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rich, Capitan Montilla, el Comandante de Ingenieros Capitan Bujanda, mi Secretario Ribas y dos Oficiales más, se vieron solos y vinieron á la Playa de Borburata á embarcarse en el Zeloso, pudiendo por fortuna y á riesgo de nuestra libertad embarcar los pertrechos que teníamos y los víveres que poseíamos, teniendo por desgracia que dejar dos obuses de bronce por falta de quien los condujese á la playa.

En fin, mi General, yo me embarqué con mi plana mayor á las nueve de la mañana abandonado de todo el mundo, y seguido sólo de ocho oficiales que después de haber presentado su pecho á la muerte, y sufrido pacientemente las privaciones más crueles, han vuelto al seno de su Patria á contribuir á la salvación del Estado, y á cubrirse de la gloria de vuestras armas.

En cuanto á mí, yo he cumplido con mi deber; y aunque he perdido la Plaza de Puerto Cabello yo soy inculpable, y he salvado mi honor. ¡ Ojalá no hubiese salvado mi vida, y la hubiera dejado bajo de los escombros de una ciudad que debió ser el último asilo de la libertad y la gloria de Venezuela!

P. D.

Caracas, 14 de Julio 1812.

SIMON BOLÍVAR.

Despues de habernos embarcado se reunieron sobre cuarenta soldados de Aragua que se hallaban dispersos y se embarcaron en los trasportes y lanchas, como también más de doscientos fusiles, municiones de boca y algunos paisanos.

S. B.

IV

La pérdida de Puerto-Cabello fué señalado triunfo para la causa realista, porque Monteverde que se hallaba en San Mateo en situación muy crítica, se proveyó inmediatamente de cuantos elementos de guerra le faltaban, y se apoderó de la primera fortaleza del país.

Esta triste nueva llegaba al cuartel general de Miranda, al mismo tiempo que otras de carácter no ménos alarmante. Los esclavos de la costa Oriental se habian sublevado, por sugestion de algunos españoles, y cometian, mientras avanzaban contra Carácas, las mayores atrocidades.

La situación del ejército republicano, compuesto en su mayor parte de tropas indisciplinadas, era en extremo grave. Si á esto se agrega que el Generalísimo no tenía gran confianza en su gente porque las deserciones eran constantes, y que él mismo era víctima de la hostilidad que le declararan las medianías que casi siempre flotan en las revoluciones, se comprenderá fácilmente que bajo tales auspicios se hacía imposible proseguir la campaña. Al frente del ejército republicano estaba el de Monteverde bien provisto ya de municiones; á retaguardia tenía el Generalísimo la ciudad de Caracas amenazada de muerte por los negros de la costa en el resto del país cundía el desaliento, la miseria y el terror causado por el terremoto.

Miranda que unía á la experiencia de la guerra la seriedad del carácter, comprendió que su patria sería víctima de inauditas desgracias, si no se obtenía á tiempo una avenencia con el enemigo, y en consecuencia propuso una capitulación á Monteverde. Esta fué firmada el 25 de Julio, obligándose el Jefe espa

ñol á respetar la vida, libertad y propiedad de los venezolanos, cualesquiera que hubieran sido sus opiniones ó proceder en la revolución, y por su parte el generalísimo se obligaba á entregar á Monteverde las provincias dependientes del Gobierno republicano y los elementos de guerra que poseyeran.

Miranda, como los demás jefes republicanos, estaba en libertad de quedarse en el país ó expatriarse. Rosolvió lo segundo, y se aprestaba para embarcarse en la Guaira en la corbeta inglesa de guerra Saphire, surta en aquel puerto á sus órdenes, con rumbo á Cartagena. Era su plan solicitar de su amigo el general Nariño, en Nueva Granada, recursos con que emprender desde la frontera una nueva campaña sobre Venezuela, y contribuir así á su salvación.

Las tropas de Monteverde ocuparon á Carácas el 29 de Julio. Para esa fecha se habian trasladado á la Guaira varios jefes republicanos con el propósito de expatriarse; Bolívar, Ayala, Montilla, Castillo, Madariaga y otros.

En la Guaira había dos autoridades distin

tas, el coronel Manuel de las Casas, jefe militar del puerto, y el Doctor Miguel Peña, Gobernador Político y subdelegado de Hacienda.

Casas, más antiguo que Peña en el puesto militar que ocupaba, fué siempre amigo y admirador de Miranda. Su correspondencia con el Generalísimo, que acabamos de leer, así lo demuestra.

Peña había entrado á desempeñar la Gobernación al terciar el mes de Junio. Un mes más tarde ya había reñido con Casas. La siguiente carta de este á Soublette, primer edecan y secretario de Miranda, dirigida al cuartel general, da una idea perfecta de esta enemistad.

CASAS A SOUBLETTE.

Guaira, 9 de Julio de 1812.

Mi querido Cárlos: Según te signifiqué en mi anterior de este día pretendía que la ocurrencia con Peña no trascendiese nunca á conocimiento del General; pero la conducta que ha observado éste de esta mañana acá me hace pensar ya de otro modo.

Este hombre comía en mi mesa y en todos los asuntos nos entendíamos á la voz; hoy se ha excusado de venir á comer y para todo se ha propuesto hacerme perder

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