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cion ligera y ardiente, ó sumidos como el de Venezuela, en aquella época, en la más completa ignorancia.

¡Con tan pobres elementos debia contar el General Miranda para alcanzar la independencia de su patria!

Como militar de consumada pericia, hizo cuanto pudo, reclutando y armando hombres, y estableció su Cuartel general en Maracay. Fué una de sus principales disposiciones asegurar la Plaza y fortaleza de Puerto-Cabello con el jefe y tropa de más confianza, y para ello nombró á Bolívar comandante general.

Vanos esfuerzos, porque Monteverde, teniendo segura su retaguardia con la adhesión de las provincias occidentales, avanzó alcanzando parciales triunfos sobre los republicanos, hasta acantonar en el pueblo de San Mateo. Miranda retrocedió con su ejército colecticio á La Victoria; pero sabiendo que el enemigo carecía de pertrechos, ántes de comprometer un combate formal, ordenó que fuese tiroteado por las avanzadas consecutivamente cada día, hasta obligarlo á rendirse, puesto que le era

imposible recibir elementos de guerra de Coro, distante 80 leguas de aquel lugar.

La fatalidad había dispuesto las cosas de otra manera, y el 30 de Junio de aquel año se sublevó la fortaleza de Puerto-Cabello, enarbolando en el acto el pabellon de Castilla. Un oficial indigno, seguido de los presidiarios y de los reos políticos que allí estaban encerrados, efectuó con buen éxito aquel movimiento.

Bolívar que era el Jefe militar de la plaza, hizo cuanto pudo por someter los rebeldes, pero sin resultado alguno. Disputó la ciudad y sus alturas á viva fuerza, buscó la muerte por doquiera; pero abandonado por la tropa y extenuado después de cinco dias de combate y fatigas, embarcóse para La Guaira, seguido apénas de algunos oficiales de su Estado mayor.

Las cartas que ahora insertamos referentes á tan triste suceso, ven por primera vez la luz pública. Durante setenta y un años han permanecido secretas en el importantísimo Archivo que dejó el general Miranda, y que poseemos hoy.

Más tarde publicaremos por separado otros documentos de más importancia llamados á esclarecer ciertos hechos históricos que estaban envueltos en las sombras de la duda y de las conjeturas.

Las dos cartas que Bolívar dirigió á Miranda al llegar á Carácas, son dignas de la más completa admiración: revelan el militar pundonoroso, honrado y valiente, en lucha contra el infortunio y la adversidad de los humanos sucesos. No pueden leerse estas cartas sin experimentarse una emoción profunda.

La patria se ha perdido en mis manos!... » exclama Bolívar, presa del desaliento. Y era él quien debía salvarla más ¡ tarde, y ser el verdadero padre de la patria y el fundador de la República é Independencia de casi todo un continente !

Caracas 12 de Julio de 1812.

Mi General. Despues de haber agotado todas mis fuerzas físicas y morales ¿con qué valor me atreveré á tomar la pluma para escribir á V. habiéndose perdido en mis manos la Plaza de Pto Cabello? Mi corazón se halla des

trozado con este golpe aún más que el de la Provincia. Esta tiene la esperanza de ver renacer de en medio de los restos que nos quedan su salud y libertad: sobre todo Pto Cabello no espera más que ver parecer el ejército de Venezuela sobre Valencia para volverse á nosotros; pues nada es más cierto que aquel pueblo es el más amante á la causa de la Patria, y el más opuesto á la tiranía española. Á pesar de la cobardía con que al fin se han portado los habitantes de aquella ciudad, puedo asegurar que no por eso han cesado de tener los mismos sentimientos. Creyeron nuestra causa perdida por que el ejército estaba distante de sus cercanías.

El enemigo se ha aprovechado muy poco de los fusiles que teníamos allí pues la mayor parte de ellos los arrojaron á los bosques los soldados que los llevaban, y los otros quedaban muy descompuestos creo que apénas lograrán doscientos por todo.

en suma

Espero se sirva V. decirme qué destino toman los oficiales que han venido conmigo. Son excelentísimos, y en mi concepto no los hay mejores en Venezuela. La pérdida del Coronel Jalon es irreparable, valía él solo por un ejército.

Mi General: mi espíritu se halla de tal modo abatido que no me hallo en ánimo de mandar un solo soldado: pues mi presunción me hacía creer que mi deseo de acertar, y el ardiente zelo por la Patria suplirian en mí de los talentos de que carezco para mandar. Así ruego á V. ó que me destine á obedecer al más infimo oficial, ó bien que me dé algunos dias para tranquilizarme y recobrar la serenidad que he perdido al perder á Pto. Cabello á esto se añade el estado físico de mi salud que después de trece noches de insomnio, de tareas y de cuidados gravísimos,

me hallo en una especie de enagenamiento mortal. Voy á comenzar inmediatamente el parte detallado de las operaciones de las tropas que mandaba, y de las desgracias que han arruinado la ciudad de Pto. Cabello, para salvar en la opinión pública la elección de V. y mi honor. Yo hice mi deber, mi General, y si un soldado me hubiese quedado, con ese habría combatido al enemigo. Si me abandonaron no fué mi culpa. Nada me quedó que hacer para contenerlos, comprometerlos á que salvasen la Patria; pero; ah! ésta se ha perdido en mis manos.

De su súbdito.

S. BOLÍVAR.

Caracas 14 de Julio de 1812.

Mi general lleno de una especie de vergüenza me tomo la confianza de dirigir á usted el adjunto parte, que apénas es una sombra de lo que realmente ha sucedido.

Mi cabeza y mi corazón no están para nada. Así, suplico á usted me permita un intérvalo de poquísimos dias para ver si logro reponer mi espíritu en su temple ordi

nario.

Después de haber perdido la mejor plaza del Estado, ¿ cómo no he de estar alocado, mi general?

¡De gracia, no me obligue usted á verle la cara! Yo no soy culpable, pero soy desgraciado y basta.

Soy de usted, con la mayor consideración y respeto, su apasionado súbdito y amigo que

B. S. M.

SIMON BOLÍVAR.

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