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aun de asombro el hecho de haber sido aquel proyecto tan viva y apasionadamente combatido.

IV.

La posibilidad (á mi juicio, habria sido realidad) de que, habiéndose planteado la reforma en las circunstancias que se han indicado, no calculadas ni calculables cuando el proyecto se concibió, hubiesen sobrevenido acontecimientos deplorables, debe mitigar mucho el dolor que á los partidarios. de la reforma causó naturalmente la derrota que sufrieron en la lucha ocasionada por el intento de plantearla. Deben hallar además un gran lenitivo en la consideracion de que, ál sér vencidos por sus adversarios, asumieron éstos la responsabilidad moral de los sucesos posteriores: verdad inconcusa y palmaria; pues si en tal cual ocasion ha resonado el eco de alguna voz pretendiendo hacer recaer esa responsabilidad sobre los autores de aquel pensa— miento, tan voluntarias é infundadas indicaciones no han merecido el asentimiento de partido alguno político, ni aun de la mas pequeña fraccion, como quiera que las rechazan de consuno el recuerdo de los hechos que todos hemos presenciado, el buen sentido y la conciencia universal.

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Tristes son, en verdad, tales consuelos, estando la satisfaccion personal acibarada con la pena

de haber visto malogrado un pensamiento que se creia muy provechoso para las causa pública; pero la tristeza, proveniente de la consideracion de los males que ha sufrido y aún ha de sufrir la patria, debe mitigarse con la esperanza del remedio; esperanza equivalente, en lo grande y halagueño, al convencimiento de la bondad del proyecto.

La posteridad no lo dudemos-lo acogerá planteará en principio, haciendo las variaciones que se estimen procedentes y aconsejen las circunstancias.

V.

En el desempeño de la empresa que acométo, he procurado, y créo haberlo conseguido, no dár motivo fundado á reclamaciones ó protestas personales, ni aun á polémicas apasionadas de ningun género.

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Sóbrio en los razonamientos, exponiendo solamente las consideraciones que, en sentir de los autores del proyecto de réforma, justificaban las disposiciones que mas se separaban de lo existente que mas alarmaron á sus impugnadores, manifestaré los fines que se proponia el Ministerio reformista; presentaré los motivos de su conducta en todo lo que tiene relacion con el proyecto; daré á conocer algunos hechos que son generalmente ig

norados, y anunciaré, en fin, lo que hoy, en la frialdad de mi retiro (este es mi juicio individual, pues ignoro el de los que fueron mis compañeros), pienso acerca de las consecuencias que se habrian seguido de la realizacion del proyecto, si en aquellas circunstancias, hallándose los ánimos tan agitados, habiendo subido las pasiones á tan alto grado de exacerbacion, y estando tan dividida la opinion activa respecto de él, hubiera llegado á plantearse. Acerca de ésto último mis manifestaciones serán francas, hasta el punto de ser inesperadas; confiando en que los venideros no me censurarán como parcial.

He dicho: estando tan dividida la opinion activa, y creo que la asercion es completamente verdadera; pues aunque, á mi juicio, era casi unánime á favor de la reforma la de todos los que, en actitud pasiva, imparcial y desinteresada, meditan sobre los destinos de la Nacion, estaba, en efecto, muy dividida entre los hombres dedicados á la vida pública é influyentes en la política activa.

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Me hé limitado muy cuidadosamente, para conseguir aquel fin, esto es, no dár motivo para reclamaciones ni protestas, á la exposicion de doctriabstractas, sin descender á la calificacion de opiniones personales, ni al exámen de hechos que no sean públicos y conocidos. El hacer lo uno y lo otro daria ciertamente grande interés á esta pro

duccion, seria como la parte dramática; pero yo no me considero competente para desempeñar ésta tarea, habiendo sido actor en la escena; incompe tencia que me es sumamente grata. Si alguna vez se crée hallar en lo que expongo una excepcion de la regla que se acaba de indicar, fácil será conocer que las excepciones están sobradamente justificadas.

Quien estíme que es traer á la discusion opiniones personales el contestar á lo que se expuso contra la reforma en los manifiestos que se dieron cuando aquella fué publicada, en discursos parlamentarios pronunciados en la inmediata legislatura, ó en documentos oficiales, debe reflexionar que el analizar las razones contenidas en ellos, y contestar y rebatir aquellas que, á mi juicio, carecen de solidéz, nada tiene de apasionado ni de personal, no causándose en manera alguna ofensa de ningun género en citar, de aquel modo y con aquel objeto, nombres propios, y en recordar hechos que, no por mí, sino por ellos mismos, se estimó conveniente que tuviesen la mayor publicidad posible, y que la tuvieron grande.

Y quien repare que, al referir las conferencias que tuve con S. M. la Reina Cristina, con su Esposo y con su Secretario acerca de la reforma, refiero hechos privados, reconocerá que, procediendo decorosamente, me ha sido de todo punto

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imposible dejar de hablar de tales acontecimientos, á los cuales se dió publicidad, hace algunos años, no por mí, sino por los representantes de aquella Augusta Señora; siendo por lo tanto en mí el hacer respecto de ellos las aclaraciones y manifestaciones que hago, una muy legítima, natural y aun necesaria defensa.

Los acontecimientos de que se trata, ocurrieron en la primavera de 1852. Creyendo yo, por una parte que no debian tener influencia en favor ni en contra de la realizacion del pensamiento de la reforma, y persuadido por otra parte de que el conocimiento de ellos por los demás no podia lisonjear mi amor propio, sino al contrario, guardé la mas severa reserva, aun respecto de mis compañeros de Ministerio, á quienes no los revelé, y aun entonces fué confidencialmente, hasta Diciembre de aquel mismo año, momentos antes de la retirada del mismo. No me consideraba autorizado para publicar hechos privados, en algunos de los cuales habia intervenido directamente aquella tan distinguida, tan noble, tan respetable y tan alta y Augusta Señora. A ésta razon, que debia bastar por sí sola, se agregaba el interés de amor propio, que, segun he indicado, exijia de mí la reserva. No les dí por tanto publicidad en aquella época, ni posteriormente, y créo que jamás se la hubiera dado; pero se la dieron otros. En el

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