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para la solicitación del armisticio á que se contrae, cuidando muy atentamente de conciliar los deseos del Gobierno, para su logro, con la ventajosa posición y fuerza del Ejército nacional.

Sírvase V. S. presentar ambos documentos á S. E., para que enterado de ellos recaiga su suprema aprobación.

Dios guarde á V. S.

La Prensa Peruana, pág. 3 del núm. 1, Julio 4 de 1829.

A. GAMARRA.

REPÚBLICA PERUANA.-EJÉRCITO NACIONAL.-GENERAL EN JEFE

Cuartel General en Piura, d 21 de Junio de 1829.

Al Señor General Comandante General del Departamento de Guayaquil.

SEÑOR GENERAL

Consecuente con las disposiciones del Supremo Jefe provisorio de la República, debo abrir comunicaciones oficiales con el director de la guerra de la de Colombia, con el especial objeto de iniciar un armisticio por el tiempo que se considere necesario para la inteligencia de ambos Gobiernos, y ajustamiento de los preliminares de paz á que debe arribarse por tratados definitivos celebrados en forma legal.

El Soberano Congreso Constitucional, convocado para principios del corriente, debe sin falta instalarse en el entrante mes de Julio. Á él toca exclusivamente decretar la guerra ó la paz. Por tanto, es de esperar su resolución, para marchar en consonancia con el voto de la Nación. El Poder Ejecutivo, como único órgano de la Representación nacional, será el que á su vez transmita sus supremas órdenes, de las que jamás se apartará el Ejército. Entre tanto es indispensable conciliar la presente incertidumbre en que nos hallamos con las circunstancias de una guerra regularizada, y los últimos acontecimientos de la capital y de este Cuartel General. Á este fin debo prevenir á V. S. que, en caso de un violento choque, debe protestar de la inoportunidad del lance, indicando hallarse pendiente la negociación á que repetidas veces ha provocado aquella República, y á la que la nuestra trata ahora de diferir de buena fe. Mas, de todos modos, es forzoso

que V. S. conserve sus actuales posiciones, y las sostenga á todo trance, pues que el armisticio no debe reducirse más que á la suspensión de activas hostilidades, sin perder un solo palmo del campo que hoy ocupan nuestras armas.

Sírvase, pues, V. S. mandar poner el adjunto pliego en manos del primer Jefe del Ejército enemigo, á quien hablo sobre este asunto con la dignidad propia de nuestra ventajosa fuerza y de la razón que nos conduce á dar este paso.

Dios guarde á V. S.

A. GAMARRA.

La Prensa Peruana, temo III, pág. 3 del núm. 1, 4 de Julio 1829.

REPÚBLICA PERUANA.- EJÉRCITO NACIONAL.

GENERAL EN JEFE

Cuartel General en Piura, á 21 de Junio de 1829.

Excmo. Señor Presidente de la República de Colombia-ausente del Sur-al Señor General en Fefe del Ejército.

EXCMO. SEÑOR

El Jefe Supremo provisorio de mi República me ha permitido el honor de dirigirme á V. E., con el noble objeto de iniciar aquella misma negociación que tantas veces se ha propuesto por parte de la de V. E. y que, desgraciadamente, no ha podido concluirse hasta ahora de una manera capaz de conciliar las inquietudes y celos de Estados llamados á ser amigos. Una administración heterogenea, tolerada por consideraciones indecibles, parece que fué el móvil de una guerra fratricida de la que un profundo misterio era el principal resorte. Afortunadamente ha desaparecido del Perú el blanco de los azares públicos. El Señor Gran Mariscal D. José de La Mar se halla fuera del territorio, y la dirección de la guerra está consignada á mi responsabilidad. El Señor General de División D. Antonio Gutiérrez de la Fuente, al llegar á la capital de Lima con la columna que vino del Sur á sus órdenes, ha sido provisionalmente llamado á tomar las riendas del Gobierno hasta la instalación del Congreso ordinario, que se verificará, sin falta alguna, en el entrante mes de Julio. Él preside por ahora nuestros destinos con el dictado de Jefe Supremo de la República. Sus principios, conformes con los del Ejército de mi mando y con el voto

expreso de los pueblos que anhelan por prevenirse para sostener su independencia de la proscripta metrópoli que parece amaga el Continente, nos obligan á pensar con más seriedad sobre un asunto que ha escandalizado á las naciones europeas y al mundo todo. Un feliz acontecimiento ha variado la marcha de los negocios políticos sin desdoro de sus armas. Los pueblos peruanos, al presentar un nuevo ejército, que quizá antes de ahora no fué más fuerte, han querido que sólo pelee con el enemigo de su integridad territorial y de su adorada libertad. Y supuesto que el pueblo colombiano ha protestado no hacer desmerecer la obra de su emancipación, en que tuvo tan notable parte, creo que tampoco se desdeñará de entrar en francas inteligencias que economicen la sangre de los libres. Un convenio perdurable que, bajo las bases de una sincera amistad, consolide las instituciones patrias, será el resultado de la nueva negociación á que mi Gobierno me permite invitar, dando á ella principio por una suspensión de hostilidades, sin dejar, entre tanto, las actuales posiciones de los ejércitos beligerantes.

Mi Gobierno, suficientemente autorizado por el Congreso, que como he anunciado arriba está próximo á instalarse, designará los enviados que acuerden los artículos que se sancionarán por un tratado definitivo de paz, que haga aparecer á ambas Repúblicas bajo un aspecto igualmente respetable y digno de pertenecer á sí mismas. De otra suerte, el crédito exterior, sean cuales fueren los progresos de nuestras domésticas diferencias, será infaliblemente el ridículo, de que debemos precavernos.

Si, como no dudo, persevera V. E. consecuente con los sentimientos que tantas veces ha publicado, debo prometerme que estará de acuerdo conmigo, y que su resolución será la que marque los pasos de esta nueva campaña. Con estas mismas fechas tengo libradas las correspondientes órdenes á la División que ocupa la plaza de Guayaquil para que al aviso de V. E., que llegará un poco más tarde á su Cuartel General, comiencen á tener efecto los indicados armisticios, que, en mi concepto, no podrán ser por menos tiempo que el de noventa días.

Quiera V. E. honrarme con sus apreciables comunicaciones y con una terminante contestación; aceptando igualmente las consideraciones de alta estimación con que me repito de V. E. muy atento obsecuente servidor.

A. GAMARRA.

La Prensa Peruana, tomo III, pág. 3 del núm. 1, 4 de Julio de 1829

ANEXO NÚM. 19.

Correspondencia entre el Jefe del Estado Mayor de Colombia y el Comandante General de Guayaquil, sobre suspensión de hostilidades.-Junio de 1829.

ESTADO MAYOR GENERAL LIBERTADOR

Cuartel general en la Barranca, á 24 de Junio de 1829.—19.°

Al Señor Comandante General de las tropas peruanas que ocupan la plaza de Guayaquil, Coronel D. Miguel Benavides.

He tenido la honra de poner en conocimiento de S. E. el Libertador el contenido de la nota de V. S. de 19 del corriente. Por ella queda instruído S. E. de la decisión pacífica del Ilustrísimo Señor General Gamarra con respecto á la terminación de esta guerra que desola los departamentos del Sur de Colombia. Al mismo tiempo, V. S. indica que debemos dirigirnos al Señor Gran Mariscal Gamarra, autoridad de que V. S. depende, para transigir con S. I. la diferencia pendiente sobre la entrega de la plaza de Guayaquil; mientras tanto, añade V. S., « si se creyese necesario hacer una suspensión de hostilidades, se halla V. S. por su parte pronto á convenir en ella bajo las bases que para entonces acordaríamos, y ofreciendo hacer por el bien de la paz cuanto estuviera á su alcance. »

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S. E. el Libertador no puede menos que complacerse al ver manifestar por parte de V. S. y del Jefe de quien depende sentimientos de paz y de amistad. Pero S. E. el Libertador no puede conciliar la demora que deberá sufrir esta negociación con la urgencia que demanda

con imperio la libertad del territorio de Colombia, que por desgracia sufre vejaciones inauditas con la ocupación de esa Ciudad por las armas del Perú; y ocurre igualmente á S. E. una dificultad insuperable al conceder un armisticio que prolongue los males de ese Departamento, y suspenda de hecho las operaciones de nuestras armas. Más todavía, existe un imposible que no parece dable se pueda vencer, ni por parte de V. S. ni por la nuestra.

V. S. nos convida para tratar con S. I. Gran Mariscal Gamarra, de quien recibe órdenes como súbdito de su autoridad, en tanto que sabemos por documentos oficiales que S. E. el General La Fuente está nombrado Jefe Supremo de la República peruana, y que S. E. ha manifestado los sentimientos más cordiales y de buena inteligencia y amistad para con la República de Colombia. En circunstancias tan extrañas y eminentemente difíciles, no depende ya del Libertador conceder un tiempo precioso, que necesita este ejército para sus movimientos, para entablar negociaciones que dilatarían tanto como las circunstancias nos obligan á esperar, y para resolver entre nosotros y los dos actuales Gobiernos del Perú los puntos vitales que están en cuestión entre los beligerantes. No desconocerá V. S. que mientras se resuelva la cuestión en Lima de á quién corresponde la autoridad legítima del Perú, y se arreglen los términos en que debemos entablar la negociación pendiente, recibiendo después la aprobación del Congreso, con los demás accidentes que naturalmente ocurrirán en la crisis en que se encuentra el Perú y esa plaza, ni aún animado S. E. el Libertador de los más ardientes sentimientos de humanidad y de paz, puede retardar la adquisición de la ciudad de Guayaquil por los cuatro ó cinco meses más que durará el verano, estación que en este país es la única en que se puede hacer la guerra, á causa del clima insalubre en tiempo de invierno y las dificultades infinitamente grandes que ofrece el terreno. Por consiguiente, S. E. me manda repetir á V. S. la intimación anterior, ofreciendo, además, solemnemente que, desocupada que sea la provincia de Guayaquil por las armas del Perú, y siempre que se levante el bloqueo de nuestros puertos, el Libertador dará desde aquel momento las hostilidades suspendidas, y oirá con suma satisfacción los proposiciones de paz que se le hagan por el Gobierno peruano, sin ocupar un palmo de territorio de Colombia; y que preferirá la continuación de la guerra á sufrir que el enemigo firme la paz dentro de los límites de la República. En una palabra, es el ánimo de S. E. no considerar como preliminar de paz sino la evacuación del territorio de la República, y por lo mismo insiste en exigir la devo

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