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Cervantes Saavedra dió a la estampa en 1613, fué conservado en un volumen de misceláneas que un racionero de la catedral de Sevilla formó, de 1606 a 1610, «para divertir los ocios de su arzobispo.>>

Tales testimonios manifiestan que el tribunal del Santo Oficio se desveló en la Península por mantener incólume la pureza de la fe, pero no la de la moral práctica.

¿Cómo estrañar entonces que los españoles i sus descendientes llevaran, en las provincias ultramarinas, una vida licenciosa i airada?

El Carnero de Bogotá, o sea la Conquista i Descubrimiento del Nuevo Reino de Granada, que don Juan Rodríguez Tresle escribió en 1638, i que don Felipe Pérez imprimió en 1859, hace ver que la historia de aquella provincia en el primer siglo fué un verdadero drama de capa i espada puesto en acción.

Los Anales de la Villa Imperial de Potosí, que don Bartolomé Henríquez i Vela escribió en 1702, que don Vicente de Ballivian i Rojas imprimió en 1872, manifiestan que algo semejante sucedia en la ciudad mencionada.

¿Cómo estrañar entónces que se verificara otro tanto en el reino de Chile?

Los documentos que he coordinado en este libro no dejan la menor duda sobre este particular.

V.

La situación relijiosa de Chile en la primera mitad del siglo XVII.

Lo que he espuesto en los tres capítulos precedentes, no significa de ninguna manera que los españoles de Chile dejaran de ser católicos tan creyentes, como los demás individuos de su nación.

Parece, sin embargo, según puede haberse notado ya en las citas anteriores, que, en los principios, fueron poco observantes.

Muchos no se confesaban, sino mui de tarde en tarde.

Los mismos que practicaban este sacramento, lo hacian por lo jeneral sin la preparación correspondiente, i sin el propósito debido.

Deseosos de obtener la absolución, pero no resueltos a enmendarse, ocultaban los pecados.

Aquellos penitentes querian ser perdonados, pero sin renunciar a la pluralidad de mancebas, ni al juego, ni a las pendencias, ni a la embriaguez, ni a la opresión de los indios.

Así, según lo que testifican los escritores de la

Compañía de Jesús, eran inui numerosas las confesiones sacrílegas.

A fin de remediar este malestar de las conciencias, los jesuitas empezaron a recomendar, i aun a exijir las confesiones jenerales.

Tal procedimiento causó una conmoción profunda, la cual dividió en dos bandos, no solo a los fieles, sino a los sacerdotes de Santiago.

Dejo la plumna al padre Pedro Lozano para que refiera esta incidencia.

«En medio de tan universal aplauso (el que habian alcanzado los jesuitas por sus primeros trabajos), dice, se levantó contra ambos misioneros (Gabriel de Vega i Hernando de Aguilera) una furiosa borrasca, en que, al parecer de los menos entendidos, corria manifiesto riesgo de dar al través todo su crédito; i a vueltas de él, cuanto habian obrado a beneficio de los prójimos. Conjuráronse contra los padres ciertos relijiosos, de quienes era tanto mas sensible la contradicción, cuanto debiera ser de tales sujetos menos temida. El motivo especioso con que pretendieron paliar los excesos de su envidia, o los arrojos de su emulación, fué el celo aparente de defender el partido de la verdad, calumniando de errónea cierta doctrina mui segura i cierta, que los padres inculcaban en sus sermones sobre las confesiones jenerales, para remedio de conciencias estragadas. No contentos con censurar la doctrina, se adelan

taban a despedazar con diente rabioso el crédito de las personas; que es pensión antigua de los que obran mejor, ser perseguidos de quien debieran ser mas alabados. Enmudecian los misioneros a sus injurias personales, nunca mostrando mas sereno el semblante, que cuando llegaban a su noticia; pero defendian modestamente la verdad de su doctrina como utilísima al bien de las almas, a imitación del Divino Maestro, que, callando a los atroces testimonios contra su persona, no quiso disimular, cuando ponian a pleito la verdad de su celestial enseñanza. Con la modestia de los misioneros, crecia cada dia el arrojo de los émulos, que, del retiro de los estrados i conversaciones familiares, sacaron a plaza en traje de rea su segura doctrina, condenándola desde el teatro sagrado de los púlpitos. Para atajar este escándalo, se llevó la doctrina al contraste de la verdad, el santo tribunal de la inquisición, de donde salió calificada de mui pura i provechosa, coino condenados sus adversarios, a quienes mandó aquel rectísimo senado se les diese una grave reprensión en presencia de los prelados de las relijiones para escarmiento. Con esa demostración, quedaron, si no enmendados, a lo ménos con el pesar de que la traza para que los misioneros se precipitasen al abismo de la deshonra, les sirvió de escala para subir a mayor altura de estimación entre todos.»

La principal de las solemnidades relijiosas que habia en Chile antes de la entrada de la Compañia de Jesús era la de Corpus Christi; pero, según lo aseveran los cronistas de esta orden, esa solemnidad daba ocasión para los mayores excesos.

Hé aquí el que el padre Lozano escribe sobre este punto.

«Solian los indios celebrar la solemnidad del Corpus con bailes a su usanza; pero, a vuelta de estos que parecian indicios de devoción a misterio tan sagrado, se mezclaban ofensas gravísimas del Señor, que pretendian festejar, porque era moralmente cierta la embriaguez; i calientes con los brevajes, resultaban homicidios i otros escándalos que no se habian podido remediar. Noticiosos los nuestros de estos desórdenes, se empeñó el celo del padre Valdivia en atajarlos, para lo cual, saliendo acompañado del padre Hernando de Aguilera, ambos con cruces en las manos, se encaminaron al lugar de estas juntas, donde estaban los indios repartidos en diez bailes diferentes, a que asistian con las mejores galas que alcanzaba su pobreza. Llegaron los padres a tiempo que se hallaban en el mayor fervor de su regocijo, sin atender a otra cosa que a la destreza con que la mitad de ellos, subidos en unos palos de un pié de ancho, pero capaces de diez indios a lo largo, hacian las mudanzas con gran lijereza; i muchos empezaban a sentir los humos de los licores.

EL TERREM.-17

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