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taba á ciento cuarenta y un hombres (N.° 8), como consta por este documento, porque la defensa que debíamos hacer contra los Corianos era precisamente en la batería de la Princesa, bañada por los fuegos del Castillo, y consiguientemente atacada por la espalda como el frente.

El mayor inconveniente que presentaba la defensa. dentro de la ciudad, era la carencia de agua, que habría sido absoluta, porque los enemigos, apoderándose del río, nos impedirían el tomarla; y no pudiendo recurrir al pozo del Castillo, no habría otro partido que rendir la Plaza ó morir de sed; pues el expediente de hacer excavaciones para extraer agua, no es adaptable en Puerto Cabello, porque estando la ciudad á nivel del mar, el agua es impotable.

(No. 8.) Estado que manifiesta la Fuerza con que se halla la cortina de la Plaza de Puerto Cabello.

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Señor Comandante. Ochenta y un infantes tiene la guarnición

de Murallas para dentro. JALÓN.

El dia 5 el enemigo atacó el destacamento del Palito que estaba al mando del Subteniente Cortés, el que fué totalmente derrotado, sin que escapase más que el oficial y cinco soldados sin armas. Esta novedad llenó de consternación á los poquísimos soldados que me quedaban, no menos que á los Oficiales de la guarnición, como. que se hallaban cercados por todas partes y sin esperanzas. Entónces yo, de acuerdo con los Coroneles Mires y Jalón, determiné reunir el mayor número de tropas que fuese posible, y atacar con ellas primero á los enemigos más inmediatos, y después á los que estaban más distantes, para evitar así, si era posible, la reunión de sus fuerzas totales en las avenidas de la ciudad, en donde no era posible resistirlos por las razones que tengo expuestas.

El Coronel Mires con el Coronel Jalón y Capitan Montilla tuvieron órden de marchar inmediatamente con doscientos hombres á atacar al enemigo á San Estéban. Allí encontraron un fuerte cuerpo de Corianos compuesto de infantería y caballería, el cual fué atacado por nosotros, pero con tan desgraciado suceso, que á la media hora de combate, sólo pudimos reunir siete hombres porque los demás fueron muertos, heridos, prisioneros y dispersos, habiendo quedado el Coronel Jalón que mandaba la derecha envuelto por los enemigos con el corto número de soldados que le seguía, sin que hayamos podido tener noticia alguna de este benemérito y valeroso Oficial, cuya pérdida es bien lamentable y costosa,

Hallándose el Coronel Mires en esta cruel posición, tomó el partido de retirarse á la Plaza con la guardia que había dejado en el Portachuelo, y por órden mía

fué á situarse al fuerte del Trincherón, en donde había un destacamento de treinta hombres, grande acopio de pertrechos y municiones de boca y guerra, que anticipadamente había hecho almacenar allí para sostenerme en aquel puesto hasta el exterminio, como el más propio para ello, en razón de su fuerte situación y fácil comunicación con el Puerto de Borburata, en donde estaban anclados el bergantin Zeloso, las lanchas cañoneras, y trasportes con víveres.

La ciudad quedó reducida á cuarenta hombres de guarnición, y consiguientemente era imposible se sostuviese contra el Castillo, guarnecido de doscientos hombres, y los destacamentos Corianos que cubrian ya las avenidas de la Plaza. El número de estos destacamentos no es fácil fijarlo porque sus avanzadas fueron las que derrotaron nuestras partidas; más yo conjeturo que el enemigo no excedería de quinientos hombres.

Las alturas estaban amunicionadas para sostener un sitio de tres meses; sobre todo, la Vijía de Solano que es inexpugnable; sus fuegos, es verdad, son poco temibles al enemigo, por ser demasiado fijantes: pero podría servir de padrastro contra la Plaza, y favorable á nosotros cuando volvamos á tomar aquella ciudad. El Comandante de estas alturas era el Teniente Coronel Garcés, hombre reputado por un respetable C. y el corifeo de los militares de la clase de Pardos: amado de estos, y estrechamente ligado con los que se dicen Patriotas. Por estas consideraciones, y el saber yo evidentemente. que si le despojaba del mando de aquel puesto, se aumentaría el embarazo en que me hallaba para defender la Plaza, juzgué prudente continuarlo en él, en lugar de quitárselo. Nada deseaba yo tanto como encerrarme en

aquella fortaleza, para sepultarme entre sus ruinas; pero, ¿con qué tropas podria ejecutar revolución tan gloriosa? No las tenía; al contrário estaba rodeado de soldados llenos de pavor, y consiguientemente prontos á la infidencia y deserción. Tampoco era justo que diese el mando á uno de los valerosos Oficiales que me sostuvieron hasta el fin; pues habría sido un sacrificio tan cruel, como perjudicial á las armas de Venezuela, por la falta que nos haría cualquiera de ellos.

En la mañana del 5 ya mi situación era tan desesperada que nadie juzgaba pudiese mejorarse; y por esta causa me instaban de todas partes para que tratase de proporcionarme una retirada, aunque sólo fuese para mi persona y la plana mayor (como consta del N° 9). Sin embargo mi resolución no varió jamás un punto de batirme miéntras hubiese un soldado; para esto dí órden al Mayor de Plaza Campos, para que mantuviese el fuego y sostuviese la ciudad hasta el extremo, que yo por mi parte molestaría al enemigo en el campo y ciudad exterior, con las alturas y el Trincherón: su contestación fué la que se halla bajo el No 10.

(No. 9. P. D.) La llegada á este buque de los Ciudadanos Carabaño, Monasterios, Herreras, Champaña y otros, me obligó á mandaros al último á tratar con vos, sobre el mejor partido que conviniese tomar. Ellos me pintaron vuestra situaci in sin esperanza, pero vuestro último oficio me anuncia lo contrário, y aunque se los he manifestado, permanecen á bordo.

Dios os guarde. Bergantin Zeloso en la boca de Borburata á 5 de Julio de 1812. PEDRO DEL CASTILLO. C. Comandante de la Plaza de Puerto Cabello.

(No. 10.) Ahora que son las diez y media de la noche acabo de recibir vuestro oficio y en contestación os digo: que me sostendré cuanto sea posible en la Plaza, pero debo advertiros que me hallo con pocas municiones de toda arma. Habiendo recorrido la linea

El día 6 al amanecer tuve noticia que la Ciudad acababa de capitular por el documento (N° 11), en que el C. Rafael Martinez oficiaba al Comandante de las alturas, para que siguiese la suerte de la ciudad.

En este estado traté de hacer un reconocimiento de la derecha del Trincherón para observar si podría ser atacado por el frente y espalda. Yo fuí en persona á hacer este reconocimiento, y aún no había concluido esta operación cuando ya se habían desertado los pocos soldados que cubrían el Trincherón, pues la noche ántes, habíamos perdido muchos de ellos. Demás los Capitanes Figueroa y Rosales capitularon de cobardes con el enemigo, y entregaron el Fuerte sin consultar á otros Jefes superiores que había en él y sus inmediaciones.

El Coronel Mires, Teniente Coronel Carabaño, y Ayme

he hallado alguna gente de ménos, que creo se habrán ido para el Trincherón en Cayucos, como lo ha hecho el Comandante de Marina. Espero que me comuniquéis con oportunidad cuanto creáis útil para mi conservación, y salvar la tropa que se halla en la Plaza.

Puerto Cabello, Julio 5 de 1812. JUAN CAMPOS. Ciudadano Comandante General del Trincherón.

(No. 11.) Habiendo tenido en consideración la situación de nuestra Plaza, la de haberse separado de ella las Autoridades que en ella se hallaban, como haberse ido al punto del Trincherón, y dejar esta Plaza expuesta á perecer sus habitantes, como es probable en esta consideración se ha capitulado, este pueblo interior, entre varios vecinos de él, con las condiciones de no padecer en cosa alguna ni sus personas, intereses, ni empleos en esta virtud, verá Vd. arbolado el pabellón del Señor Don Fernando 7° : quedo persuadido que Vd. se agregará á este partido, para lo cual arbolará el mismo pabellón, y de no me contestará lo mismo.

Dios guarde á V. Ms. As. Plaza interina de Puerto-Cabello, 6 de Julio de 1812. RAFAEL MARTINEZ. Señor Comandante de las Vijias de Puerto Cabello.

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