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la configuracion del terreno y despues pasaremos en revista las varías selvas que están sin cultivarse y las ventajas parciales de cada una, por parecernos este método el mas sencillo y claro, á la vez que el unico compatible con los límites estrechos de esta obra.

La cordillera que sirve de barrera meridional al mar de las Antillas alza en toda la longitud de la costa sus faldas escarpadas. Muchas de ellas están constantemente batidas por las olas del mar y otras vienen á perderse á poca distancia de sus orillas. De todas estas alturas bajan rios á la sombra de espesa y lozana vegetacion, y á medida que se alejan de las cumbres empinadas, se abren y ensanchan los estribos de la montaña, dejando valles mas ó ménos inclinados, mas ó ménos espaciosos; todos útiles para el cultivo de la caña de azúcar, del árbol del café y mui especialmente del que produce la estimada almendra del cacao, que por su calidad y abundancia escede á las mejores conocidas. Cada valle, pues, tiene su rio, si no navegable, capaz de dar los riegos necesarios á todas las haciendas que allí se pueden formar. Desde que la cordillera se aleja de la orilla del mar, presenta grandes planos inclinados, fertilizados por las aguas que se desprenden de las altas cimas, y tanto aquellos como estas están ocupados por selvas que hace impenetrables su lujosa vegetacion. Cuanto mas se internan los cerros, tanto mas se estienden las hermosas llanadas en que el hombre aun no ha hecho resonar el golpe del hacha. El viento dominante que pasa sobre la vasta estension de los mares, chocando contra estas enormes masas, deposita en ellas las partículas acuosas que llevaba en forma de vapor, y por su medio se conservan la frescura y humedad, tan necesarias á la vida vegetal.

A cualquier parte que se dirija la vista, causa admiracion el aspecto de aquellas soledades incultas; pero vestidas con todo el lujo de una naturaleza vigorosa. Allí se encuentran mil especies de maderas preciosas, el incienso blanco ó gris, olorosísimas resinas y gomas mui estimadas, bálsamos de aromas y virtudes en estremo variados y útiles; miel en abundancia. Difícil si no imposible le es al hombre penetrar en aquellos bosques tupidos de malezas y apénas es dado atravesarlos por alguna parte ó medirlos con la vista desde algun punto distante y elevado.

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La serranía que en algunas partes tiene flancos escarpados, en otras conserva planos sobrepuestos en escalones, presentando mesitas de un clima delicioso, en el que prosperan el café, el añil, eľ

algodon, la caña de azúcar y tambien el cacao. Si se sube á las cumbres, se admiran las varias ramificaciones paralelas y trasversales que dan orígen á infinidad de hondonadas y valles, donde está hoi la masa de la poblacion y de la agricultura. En estremo bellas son las perspectivas que cada punto presenta. Hileras de cerros pelados á vezes, á vezes cubiertos de monte, forman agradables contrastes con los pocos campos labrados de los valles, los cuales se presentan matizados con los diferentes tintes de verdura que dan el maiz, la caña, la yuca, el añil, el algodon y otros muchos frutos de cultiyo. Cada uno de estos valles está regado como se ha dicho por algün riachuelo, cuyo curso se distingue á lo léjos por la mayor frondosidad del bosque en sus orillas y mientras que estos ofrecen un color casi uniforme de un verde mas ó ménos oscuro y á vezes salpicado por algunas flores, otros grupos de bosques alineados hacen ver que deben su existencia á la industria del hombre. Compónense estos de bucares (eretryna) cuya sombra tupida defiende las plantaciones de cacao y de café contra la estremada fuerza del sol equinoccial, y contra la violencia de los vientos tempestuosos. Las diferentes flores de que se cubren al mismo tiempo que se desnudan de sus hojas verdes, dan un medio fácil para distinguir las diversas clases de bucare, en aquellas mazetas rosadas ó naranjadas que matizan la campiña. Por otra parte se ven cuestas rápidas é inclinadas, á vezes medio cubiertas por las nubes, y en uno que otro punto de sus faldas el surco estrecho de cafetales sin sombra, porque allí, la natural templanza del clima hace inútil el ausilio del bucare protector. Contribuye tambien á embellecer y variar el paisaje, la vista de pequeñas llanuras, ya verdes como la paja lozana que las cubre, ya amarillentas cuando esta se halla desecada ó marchita por el rigor de la estacion, y ya ennegrecidas por el fuego, cuando las yerbas han sido quemadas para acelerar a reproduccion de los pastos. En medio de estas praderas naturales, en escaso número y sin órden, se descubren algunos grupos de árboles frondosos ó de verdes platanales con que el labrador rodea ó avecina su humilde habitacion y de cuyos copiosos frutos hace su principal mantenimiento. Si se pasa de valle en valle, si de una cumbre se sube á otra, siempre el paisaje será variado y pintoresco, aunque debido mas á la naturaleza que á los esfuerzos del arte; pues las tierras desmontadas y cultivadas son insignificantes en comparacion de aquellas que están cubiertas aun con su ropaje pri

mitivo. Los rios ó arroyos que abundan en toda esta zona, sirven para regar los plantíos en la estacion del verano, y pocas vezes salen de madre en tiempo de las grandes lluvias; porque corren por cauces mui profundos que ellos mismos se han labrado y que nada deben á la mano del hombre. De ordinario se ven cerros pelados con manchas de verdura que empiezan con las cañadas, y que á medida que estas adquieren hondura y ensanche para contener las capas vegetales que arrastran las lluvias, forman paños de selvas que aumentan en razon directa del crecimiento del arroyo y de la estension de sus vegas. Por todas partes se descubren montañas cuyos árboles parecen pegados á las rocas, y se elevan corpulentos en medio de un verde casi negro, cerrando y entretejiendo sus copas de manera que impiden la entrada de los rayos del sol. Estos varios aspectos del terreno se encuentran tambien en el declive que va hácia las inmensas llanuras, y varias hondonadas fertilísimas *y desiertas, presentan todas las ventajas que pueden apetecerse en tierras de un clima templado.

Rios caudalosos descienden casi paralelos, y abriéndose paso por las grandes cañadas de la cordillera meridional, se avanzan al sur en la zona de los pastos. Colocado el viajero sobre algun punto elevado y dirigiendo sus miradas hácia aquellas inmensas dehesas, no puede seguir con la vista el curso de los rios, porque el calor levanta vapores que producen una ilusion singular. De repente parece trasformarse la llanura en un vasto mar sin horizonte, que solo cesa cuando el sol va declinando; siendo perfecta la ilusion porque confundido con el cielo, tiene para el observador el movimiento vibratorio de las aguas.

Desde la region de las tierras calientes, se pasa por una grada-cion imperceptible á medida que se sube hasta llegar á las temp!adas. Allí el clima tiene la frescura agradable del otoño en Europa y los campos ostentan siempre el lujo de la primavera. El trigo y todas las semillas del antiguo continente se desarollan con vigor, y en cualquier tiempo del año están verdes los campos y los árboles llevan flores y frutos; pero á medida que pasamos hácia las regiones frias, la tierra se empobrece, la vegetacion es mas débil y los árboles ya mas pequeños no son sino meros arbustos. La falta de un calor vivo y constante, la rarefaccion del aire á tan grande elevacion, una atmósfera casi siempre nebulosa y cargada de humedad, y los vientos que allí soplan con fuerza estraordinaria, son

todas causas que no solamente impiden el crecimiento de las plantas, sino que ahuyentan al hombre de aquel clima desabrido é inclemente.

Solo algunas casas se encuentran al pié de los páramos, en donde cultivan el trigo y las papas. Ellas sirven de asilo á los que deben atravesar estos pasos peligrosos, y sus habitantes como prácticos de la tierra, avisan al caminante que incauto intentase continuar su viaje cuando la naturaleza se opone. Suele allí decirse que el páramo está bravo si su cumbre se halla envuelta en nubes blancas y negras, que se ven correr con una velocidad estraordinaria en direcciones opuestas, ó bien formando remolinos que precipitan parte de ellas en las hondonadas inmediatas, y cuando se oye cierto rumor ocasionado por el viento. Estas señales acompañadas por un frio intenso, indican al viajero que es mala la ocasion para intentar el paso peligroso de la montaña. Ordinariamente es de media noche al amanecer cuando se emprende la subida de aquellos mas elevados y mas espuestos á los malos tiempos. Muchos son los casos en que se embravece repentinamente el páramo, y entonces el hombre un poco débil no puede acabar de pasarlo y perece en él; sin embargo, pocos esponen así impunemente su vida. Desde la altura de los páramos en adelante, se entra ya en la region de las nieves perpetuas. Ella es la imágen de los tristes inviernos de Europa y aun de la desolacion espantosa de los climas polares.

Todo aquel gran agrupamiento de picos helados, de tempestuosos páramos ó de cumbres blancas por la estacion perenne de las nieves, reposa sobre dos grandes declives cubiertos de un espeso y solitario bosque que se pierde al norte y al sur, hacia el lago de Maracaibo y el rio Suripá, cerca del Apure. Desde la base hasta la cima se eleva el terreno en anfiteatro, por todas partes inculto y con ricas selvas. Tan solo cuando por la elevacion falta calor para el desarrollo de las plantas, se empiezan á descubrir los peñascos, y aun entonces se ven algunas tierras entre llanas, débilmente vestidas por la yerba y con algunos arbustos, en las cuales no faltan sitios aparentes para el cultivo del trigo, de la cebada, de las pa- . pas y aun de café, si se escoge lo mas bajo de las cañadas. Mas arriba se ven cumbres elevadas que cubre el frailejon. Esta es una planta de hojas largas cubiertas de un pelo suave de color blanquecino. La virtud que tiene de escitar el calor si se aplica sobre la piel, la hace de un uso mui útil para los viajeros.

Las rocas desnudas aplomadas ó negras, se asoman de cuando en cuando, mientras que otras mas elevadas resplandecen como cristales, por las aguas congeladas que las cubren, ó por los grupos de carámbanos pendientes de los precipicios: un cielo ya despejado y claro, ya oscuro y anublado : un sol cuya luz debilitada no tiene la fuerza necesaria para derretir las nieves que perpetuamente envuelven las cúspides piramidales mas elevadas el aspecto de estas de un blanco resplandeciente, ó bien oscurecidas por la interposicion de los vapores; y en fin, los diferentes juegos de la luz, que ora encontrando una nube densa proyecta su sombra sobre el valle, ora libre de obstáculos hace resplandecer la colina inmediata con mutaciones rápidas que multiplican estos cuadros ; todo contribuye á dar al paisaje una novedad y un encanto indefinibles. Entre aquellas masas enormes y desnudas, suelen descubrirse algunos espaciosos campos sembrados de trigo, cuyas espigas lo hacen distinguir de las plantas que espontaneamente cubren las faldas de los cerros.

Esta zona, que contiene casi todas las presiones atmosféricas en que el hombre puede vivir; en la que le es dado escoger la temperatura segun su voluntad, desde una mui calurosa hasta aquella en que comienzan los hielos, y en la que un solo dia le basta para pasar de un estremo al otro, es la que llamamos zona agricultora. Considerándola bajo el aspecto de la salubridad, su clima está en estremo calumniado. En sus medianas alturas conserva un temperamento sano, y si en las partes bajas y en aquellas en que los bosques no han sido talados, hai algunas calenturas, debido es esto al doble inconveniente de todo pais sin cultivo, cubierto de pantanos y con una tierra cálida y húmeda : la tala de árboles nuevamente hecha es la que espone mas la salud de los hombres; porque el sol desenvuelve entonces los miasmas que exhala un terreno formado de restos de vegetales que se han ido acumulando por espacio de muchos siglos; pero este peligro existe solo en los primeros años, y las calenturas tercianas que ocasionan son mas incómodas que peligrosas. Las epidemias son aquí mui raras y los europeos recien llegados á los lugares habitados, se aclimatan al cabo de poco tiempo y gozan de salud.

Echemos ahora una ojeada general sobre los terrenos vírgenes desde el golfo de Paria hasta el de Maracaibo. Las montañas de la península de Paria están casi desiertas; poco es, por tanto, el cul

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