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XVII

Cuando Bolívar aceptó la dictadura, los enemigos del «< Libertador » se exasperaron y decidieron matarlo. La efervescencia de los ánimos había llegado á su colmo y las pasiones se desbordaban ruidosamente.

Tan criminal proyecto fué concebido no por asesinos vulgares, sino por hombres de cierta importancia política y militar, y por varios jóvenes de los más cultos é ilustrados que la sociedad granadina tenía en aquel tiempo.

El general Santander era el verdadero jefe de la propaganda contra Bolívar, y naturalmente no ignoraba el proyecto; pero es justo

confesar que combatió siempre el pensamiento del asesinato. El plan de Santander era destituir á Bolívar por medio de contra-pronunciamientos que se efectuaran en el país, del mismo modo que los que le invistieron de la dictadura; pero no aprobó la idea de atentar contra su vida.

Y esto mismo no lo aceptaba Santander sino á condición de que se realizara después de su separación de Colombia, que debía efectuarse sin demora; porque Bolívar, probablemente para deshacerse de un modo honroso de su rival, le había nombrado enviado extraordinario y ministro plenipotenciario de Colombia en Washington; y Santander, que conocía su embarazosa posición, había aceptado aquel nombramiento.

Los conjurados habían resuelto no ejecutar el proyecto sino el 28 de Octubre, día de San Simón, porque contaban que para esa fecha se habría ido ya Santander, y que con motivo de la celebración del Santo de Bolívar sería asequible la entrada en su casa, y más fácil, por consiguiente, la ejecución del proyecto.

Ocurrió, sin embargo, un suceso inesperado que les obligó á proceder mucho antes de aquel día, y fué que el capitán Triana, uno de los conjurados, fué reducido á prisión en la tarde del 25 de Setiembre por delación del teniente Salazar, á quien acababa de invitar á que entrara en la conspiración.

Efectuada esta prisión, temieron los complices de Triana que se descubriera el proyecto, y no perdieron tiempo en ponerlo por obra aquella misma noche.

Á la sazón guarnecían á Bogotá el batallón Vargas, fuerte de 700 plazas, al mando de jefes y oficiales Venezolanos, admiradores de Bolívar; el regimiento Granaderos montados, también de venezolanos, y media brigada de artilleros, compuesta de granadinos. Los conjurados contaban solamente con esta última pequeña fuerza.

que

el

Cuando Santander tuvo noticia de crímen iba á cometerse, ni pudo impedirlo, ni mucho menos denunciarlo. Resolvió, pues, pasar la noche en casa de su hermana.

Los conjurados, reunidos en la casa de Var

gas Tejada hasta las once y cuarto de la noche, bien armados y convenidos en el plan de ataque, salieron á dicha hora...........; ¡la más ciega pasión les conducía!

En el grupo iban Carujo, Vargas Tejada, Florentino González, Horment, Zulaivar, López y otros. En el cuartel de Granaderos estaba preso desde que Montilla lo envió de Cartagena, el valeroso general Padilla. Ignoraba éste el proyecto; pero los conjurados, conociendo sus resentimientos contra Bolívar, no dudaron que libertándolo de la prisión, se pondría al frente de las tropas.

El ataque empezó por el palacio en que dormía Bolívar. Sorprenden allí la guardia; matan á puñaladas cuatro centinelas, penetran en las habitaciones, hieren gravemente al animoso edecán de servicio Ibarra (Andrés) que pretende oponérseles, y á los gritos de « ¡Viva la libertad! » « i Muera el tirano! » llegan hasta la propia estancia de Bolívar.

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Este, , que al oir la algazara pretendió salir, armado de su espada, desistió del propósito porque su querida, que le acompañaba en la

noche de aquel trance, haciéndole comprender la inutilidad del sacrificio, le ayudó á descolgarse por el balcón, y ya en la calle, corrió Bolívar en dirección del cuartel de Vargas.

Hecho ésto, la Sáenz abrió la puerta, y mostrando á los conjurados la desierta estancia, les aseguró que Bolívar, avisado de la conspiración, dormía esa noche en la casa de un amigo.

Bolívar, á poco de haberse arrojado por el balcón, tuvo la fortuna de hallar á un criado suyo de toda confianza, que se recogió tarde esa noche, y que al conocerlo, se le incorporó. Muy útil le fué tan fiel compañero, porque con su auxilio pudo arrojarse en la hondonada del puente del Carmen, á tiempo que se cruzaban los fuegos del batallón Vargas con los de artilleros. Allí se guareció mientras se conocía el resultado.

Para entonces, el capitán Silva había atacado con la brigada de artillería, pero sin éxito alguno, el cuartel de Vargas y Carujo; que venía en retirada del palacio de Bolívar, había matado de un pistoletazo á su íntimo amigo el

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