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bitaban entre el rio y Sonora, en lo cual se ocupaban entonces los misioneros de esta última Provincia. 4° Que tambien convendría para la más pronta propagacion del Cristianismo, que tanto en las Misiones de la California como en las de Sonora confinantes con las naciones gentiles, se duplicasen los misioneros, para que el uno cuidase de los neófitos y catecúmenos reunidos en la Mision, y el otro se emplease en buscar á los gentiles para atraerlos á la fé, y que tambien hubiese en ellas soldados á las órdenes de los misioneros para que los defendiesen y acompañasen siempre que fuere necesario. Esta medida de duplicar los misioneros se puso en práctica cuanto fué posible, tanto en Sonora como en la California, pero como las Misiones encomendadas á los Jesuitas de la Provincia mexicana eran más de cien, no era fácil tener un número tan crecido de misioneros ni proporcion para sustentarlos."

Estos y otros pareceres dados al Rey Felipe por aquellos sábios consejeros, dan á conocer que ellos estaban animados del mismo celo que el Soberano, y que habian aplicado á aquel negocio toda la atencion posible. El Rey, en consecuencia, expidió el 13 de Noviembre de 1744 una larga cédula dirijida al conde de Fuenclara, Virey de México, tan circunstanciada y estrecha, que parecía que su real ánimo no se ocupaba en otra cosa sino en la conversion de los californios. En ella, despues de exponer largamente y aprobar el dictámen del Consejo con singulares alabanzas del celo y fatiga de los misioneros Jesuitas, mandó que el Virey se dedicase á ejecutarla con la mayor actividad. "En 1702, dice entre otras cosas Su Majestad, ordené que los misioneros de la California fuesen ayudados con todo lo que cooperase á su alivio y á la consecucion de su santo fin, y en 1703 mandé que tanto á los misioneros que ya estaban en la California, como á los que en adelante fuesen allá, se les suministrase anualinente sin dilacion y en dinero efectivo, el mismo extipendio ó limosna que suele darse á los otros misioneros de su Orden para sus alimentos, lo cual hasta hoy no se ha hecho, ni en aquellas Misiones se ha gastado nada á mis expensas; porque los quince que hay al presente se mantienen sin el menor gasto de mi real erario, con crecidas limosnas de personas particulares, conseguidas por el celo y solicitud de los Padres de la Compañía. Mas supuesto que los medios propuestos por mi Consejo son tan poco dispendiosos, y por otra parte tan útiles, convendría que se pusiesen por obra, así como todos los que tengan por convenientes los Jesuitas más prácticos en la Provincia, á quienes por conducto de su Provincial tengo pedidos informes que estoy esperando."

Efectivamente, al año siguiente de 1745, el Provincial Cristóbal de Escobar envió á Su Majestad un amplio y exacto informe acerca de las Misiones de Sonora y de la California, en el cual despues de ha

blar del clima, de la calidad del terreno, de la situacion y extension del país y del número y estado actual de las Misiones, hacía ver la imposibilidad de formar poblaciones de españoles en los terrenos estériles de la California, y sugería los medios más oportunos para el adelantamiento del Cristianismo y para la proyectada continuacion de unas y otras Misiones por el Norte. Con este fin proponía entre otros varios proyectos útiles, el de establecer un presidio de cien hombres en las riberas del rio Gila para contener la osadía de los crueles apaches, cuyas frecuentes correrías en Sonora y Pimería eran el mayor obstáculo à la propagacion del Cristianismo en aquella parte. Hacía tambien presente á Su Majestad que los trescientos pesos asignados para la manutencion de cada misionero, no eran bastantes á los que se hallaban en las remotísimas Misiones de la Pimería, porque más de la mitad se gastaba en el trasporte de las cosas necesarias que se llevaban de México por un camino de más de quinientas cincuenta leguas. Pudo tambien haber añadido que á pesar de las estrechas y repetidas órdenes de Su Majestad y de los monarcas sus predecesores, se gastaba una parte considerable de aquella limosna en los regalos que para conseguirla era preciso hacer á los que la pagaban.

Cuando este informe llegó á Madrid habia ya muerto Felipe V; pero Fernando VI su digno hijo y sucesor, expidió en 4 de Diciembre de 1747 una cédula dirijida al Virey de México, en la cual insertó la citada de su padre; y le mandó una copia del informe para que examinándolo todo y conferenciando con personas sábias, ejecutase, sin esperar nueva órden, lo que hallase más conveniente á la propagacion del Cristianismo en aquellos países tan distantes de la corte. Le previno tambien que interpusiese su autoridad con el Obispo de la Nueva Vizcaya para inclinarle á que aceptase la cesion que hacía el Provincial de los Jesuitas de veintidos Misiones en las Provincias de Topia y Tepehuana, á fin de emplear á los misioneros que estaban en ellas en la conversion de los gentiles del Norte, pues hallándose en estas dos Provincias bien establecido y radicado el Cristianismo, podian ser regidas por sacerdotes seculares como las otras parroquias antiguas de la Diócesis.

Aquellas cédulas solo sirvieron para manifestar la piedad y el celo de los monarcas, porque á excepcion de la entrega de las veintidos Misiones, nada tuvo efecto de lo propuesto por el Consejo. Sin embargo, el Provincial para contribuir á la consecucion de tan deseado fin, mandó al P. Fernando Consag y al P. Santiago Sidelmayer á que reconociesen la costa oriental de la California y los rios Colorado y Gila, cuya expedicion bastante penosa y en que el primero corrió grave peligro de su vida, solo sirvió en los tres viajes que hizo el último, de 1744, 1748 y 1750, para dar á conocer más el curso de los

que

rios, el país circunvecino y naciones gentiles que lo habitan, y agregar á su Mision cuatrocientos nuevos catecúmenos.

Las Misiones del Mediodia se despoblaban entretanto por diversas epidemias sobrevenidas en 1742, 44 y 48, de manera que apenas quedó de la nacion de los pericues una sexta parte. Semejante calamidad experimentó la de los uchitas, junto con la guerra que les declararon los pericues rebeldes, de manera que en el espacio de cerca de veinte años [á 1767] no habia quedado vivo más que un solo individuo. Tantas desgracias en que padecieron no poco los misioneros, obligaron á éstos á reunir á la Mision de Santiago los pocos pericues fieles que habian quedado en Santa Rosa y San José y á cambiar la de la Paz, falta de agua, á la que tomó el nombre de Todos Santos; disposicion útil á los neófitos y al resto de la California en la administracion espiritual. Pero lo que la Península habia padecido tanto por la guerra cuanto por la epidemia que despobló los países meridionales, se aumentó en el corto espacio de 1744 á 48 con la pérdida de cinco bombres de importancia y muy beneméritos de la California: el P. Bravo, el P. Tempis, el capitan Gobernador, el P. Sestiaga y el P. Guillen, dignos todos de eterna memoria.

El Padre Santiago Bravo fué natural de Aragon, y pasó en Mision á la Provincia de México en clase de hermano coadjutor. En 1705 pasó á la Baja California, acompañando al Padre Provincial en su visita, y habiéndole suplicado quedarse allí, lo consiguió con gran ventaja de esa cristiandad; porque no solamente alivió la carga á los misioneros en la administracion de lo temporal, sino que solicitó sitios propios para fundar nuevas poblaciones, é hizo varios viajes á México para utilidad de las Misiones, con mayor ó menor éxito. En 1717 acompañó al Padre Salvatierra que pasaba á México á negocios de aquellos establecimientos; pero habiendo fallecido dicho Venerable Padre en Guadalajara, siguió á la capital solo, á tratar con el Virey aquellos asuntos: entre otras cosas, consiguió una embarcacion, que desgraciadamente se perdió en el puerto de Matanchel, junto con el dinero que habia cobrado de lo que se debia á las Misiones. En Guadalajara, por particular dispensa del Padre General, recibió los sagrados órdenes: volvió á México, y regresando á California por Acapulco con el carácter ya de misionero, estableció la Mision del puerto de la Paz con fondos donados por el marqués de Villapuente para la conversion de los guaicuras: proveyó al nuevo establecimiento de todo lo necesario, y dió principio á sus trabajos apostólicos con algunos neófitos que se le reunieron. "Desde luego, dice Clavijero, se dedicó á aprender de los mismos bárbaros la lengua del país, y en seguida á fabricar la Iglesia y casas, á cultivar la tierra, á traer de los bosques á los salvajes dispersos, civilizarlos, doctrinarlos, acostumbrarlos á la vida laboriosa y á la práctica del

Cristianismo, formando con ellos poblaciones. Todo esto lo hizo con mucho celo el nuevo misionero hasta el año de 1728, en que fué llamado á Loreto por sus Superiores para que ayudase al P. Piccolo ya más viejo y enfermo. En aquellos ocho años bautizó entre párvulos y adultos más de 600, dejó 800 catecúmenos y muchos gentiles aficionados al Evangelio, y formó tres poblaciones llamadas: "La Vírgen del Pilar," "Todos Santos," y "El Angel Custodio." De este modo hizo útiles para aquellos bárbaros su talento y su vocacion al sacerdocio." El P. Santiago Bravo, despues de la muerte del dicho P. Piccolo y del P. Juan de Ugarte, permaneció en la Mision de Loreto, una de las principales de la California, como ministro de ella y procurador de todas. Allí hizo diversas fábricas, entre las que se cuentan la hermosa y grande Iglesia que existe hasta el dia, y la casa del misionero procurador que moraba en ese pueblo, para proveer desde él á todas las necesidades de los demás; y lo que era más importante, dirijió la construccion de un buen buque que sirvió 25 años á la Colonia. Despues, en fin, de haber permanecido en esa poblacion 39 años, trabajando de misionero y de procurador con mucha ventaja de las Misiones y llevando una vida no menos laboriosa que ejemplar, murió en 13 de Mayo de 1744 en la Mision de S. Javier, adonde habia ido esperando aliviarse con aquel temperamento; su cadáver fué llevado á Loreto y sepultado en la Iglesia que él mismo habia fabricado.

El P. Antonio Tempis, natural de Bohemia, pasó á México en 1736, y en el mismo año fué enviado á la California y destinado á restablecer la Mision de Santiago, destruida en la rebelion de los pericues. Estos, arrebatados del ódio al Cristianismo, habian arruinado la Iglesia y las casas y talado los campos, y aunque se rindieron, más bien obligados de la fuerza de las armas que llevados del deseo de la vida cristiana, sin embargo, el P. Tempis, con su grande caridad, con su incomparable dulzura y con los singulares y constantes ejemplos de su vida, los aficionó tanto á la doctrina de Jesucristo y los redujo á las buenas costumbres y á las ocupaciones de la vida social, que en tres ó cuatro años se puso aquella Mision en un estado mejor que el que tuvo antes de perderse, así en lo espiritual como en lo temporal. Conociendo él que para mejorar un pueblo no hay cosa más importante que la buena educacion, puso un cuidado particular en los niños, á quienes tenía siempre cerca de sí y á su vista, los iustruía con frecuencia, los correjía como padre, y los ejercitaba en algunas labores proporcionadas á su edad y á sus fuerzas para irlos acostumbrando al trabajo. El celo por la gloria de su Criador le obligaba á hacer los esfuerzos posibles para impedir toda clase de pecados; pero este celo estaba tan templado por la prudencia y mansedumbre, que ninguno tenía motivo para quejarse de

él. Aunque era tan empeñoso en buscar el bien de los otros y tan compasivo para con todos, mostraba particular empeño y ternura con los enfermos, alimentando, curando, consolando y auxiliando con todos los socorros necesarios á la salud del alma y del cuerpo á cada uno, con tal dedicacion como si fuera el único neófito encomendado á su cuidado pastoral. Esta grande caridad se explicó más en las epidemias que tanto aflijieron a las Misiones meridionales, en cuya época trabajó con exceso. A veces, hallándose tambien enfermo y tau débil que no podía tenerse en pié, se hacía llevar por sus neófitos á lugares no pocas leguas distantes de Santiago á socorrer á los enfermos: á veces iba por su pié, casi arrastrándose, á socorrer á otros no muy distantes. Los sentimientos de su heróica paciencia en las tribulaciones fueron reducidos por él á esta lacónica expresion que tenía siempre en la boca. Todos los trabajos por el amor de Dios. Expresion que se hizo familiar á los soldados que le acompañaban y á sus neófitos, los cuales se valian de ella útilmente en cualquiera adversidad, aunque ligera. Los luminosos ejemplos de su vida le conciliaron la reputacion de santo entre los que eran testigos de ellos, los cuales referian tambien algunas cosas extraordinarias que el vulgo tuvo por milagrosas; mas nosotros como no las creemos del todo superiores á las fuerzas de la naturaleza, no dudamos que serían gracias particulares del cielo alcanzadas por los méritos de este fiel siervo de Dios. Finalmente, despues de diez años de tareas verdaderamente apostólicas, murió santamente el P. Tempis en su Mision de Santiago, y á los tres años, en 1749, se imprimió en México una breve relacion de su inocente vida.

El P. Clemente Guillen era natural de Zacatecas, ciudad de Nueva España. Despues de haber sido catedrático en México, fué enviado por los Superiores á las Misiones de la California, á donde llegó el año de 1714, despues de haber naufragado y sufrido otros gravísimos contratiempos, y permaneció treinta y cuatro años trabajando gloriosamente hasta su muerte. Plantó la Mision de la Virgen de los Dolores en el país de los guaicuras, el más estéril de la Península, y en los veinticinco años que la gobernó con mucha fatiga convirtió la mayor parte de aquellos feroces bárbaros. En 1746 el Superior de las Misiones, viéndole muy débil por los años, los trabajos y las enfermedades, lo exoneró del cargo de misionero y le envió á descansar á Loreto; mas aun allí continuó trabajando cuanto le fué posible y dió un raro ejemplo de celo, porque habiendo llegado á la Mision de tierra muy remota, una india anciana cuya lengua no entendían los misioneros, él, á la edad de setenta años, se puso á aprenderla con el solo fin de doctrinar aquella mujer, y en este heróico ejercicio de caridad le sobrevino la muerte en 1748.

Por el mismo tiempo tuvo otra pérdida la Península en la separa

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