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tuvo atado á las paredes de la prisión, y al fin, consumido por los tormentos, murió en la mañana del 14 de Julio de 1816.

No se le permitió al honrado criado que le acompañó en su prisión y agonía, que hiciera al cadáver ningunas exequias. Apénas expiró Miranda, le enterraron precipitadamente, amortajado con la ropa de cama. ¡Así concluyó á la edad de sesenta años el Decano de los Libertadores de Venezuela!...

V

Cerveriz redujo á prisión en la Guaira á cuantos pudo haber de los patriotas que allí estaban, pero Bolívar tuvo la buena suerte de salvarse, pasando disfrazado por entre los guardias españoles, y se ocultó en Carácas en la casa de un amigo. Poco despues, obtuvo de Monteverde por influencia de un dignísimo español, amigo personal del dictador, un pasaporte para el extranjero. Nos complacemos ahora en estampar aquí el nombre de este generoso castellano, D. Francisco Yturbe, á quien de mozos tuvimos la honra de conocer.

Algunos escritores españoles pretendieron entonces empañar la reputación de Bolívar, asegurando que aquel pasaporte le había sido concedido por Monteverde en recompensa de la prisión de Miranda.

Esta especie no merece los honores de la refutación. Ahí está en pié la América independiente dando el más elocuente mentis.

Embarcóse Bolívar el 26 de Agosto para Curaçao con algunos camaradas, y de allí pasó á Cartagena adonde llegó el 14 de Noviembre. En el acto le concedió el Gobierno republicano que allí funcionaba la comandancia de Barranca, con su propio grado de Coronel. Poco después fué enviado á libertar el Alto Magdalena. En Mompox desalojó á los españoles de las posiciones que ocupaban á orillas de aquel río, con la misma gallardía con que poco ántes se había apoderado del pueblo de Tenerife.

Libertó en seguida á Santa Marta y mereció del Gobierno granadino el mando de una nueva expedición contra Cúcuta y Pamplona. Abriéndose paso por entre las guerrillas enemigas que en diversas parajes estaban escalo

nadas, llegó á las inmediaciones de San José de Cúcuta, donde el coronel Correa, jefe realista, le aguardaba al frente de 800 infantes. Bolívar sólo tenía 500.

Dió la batalla el 28 de Febrero al rayar el día; pocas horas después, el éxito más completo coronó sus esfuerzos. Correa y los suyos estaban en fuga y Cúcuta quedó en poder de Bolívar con un rico botin.

Una vez allí exaltóse en Bolívar el deseo de libertar á Venezuela, deseo que no le había abandonado desde su salida de Carácas, y pidió permiso al Congreso de la Nueva Granada para emprender con sus tropas la campaña.

Vaciló aquel cuerpo en darlo, teniendo por azaroso y aventurado el proyecto de Bolívar, pero fueron tantas sus instancias y ruegos, que al fin se le concedió, aunque condicionalmente, pues debía someterse á las órdenes del Gobierno granadino, y proceder en sus marchas y aventuras con ciertas restricciones. Aceptólas él, porque era muy grande el anhelo de redimir á su patria. Pronto veremos el caso que hizo de ellas.

Comenzó Bolívar sus operaciones sin pérdida de instantes. Dispuso que el coronel Castillo con 800 hombres atacara á Correa, atrincherado en la Grita. Titubeó este jefe, animado de una gran rivalidad contra Bolivar, en ejecutar por lo pronto sus órdenes; pero, al fin, vióse en el caso de cumplirlas, y los realistas fueron derrotados el 15 de Abril de 1813.

Castillo renunció el mando después de la acción, y las ventajas ya adquiridas se habrian perdido por las intrigas granadinas puestas en juego para sustituirle, si Bolívar no hubiera nombrado para reemplazarle al Oficial venezolano Rafael Urdaneta.

Apénas le quedaban, por efecto de tales contratiempos, 500 hombres; pero en compensación de tan exiguo número, tenía excelentes Oficiales. Allí estaban Urdaneta, Jiraldot, D'Eluyar, José Felix Ribas y otros jóvenes valerosos, ora granadinos, ora venezolanos, inflamados todos del mismo ardor y deseo que su jefe.

Emprendió éste la marcha hácia Mérida en

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