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simpatía entre los americanos, á quienes se había propuesto emancipar. Después de pasar cuatro dias en aquella ciudad, se retiró á La Vela, y de aquí guió á Oruba donde disolvió su expedición, dirigiéndose á Trinidad.

Los auxilios que había pedido á Jamaica le fueron negados, y en consecuencia abandonó el proyecto de dirigir la expedición sobre el Río de la Hacha en busca de mejor suerte para su noble causa. De Trinidad continuó viaje á Europa.

Estos sucesos tan desgraciados para la causa americana, habían producido en los ánimos de los venezolanos un pavor extremo.

Los acontecimientos ocurridos en España posteriormente modificaron un tanto la situación de las cosas. La abdicación de Cárlos IV en favor de su hijo, la de este en favor de su padre; la cesión de la Corona Española en favor de Napoleón, la proclamación de José Bonaparte como rey, la reacción efectuada en la península con motivo de tan oprobiosos sucesos, todo contribuyó eficazmente á despertar en Venezuela el deseo de promover la emanci

pación de la patria. Pero, aún no estaba colmada la medida.

Acordóse en Venezuela el desconocimiento de la autoridad de Bonaparte, y se reconoció despues de mil vacilaciones la Junta de Sevilla, y más tarde, en Enero de 1809 fué reconocida la Junta Central de España é Indias, como única autoridad para dirigir los asuntos de la Península y de sus colonias.

La tentativa de los americanos para constituir una Junta local, quedó frustrada. El brigadier D. Vicente Emparan llegó á Carácas con el carácter de Capitan general de Venezuela y comenzó, como era de esperarse, por oprimir á los criollos, declarando que no había otra ley ni otra voluntad que la suya.

Pero antes de proseguir, detengámonos á contemplar la figura del general Miranda.

De inteligencia luminosa, de carácter reflexivo y austero, de temperamento firmísimo, sóbrio en costumbres y parco en juicios, probado en el crisol de la adversidad Ꭹ atento siempre á la idea que engendró su mente, era Miranda de la madera de los hombres conven

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cidos que jamás tiemblan las consecuencias de un hecho ni reparan lo andado en el doloroso camino de las revoluciones políticas.

En Rusia fué bien quisto de todos y agasajado por Catalina; en Francia luchó como bueno, juntamente con los mejores caudillos de la Revolución; en los Estados Unidos de América riñó batallas y expuso enseñanzas, y en todas partes estuvo siempre al servicio de la libertad que él queria implantar en su oprimida patria.

La caida de los Girondinos, con quienes militara en la Revolución, amenguó su prestigio, é inesperadas infidelidades de la fortuna pusieron su nombre en tela de juicio y su vida entre los hierros de aquel mónstruo de recelos y de suspicacias que se llamó « tribunal revolucionario »>.

En medio de estas grandes convulsiones no decayó un punto su acendrada fé, ni se dió á partido en el nobilísimo empeño de redimir á la patria; y, á despecho de las vacilaciones de Pitt y del gobierno de los Estados Unidos, partióse á Venezuela, corriendo á la aven

tura, en persecución de la independencia.

Parte en todos los tormentosos sucesos que en aquel momento histórico agitaron al mundo antiguo de las supersticiones y al nuevo mundo de las esperanzas, fuéle dado á Miranda el arrojar en los campos de su patria la semilla fructífera del árbol santo de la libertad, regado con sangre y lágrimas de Francia en el Calvario de su grandiosa Revolución. Precursor y héroe anónimo de la independencia, no saboreó triunfos personales ni obtuvo mercedes. Su nombre y su apostolado fueron zaheridos por la calumnia. En la obra de la redención del mundo americano, Miranda fué el Nazareno que no detuvo su cansada planta en el camino del bién, y que llegó á la meta herido por sus abrojos y coronado de espinas.

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Las tenaces persecuciones del Capitan General Emparan contra los americanos, y las noticias que llegaban de España relativas á la disolución de la Junta Central, contribuyeron grandemente á precipitar los sucesos.

La historia de lo ocurrido en Carácas el 19 de Abril de 1810 es de todos conocida ; nos limitaremos, pues, á narrar someramente el hecho, prescindiendo de pormenores.

Celebrábase en aquel día la festividad de Jueves Santo, y el Capitan General juntamente con el Cabildo concurria á los oficios religiosos en la Iglesia Catedral. El trayecto desde

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