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LA historia de la Compañía de Jesus en Nueva España

que dejó manuscrita el P. Francisco Javier Alegre, Jesuita, veracruzano, al salir de su Patria desterrado con todos sus compañeros, y setenta y seis años despues fué publicada por Bustamante, termina en 1763 con la relacion de la muerte de algunos sujetos notables.

Esta historia fué continuada por el Pbro. D. Mariano Dávila y Arrillaga, conocido escritor mexicano, del cual darémos una ligera noticia biográfica.

Nació en la capital de México el dia 5 de Agosto de 1798. Se dedicó al estudio de la medicina y obtuvo un empleo en un hospital, con cuyo sueldo, sin visitar otros enfermos, podía vivir. Mas tarde se casó con una viuda que tenía un hijo del cual cuidó, porque él no tuvo hijo alguno. Habiendo quedado despues viudo él mismo, de 1856 á 1857 recibió las Sagradas Ordenes de mano del Illmo. Sr. Munguía, y fué nombrado Director del Instituto de Toluca, de donde salió desterrado por el Gobierno liberal. Habiendo caido éste, volvió á tomar posesion del mismo cargo, que desempeñó segunda vez por algun tiempo, y fué á pasar sus últimos dias en la capital de la República, en donde murió. Era hombre de extraordinaria memoria, y como habia conocido á los antiguos Padres vueltos de Italia y estuvo en continua comunicacion con su tio el P. Arrillaga y tambien con los otros Padres, pudo saber y supo mucho de la Compañía, á cuya defensa dedicó lo mejor de su vida, que no fué corta. Murió en 1869 ó tal vez en 1870.

La continuacion de la historia del P. Alegre que Dávila al morir dejó manuscrita es la que ofrecemos ahora al pú

blico, creyendo que ha de ser leida con gusto por todos aquellos que habiendo leido la primera, desean saber algo de la suerte que corrieron los Jesuitas mexicanos desterrados en 1767 por Cárlos III, restablecidos en México en 1816 por Fernando VII, suprimidos otra vez en 1821 por las Córtes españolas, de nuevo restablecidos en 1853 por el Presidente de la República Mexicana, y por tercera y última vez suprimidos en 1856 por el congreso nacional.

LOS EDITORES.

INTRODUCCION.

apo

Dificil empresa es la que tomamos sobre nuestros hombros al continuar la Historia de la Provincia de la Compañía de Jesus, llamada de Nueva España, que escribía el distinguido veracruzano P. Francisco Javier Alegre al tiempo de la expulsion, y casi tocaba ya al año de 1767 en que ocurrió este ruidoso suceso. Dificil empresa, repetimos, cuando se considera la diversidad de materias que debe abrazar esta continuacion, tan poco ligadas entre sí. Porque no se trata, como lo hizo su sábio autor, de narrar simplemente los hechos de una corporacion religiosa habitando tranquila sus casas y entregada pacíficamente á sus distintos y multiplicados ministerios, bajo la proteccion de las autoridades y con el aplauso y amor de los pueblos; sino caída repentinamente y en todo el mundo católico del geo de su grandeza al estado más abyecto de deshonor y miseria; proscrita de la patria, arrastrada en medio de los mayores sufrimientos por mares procelosos é inhospitalarias tierras á regiones extrangeras; convertidos allí sus inocentes miembros en blanco de atroces persecuciones y denigrantes calumnias; y para colmo de sus males, despues de su legítima rehabilitacion, vueltos de nuevo á verse hechos objeto de los ataques del ódio más ciego y espíritu de partido más desenfrenado, hasta llegar á constituirlos solidarios y cómplices de cuantos delitos se han imputado por más de tres centurias á sus antepasados todos sin excepcion de lugar y tiempo, é imputan todavia á los presentes en todos los países que se llaman cultos, filósofos, liberales y civilizados. Esta es là vasta historia que emprendemos, y cuyas dificultades para su acierto acabamos de bosquejar. Porque, en efecto, ella no solo debe abrazar por el largo espacio de un siglo la noticia de los últimos gloriosos años de la Provincia mexicana, estado floreciente en que se hallaban sus ministerios, casas y número de venerables sujetos, cuyas biografías quedaron pendientes; la de lo ocurrido en la notificacion del decreto de expulsion en los colegios y misiones; de los crueles padecimientos de tantos varones respetables por su edad, ciencia, virtudes y servicios; la de la pasajera organizacion que recibió en Bolonia antes del Breve de extincion; la conduc

ta observada por sus individuos durante la dispersion general; las vicisitudes, en fin, experimentadas en nuestro país de la época del restablecimiento á los actuales tiempos; sino que debe extenderse al exámen de las causas, agentes y móviles que produjeron ésta gran catástrofe en Europa y originaron su ruina entre nosotros, con todas las circunstancias que la acompañaron y de que aun no se vé libre hasta el dia. De manera que, como al momento se vé, esta continuacion á veces debe abrazar la historia particular de la Provincia jesuítica de México, y á veces tambien se encuentra enlazada con la de la universal Compañía de Jesus.

Grandes son, por cierto, estas dificultades; pero aun hay otra de más importancia para la historia que escribimos. Hablainos de la falta de documentos auténticos, tan esenciales para formarla en la parte relativa á nuestra América, con toda la imparcialidad, rectitud y verdad que deben caracterizar á un escritor honrado y concienzudo. La proscripcion de los Jesuitas en Portugal y Francia, donde tuvo su origen y principio esa grande calamidad de la Orden, en España y sus dominios ultramarinos, procuró cohonestarse con ciertos actos, decretos ó sentencias públicas, que sujetándose á exámen revelan desde luego por la contradiccion de las acusaciones, la calidad de los enemigos, el abuso del poder, la futilidad de los cargos, la falta de defensa de los supuestos reos, el rigor de las penas y aun lo absurdo de los motivos alegados, la inocencia de los proscritos, así como la impiedad, ódio, espíritu de partido y total abandono de las formas tutelares de la justicia en los que se denominaron sus jueces. Tales manifiestos, por lo mismo, dieron á conocer á la Europa entera desde que aparecieron para justificar una y otra ejecucion, lo inconcluyente de ellos; ó más claro, constituian una cumplida apología de los perseguidos, al par que excitaban un grito general de indignacion contra los notorios fraudes, torpes arterías y descarado manejo de los perseguidores.

Mas no pasó lo mismo en España. Igual era el espíritu que presidía á la tragedia que presenciaron nuestros mayores, idénticos los fines y semejantes las causas que la motivaron en los dos reinos vecinos; pero la conducta fué diversa en un todo, así para asegurar el golpe, como para impedir la alarma que debia suscitar aquella medida imprevista para la multitud, aunque proyecto de data muy anterior á los sucesos que sirvieron de pretexto. De los decretos de Francia apareció tan claro como la luz, la parte que tuvo en ese negocio el jansenismo auxiliado de la incredulidad; de los papeles y memorias de Portugal, la del influjo del protestantismo; y de unos y otros documentos, la marcha tortuosa de esos supuestos procesos y la violacion de los derechos todos de la justicia y de la humanidad. A vista del resultado tan adverso á sus intenciones, el ministerio es

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