Imágenes de páginas
PDF
EPUB

ejecución ha habido mucha remisión i descuido. I habiéndose visto por los de mi consejo de las Indias, fué acordado que debia mandar dar esta mi cédula, por la cual os ordenamos que proveais i ordeneis lo que convenga para que se ejecute lo que, por leyes de estos mis reinos, está dispuesto i ordenado acerca de la hacienda que los clérigos dejan a sus hijos por tácito fideicomiso, teniendo mucho cuidado del cumplimiento de las dichas leyes, i de ordenar al mi fiscal de esa audiencia que pida el cumplimiento de ellas, sin que haya la remisión ni descuido que hasta aquí ha habido. I de como se cumpliere, me dareis aviso. Fecha en Balsain, a 5 de setiembre de 1609.-YO EL REI. Por mandado del rei nuestro señor-Gabriel de Hoa.

La disposición precedente patentiza que muchos individuos del estado eclesiástico olvidaban dar ejemplo de castidad i de costumbres arregladas.

La real cédula de 5 de setiembre de 1609 contiene un dato bastante significativo para apreciar lo que fué, en el comienzo del siglo XVII, la moralidad privada.

El jesuita Diego de Rosales refiere una aventura ocurrida en Chile durante el primer gobierno de Alonso de Rivera, la cual revela el poco recato que las jentes de iglesia observaban en aquella época,

Léase la narración a que aludo.

«Un castigo hizo el gobernador con celo de justicia que no debiera, porque no es justicia hacer contra la misma justicia, ni guardar ni fuero ni inmunidad al estado clerical; i fué:

»Un estudiante ordenado de grados i corona inquietaba con escándalo una mujer casada; i sabido, le reprendió, rogándole se corrijiese; pero él no lo hizo; i estando un dia con la mujer encerrado en un aposento, llegó el marido; i tirándole el estudiante un candelero, le descalabró; i el marido, por no matarle, salióse, i echó el cerrojo por de fuera, i avisó a la justicia, yendo ante el gobernador con el rostro cubierto de sangre. Sabido el caso, salió el gobernador con algunos capitanes a donde el delincuente estaba; i allí en la misma casa, le mandó subir en su caballo, i que le diesen doscientos azotes por las calles; i como el caso fué tan repentino, ni el obispo, que estaba ausente, ni el provisor, que, cuando lo supo, ya se los habian dado, lo pudieron estorbar.

>> Lo cual fué causa de mucho disgusto entre el obispo i el gobernador, por haber castigado a un ordenado que traia hábito decente, a quien debia haber remitido a su juez para que le castigase, i no contravenir contra la inmunidad eclesiástica. Por el cual delito, estuvo mucho tiempo descomulgado; i no le absolvieron hasta que vino (reso

lucion) del nuncio, i mandó que el obispo le absolviese, puesto un pié sobre el pescuezo. Caso digno de notar para que las justicias no se dejen llevar del celo indiscreto de la justicia, haciendo contra la misma justicia.»

III.

Doña Catalina de los Rios de Campofrio Carvajal.

La serie de escándalos i de crímenes perpetrados por la dama cuyo nombre encabeza este cápítulo, es una comprobación espresiva e incontessable de la relajación moral de la sociedad chilena, en el primer siglo que siguió a la conquista española.

En todos los tiempos, ha habido familias que, como la de Edipo en la antigüedad, parecen arrastradas al crimen por una inclinación hereditaria. Tal sucedió con la de doña Catalina de los Rios.

Hé aquí lo que refiere acerca de este punto el obispo don Francisco de Salcedo en una carta a que antes he aludido, i que el finado señor arzobispo don Rafael Valentín Valdivieso proporcionó a don Benjamin Vicuña Mackenna.

«El orijen de esta señora doña Catalina Flores, por parte de padre, fué que, de dos mujeres que trajo el gobernador Valdivia por mancebas, pri

mer conquistador de este reino, fué la una de ellas María de Encío, abuela de esta señora. Casóla el gobernador con un fulano de los Rios, padre que fué de don Gonzalo de los Rios, padre de esta señora. Esta María de Encío mató a su marido, estando durmiendo una siesta, echándole azogue por los oídos.

» Este don Gonzalo casó con doña Catalina Flores, madre de esta dicha señora, i fué hija de doña Águeda Flores, una buena señora que tuvo muchos hijos e hijas; i las tuvieron en esta república por encantadoras, como se esperimentó por un duende que, en su casa, alborotó toda esta tierra, con quien decian tenian pacto.

>> Esta doña Catalina, madre de esta señora doña Catalina que hoi vive, i de quien tratamos, quiso matar con veneno al gobernador Rivera. Fué mujer cruel, porque mató con azotes a una hija de su marido, i asimismo mató a un indio a quien pidió las hierbas con que quiso envenenar el agua de la tinaja que bebia el dicho gobernador. >> Esta doña Catalina, de quien se trata al presente, mató a su padre con veneno que le dió en un pollo, estando enfermo. Pidióle la muerte en esta audiencia una hermana de su padre que hoi vive. I también mató un caballero del hábito de San Juan pocos años há, enviándole a llamar con un billete en que le decia con engañosos halagos le enviaba a llamar para tener mal trato con él

« AnteriorContinuar »