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amparaba la existencia legal civil de las Ordenes Religiosas, toda vez que no se reconocía en él de un modo explícito ni implícito que la Religión Católica fuese la del Estado, ni que hubiese de disfrutar esta Religión de todas las prerrogativas que le son inherentes por los sagrados Cánones. Según el Concordato de 1801, sólo se reconocían á la Iglesia por el Poder civil francés las prerrogativas en el mismo pacto señaladas, y el pacto no señalaba la referente á fundar y establecer Ordenes Religiosas.

2.° Que en Francia no ha existido nunca libertad, ni derecho de asociación. El Código penal (art. 291) prohibe toda asociación, no sólo política y religiosa, sino hasta literaria, si no se constituye con el permiso del Gobierno y bajo las condiciones que la autoridad pública quiera imponer 1, y este era el Derecho vigente cuando Waldeck-Rousseau presentó su proyecto de ley de Asociaciones.

Faltaban, pues, en Francia á los Institutos Religiosos los dos grandes pi

1 El Consejo de Estado intentó, en un dictamen de reforma al Código penal, sustraer á esta tutela las Asociaciones científicas y literarias; pero sin éxito. Tan adheridos están en Francia á la doctrina romana. Véase Apuntes... Tom. II. Pág. LIII del Apéndice.

lares en que sustentan en España su existencia legal: el Concordato y el artículo 13 de la Constitución 1.

XXVII

Discurso de Waldeck-Rousseau recitado en el Congreso español por el Sr. Canalejas. - Circunstancias políticas en que fué pronunciado. - Debate en el Congreso: declaraciones de Silvela.— «Electra».-La Srta. Ubao.-El ministerio Electra». - Propósitos de Sagasta. El «hay que hacer algo».

«

A últimos de 1900, varias circunstancias habían llevado el desasosiego á los espíritus en España. El Gobierno presidido por D. Francisco Silvela, que había despertado, al formarse, grandes esperanzas en unos, y grandes temores en otros, de regeneración nacional, sólo en la cuestión de Hacienda había logrado un éxito indiscutible. La campaña

1 Quien desee conocer con todos sus pormenores las cuestiones tratadas en este número, lea L'Histoire, le texte et la destinée du Concordat de 1801, por L'Abbé Em. Sévestre.-Deuxieme editión entiérement réfondue contenant tous les documenst ayan ttrait aux raports de l'Eglise et l'Etat avec les discussiones des Chambres francaises concernant l'abrogation du Concordat. Aunque no pone la fecha, es de 1906.

de prensa contra el ministerio era muy viva. Los periódicos avanzados, enardecidos por lo que sucedía en Francia, arreciaban en sus ataques á la Iglesia, y tomaron el estribillo de llamar al Gobierno vaticanista, por haber dicho Silvela en un discurso programa, antes de formar Gabinete, que en las cuestiones religiosas no tendría más norma que la trazada sabiamente por el Vaticano 1. El ministro de la Guerra (Polavieja), era designado por el tan honroso título de general cristiano, que había merecido de los católicos, precisamente cuando Canalejas andaba tras él aspirando á ser el Posada Herrera del nuevo O'Donnel. Durán y Bas (ministro de Gracia y Justicia), era censurado á su vez por sus tendencias regionalistas. Dentro de la situación agitábanse, como suele ocurrir siempre, ambiciones incompatibles con la disciplina política; no había en aquel gabinete ningún hombre de las condiciones y circunstancias de un Cánovas, por ejemplo, capaz de imponer su voluntad rotundamente á toda la cuadrilla; pero había

1 Y es lo notable que esta frase fué dicha para que carlistas, integristas, y, en general, los católicos fervientes, no pidieran al Gobierno más de lo que la Santa Sede exige de un modo explícito en estos desdichados tiempos de los gobiernos que no han renegado hasta del nombre de católicos.

varios que se creían con derecho al primer puesto. El Presidente, hombre de rectas intenciones y de entendimiento más para la crítica que para la ac. ción, notó, en los exámenes de conciencia á que fué siempre muy aficionado, que no tenía él aquel carácter firme que se necesita para gobernar, y este descubrimiento, semejante al del titiritero que cuando estuviera en lo alto de la cuerda floja, cayera en la cuenta de que no era él para estar en las alturas, imprimió una singular debilidad á su acción política.

Surgió una cuestión enojosa: la boda de la Princesa de Asturias. La gente dió en decir que no era el novio de sufi. ciente categoría para tan gran dama, y esta murmuración casera, tan propia de nuestras antiguas tradiciones de orgullo monárquico, pero injusta, por ser el novio de augusta casa y valer muchísimo por sus buenas prendas, fué envenenada por los liberales con el recuerdo de que el Conde de Caserta, padre de D. Carlos, había militado en las filas carlistas, y por los radicales, con el de que pertenecía á una de las casas reales destronadas por la revolu ción italiana. Todo esto, muy agitado por la prensa de gran circulación, trajo un estado de opinión confuso que el partido liberal quiso aprovechar para

subir al Poder, derribando á los conser. vadores.

Silvela abandonó el ministerio, haciéndose reemplazar por el general Azcárraga, diciéndose que el único programa de este Gabinete era llevar á cabó la boda de la Princesa.

Los liberales arreciaron en su oposición, y en Diciembre suscitaron un debate político en el Congreso, sobre el tema de que el gobierno había vulnerado de diversas maneras las libertades públicas.

En este debate (sesión del día 14) se levantó Canalejas, y no sin asombro de muchos, recitó en castellano el discurso de Waldeck-Rousseau en Tolosa, de que ya hemos dado cuenta. El mismo discurso, exactamente el mismo. He aquí los términos en que lo extractan los Apuntes, redactados por Morote, por encargo del propio Canalejas:

«El Sr. CANALEJAS dice que el sentimiento del país liberal está deprimido por una falsa noción de los deberes de los hombres públicos y del Estado con los Institutos Religiosos, y por otra falsa noción de los deberes de los hombres públicos y de los Ministros de la Corona. Estos son problemas de una extrema delicadeza; pero se imponen de tal modo, que sería preciso desertar del cumplimiento del deber si no se abordasen ante la Cámara.

>Porque al aproximarse la fecha en que el Rey sea declarado mayor de edad, hay que pensar en cuál podrá ser el porvenir de la sociedad espa

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