cia de Morelos y sus mahométicas máximas..... Los insurgen"tes hacen por todas partes el último esfuerzo: nos han tomado "á Pachuca, y Olazábal que viene con el convoy y la artille"ría, habia sido rodeado por una gran gavilla el 23 en Nopa"lúcan, y el 24 por la noche debian salir de Puebla todas las "fuerzas posibles para sacarlo del embarazo y hacer conti "nuar el convoy.

"Tepeaca ha sido tomado por los rebeldes, y Atlixco está "atacado. Toluca sigue cercada y sin comunicacion con esta "capital; tal es el estado de las cosas; y á pesar de ellas, Cuau"tla es el punto principal, y el centro de donde ha de proce"der el desembarazo de los restantes; es cuanto tengo que "decir á V. S. sobre la importancia de llevar á cabo la em"presa. César dijo despues de la batalla de Munda, que en "otras habia peleado por obtener la victoria, pero en aquella "por salvar la vida........... no difiere mucho nuestra situacion." A esta cita histórica respondia Calleja con mal reprimido despecho: "En efecto, la situacion de César en Munda dife"ria poco de la nuestra; pero yo espero que el suceso será "muy semejante al suyo si apuráremos nuestros recursos, y las "aguas se retardan." De suerte que aquellos dos hombres, celosos el uno del otro, agriados por estas mutuas reconvenciones y entorpeciéndose recíprocamente, hubieran ayudado á Morelos con sus discordias, si éste logrado hubiese inter ceptar estas importantes comunicaciones que revelaban la verdadera situacion de los sitiadores. Tal vez, en vista de ellas, el caudillo de la pátria habria exigido de sus tropas he róicas algunos dias más de sacrificio, y los realistas hubieran entónces levantado su campo.

XLV.

Morelos, empero, nada supo de estas enojosas divisiones que de seguro hubiera tratado de aprovechar en pró de su causa. Para él y sus bravos, lo mismo que para los moradores de Cuautla, el hambre, la sed, la peste y todas las plagas de la guerra, cobraban cada dia un nuevo grado de espantosa intensidad. Las municiones de guerra tocaban á su fin, pues que no cesaba el fuego ni de dia ni de noche. La fuerza armada con que contaba Morelos al principio del sitio, mermada por la peste, por el hambre, por la derrota de las partidas que se habian aventurado á salir de la plaza, y las pérdidas que le habian causado los combates al espirar el mes de Abril, apénas ascendia á ochocientos hombres, en tanto que los realistas engrosaban continuamente sus filas. Cada dia se alzaba el ardiente sol del Sur sobre las colinas de Zacatepec, y alumbraba mil episodios gloriosos, mil rasgos heróicos de nuestros padres, que debieran grabarse en el eterno bronce de la historia; y cada tarde, el sol se hundia como inflamado globo en el occidente velado por el humo del combate, sin que la noche trajera alguna tregua á tanta lucha y á tantos dolores.

Abrigábase una última esperanza dentro de Cuautla. Matamoros habia salido á mediados del mes rompiendo la línea de circunvalacion y se esperaba con impaciencia su llegada con un convoy de provisiones. En efecto, Matamoros, des pues de su salida, se dirigió rápidamente á Ocuituco, situa

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