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La villa de Aragua en Barcelona, la capital de Barcelona, las ciudades de Calabozo y Espino, vieron sucederse días funestos de carnicerías humanas; al tiempo que las tropas que yo mandaba, tan fieras como las águilas y más veloces en sus marchas, penetraban por todas partes y salvaban las víctimas. En poco más de un mes, Venezuela que ofrecía ántes un aspecto desolador, se vé de nuevo cubierta de sus hijos libres; se vé resucitar la naturaleza y los hombres en los campos cultivados y en las ciudades habitadas.

Las cadenas que arrastraban los Americanos, doman entonces el furor de los tigres opresores. El General Mariño, que en el Oriente de Venezuela con cuarenta hombres había emprendido el más audaz proyecto, logró en el famoso campo de Maturín derrotar en una gran batalla á Monteverde.

La Isla de Margarita desarmada y teniendo en prisiones á los principales habitantes, tiene el arrojo de arrostrar al tirano y sus tropas; y auxilía después á los vencedores de Maturín que acabaron entónces de libertar las Provincias Orientales.

Mis primeros pasos no fueron tan felices. Había marchado á la cabeza de cuatrocientos soldados y entré en Venezuela con ménos de trescientos. Sin embargo este puñado pudo en cinco batallas campales destruir un ejército de diez mil hombres y libertar las provincias de Mérida, Trujillo, Barinas y Carácas. Arranqué entónces al orgullo español actos humillantes que aún no había ejecutado. No sólo propuso el Gobierno de Carácas una vergonzosa capitulación, mas en un decreto que publicó el 3 de Agosto del año pasado, nos reconoció como un Gobierno legítimo.

En medio de estos sucesos carecía de grandes ejércitos; muchos españoles habian huido con el fruto de los pillages, que ellos llamaban rentas públicas: no había Marina, y la España hacía esfuerzos por sostener su tiránica dominación.

Los más extraordinarios efectos de esta inícua tenacidad, se dejaron ver á pocos días, cuando arribó de Cádiz la expedición más grande que hayan destinado. contra Venezuela. La debilidad ó más bien la nulidad de nuestra situación me obligaba al mismo tiempo á estar en el campo de batalla y á la cabeza del Gobierno. Los recursos tenía que crearlos; y también que dirigirlos; y véame Vd. constituido por la necesidad Jefe supremo del Estado y General del ejército.

Nuestras tropas se distinguian cada día con brillantes victorias. La expedición española se redujo á unos restos miserables, que no subsistirán mucho tiempo en el inexpugnable Puerto Cabello, no pudiendo resistir la estrechez de un sitio riguroso por las tropas de tierra, y un bloqueo por la escuadrilla de Cumaná y la Guaira.

Peor suerte han tenido los ejércitos de Yañez y Ceballos, los más numerosos que han invadido á Venezuela. En la jornada memorable de Araure quedaron completamente destruidos. Se habian formado en Coro en el occidente de Carácas y San Fernando de Apure con los auxilios de armas que recibieron; con los que enviaron de Guayana, y con el fermento de sedición que levantaron en aquellos pueblos los españoles que generosamente había dejado en libertad.

Algunas pérdidas que al principio experimentamos, debilitándonos, aumentaron su ejército, que ya no existe. Sucedió en Venezuela lo que yo siempre anuncié, que

si la Inglaterra no se declaraba por nuestra causa, la guerra civil debía encenderse entre nosotros y sólo la pública declaración de la Gran Bretaña conseguirá apagarla.

Yo ejerzo aún el poder supremo. Yo protesto sin embargo á Vd. que no son mis miras de elevarme sobre mis conciudadanos. Ansio por el momento de convocar una representación del pueblo, para transmitirla mi autoridad. El tres de este mes en una Asamblea popular que invité espontáneamente, justifiqué mis operaciones, presentando los informes de los tres secretarios de Estado. En un discurso que dirigí á la Asamblea, terminé renunciando la autoridad.

Los oradores y el pueblo se elevaron contra esta resolución y consentí continuar de Jefe supremo hasta el momento que, destruidos los enemigos, pudiera volver á la vida privada, protestando al mismo tiempo no recibir autoridad ninguna aunque el mismo pueblo me la confiara.

He referido muy ligeramente á Vd. un acontecimiento sin duda extraordinario; pero como los principales sucesos se han detallado en nuestros papeles, yo me tomo la libertad de remitir á Vd. á ellos para que los considere en toda su extensión.

Permítame Vd. entre tanto suplicarle recomiende mi afecto al Lord su padre el Marqués de Wellesley, cuya bondad se sirvió distinguirme en el tiempo que residí en esa Capital. Sufra Vd. que mi débil voz eleve hasta él y hasta Vd. mi sincero júbilo por los triunfos inmortales del gran Lord Welington. Su gloria no es más sensible á Vd. y á su ilustre padre que á mí, interesado tanto en los sucesos de la Inglaterra, como unido por el más

vivo afecto á la excelsa familia de Vd. Tanto más celebro estas victorias, cuya memoria durará junto con el mundo, cuanto que las creo favorables á la independencia de la América.

Aunque ellas aseguran también la de la España el Gabinete de San Jayme, decidido siempre por la emancipación de la América, la escudará con su protección, y sobre todo el Lord Marqués Wellesley, un tan gran resorte para el Gobierno de la Nación, la hará inclinar en favor de la más justa de las causas.

Fueron desde el principio mis primeras disposiciones enviar Agentes extraordinarios cerca de S. M. B.; pero he querido más bien aguardar el momento en que he juzgado asegurada nuestra suerte para pedir la amistad y auxilios de la Nación poderosa de que es Vd. un principal ornamento.

Soy con la mayor consideración de Vd. atento servidor Q. B. S. M.

SIR RICHARD WELLESLEY.

SIMÓN BOLÍVAR.

La situación desmejoraba notablemente de día en día. García de Sena, sitiado en Barinas por Puy, Teniente de Yañez, había evacuado la plaza sin esperar los auxilios que pidiera á Urdaneta, dejando así entregada aquella población á las venganzas de Puy, que la pasó á cuchillo.

Yañez, al tener noticia del triunfo de su subalterno, se dirigió á Ospino, pero tuvo la desgracia de encontrarse con Urdaneta que iba en auxilio de García de Sena. El gallardo, valeroso y leal Urdaneta supo también lo ocurrido en Barinas, y en el acto envió sus fuerzas á Ospino, y otras más que destacó de Barquisimeto en defensa de aquella población, sitiada ya por Yañez.

Quiso éste impedirles el paso, y se trabó el combate. Lenta y laboriosa parecía la refriega, cuando una bala derribó á Yañez, y dió término á la lucha. Los pocos realistas que se salvaron fuéronse á Guanare, donde reconocieron como sucesor de Yañez al Teniente Coronel de la Calzada, persona insignificante y de malísimos precedentes.

La provincia de Carácas estaba herida mortalmente. Por los valles del Tuy se había presentado Rosete á inquietar las poblaciones, á tiempo que Boves con una fuerza de 7,000 hombres emprendía desde Calabozo sumarcha sobre Villa de Cura. En el sitio de la Puerta encontróse con Campo Elías á la cabeza de

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