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si en tanto tiempo que ha habido para su reedificación, se está tan a los principios, el no haberse hecho los reparos hasta ahora parece que es descuido cuidadoso para que cesen las dichas imposiciones en grave perjuicio de la real hacienda, cuando Su Majestad se halla tan necesitado de ellas para la defensa de sus reinos i vasallos; i así Vuestra Excelencia, siendo servido, mandará lo que mas convenga.-En 21 de junio de 1651.— Doctor Don Pedro Vázquez de Velasco.»

Teniendo a la vista los antecedentes espuestos, el virrei conde de Salvatierra, en junta de hacienda, acordó la continuación de la exención por el tiempo primitivamente señalado.

«En la ciudad de los Reyes, a 22 dias del mes de junio de 1651 años, estando en acuerdo jeneral de hacienda, en que se halló el excelentísimo señor conde de Salvatierra, i los señores don Andrés de Villela, don Antonio de Calatayud, don García Carrillo, don Sebastián de Alarcón, don Pedro de Meneses, don Juan de Peñafiel i don Francisco Sarmiento, oidores, don Pedro Vázquez de Velasco, fiscal, don Juan Fermín de Izú, contador del tribunal de cuentas, don Francisco Guerra, juez oficial real, se vieron estos autos, i las dos cédulas de Su Majestad de 1.o de junio de 1649, i 4 de mayo de 1650; i con vista de ellas, mandaron que, en conformidad a lo que Su Majestad manda por la dicha cédula de 1.o de junio

de 1649, la ciudad de Santiago de Chile, i su distrito, gocen de la suspensión de los tributos el tiempo que le resta con el cumplimiento a seis años, i se diere orden al dicho reino que, cumplidos i pasados, continúe la contribución como antes que sucediese el terremoto; i Su Excelencia dé cuenta a Su Majestad de esta resolución con un tanto de esta información recibida, i el orijinal, quedando un tanto, i lo señaló juntamente con los dichos señores.-Ante mí, Don José de Cáceres i Ulloa.»

XXI.

Hechos Característicos.

Como el principal objeto que me he propuesto al componer este libro ha sido el de dar a conocer el estado social de Chile al concluir la primera mitad del siglo XVII, creo curioso referir aquí dos incidentes que pintan a lo vivo las costumbres de la época.

Los indíjenas, i aun los españoles, eran en estremo aficionados al juego de la chueca.

«La chueca, dice el jesuita Diego de Rosales, escritor contemporáneo, es al modo del mallo en España, una bola que le dan con unos palos retorcidos por la punta, o coleos (colihues) gruesos, que naturalmente tienen una vuelta al estremo, i sirven de mazo. Hacen dos cuadrillas, i la una pelea al frente de la otra sobre llevar cada una la

bola (que se pone en medio de un hoyo) a su banda, hasta sacarla a una raya que tienen hecha en los dos lados; i sobre esta contienda, pelean valientemente, corriendo con grande lijereza a alcanzar i volver la bola, cuando uno la dió un buen golpe, i la echó hacia su raya; i por volverla los unos, i revolverla los otros, hai una contienda mui reñida, hasta que una cuadrilla la saca de su raya, con que gana una. I a cuatro o a seis rayas, se acabó el juego, que suele durar una tarde; i a este juego, se ganan unos a otros camisetas, frenos, caballos, plata i otras cosas, que depositan unos i otros desde que comienza el juego, i con él, se ajilitan para la guerra.

>>>Tienen los indios de guerra grandes abusiones i supersticiones para ganar, i asimismo muchas invocaciones del Demonio para que la bola les sea favorable. Después de este juego, se sientan a beber su chicha, i tienen una gran borrachera; i de estos juegos de chueca, suelen salir concertados los alzamientos, porque, para ellos, se convocan de toda la tierra, i de noche, se hablan, i se conciertan para rebelarse. I así los gobernadores suelen prohibir este juego, i estas juntas, por los daños que, de ellas, se han esperimentado. Para estar mas lijeros para correr, juegan a este juego desnudos, con solo una pampanilla (especie de faldón), o un paño que cubre la indecencia. I aunque no tan desnudas, suelen jugar las mujeres a este

juego, a que concurren todos por verlas jugar i

correr. »

La pasión del juego de la chueca era tan imperiosa e irresistible, que, a pesar de la natural consternación causada por los estragos del terremoto del 13 de mayo, los indíjenas, i aun los españoles, prosiguieron entregándose a él con un desenfreno que produjo escándalo en las personas formales i timoratas.

A consecuencia de esto, el severo presidente Mujica, al poco tiempo de haber venido a Santiago, después del terremoto, se creyó obligado a poner término a una relajación semejante por medio del siguiente auto, que he sacado de la rica colección de documentos inéditos de don José Toribio Medina.

«En la ciudad de Santiago de Chile, en 6 dias del mes de noviembre de 1647 años, el señor don Martín de Mujica, caballero del orden de Santiago, del consejo de Su Majestad, gobernador i capitán jeneral de este reino, i presidente de la real audiencia de él, habiendo visto el pedimento del señor fiscal de Su Majestad, en razón de que se estorbe i quite el juego de la chueca, dijo que, por cuanto de jugar a la chueca los indios, se siguen muchos inconvenientes en deservicio de Dios, Nuestro Señor, i en perjuicio de los mismos indios, por los abusos, ritos i ceremonias malas que inter

EL TERREM.-72

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