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La más famosa de sus obras es LAS MORADAS O CASTILLO INTERIOR, obra de su vejez, en la cual, bajo artística forma, encerró la síntesis de sus experiencias espirituales. Interesa principalmente a la teología mística; interesa también a la historia - literaria y a la filología. Ha sido traducida a todas las lenguas de Europa.

Explica en ella su doctrina, considerando al alma como un magnífico Castillo, en cuyo centro, en la Morada más rica y secreta, hállase Dios. Dios es la suprema aspiración del misticismo; el acicate es el amor, y el conocimiento de sí mismo es el camino; llégase, pues, a El ahondando en nuestro espíritu, estudiando nuestra conciencia, entrando en nosotros mismos hasta el fondo de este nuestro Castillo interior; la Santa Doctora del amor divino guía al alma en dicho conocerse, y paso a paso la conduce desde la cerca del Castillo hasta la última Morada, en que aguarda la deseada unión con el Amado.

En la práctica de esa doctrina la Santa concierta convenientemente lo espiritual y lo positivo; la vida puramente contemplativa no es la perfección: Marta y María deben ir juntas en el servicio del Señor. Un admirable sentido práctico alienta, en efecto, en todos sus consejos y da calor humano aun a las más altas concepciones de su entendimiento: "¿Y piensan que allí en la contemplación está todo el negocio? Que no, hermanas, no, obras quiere el Señor: y que si ves una enferma a quien puedes dar algún alivio, no se te dé nada de perder esa devoción, y te compadezcas de

ella; y si tiene algún dolor te duela a ti; y si fuere

menester, lo ayunes porque ella lo coma (1).”

Fuente principal de su conocimiento fué su mis-

ma experiencia; apoyo constante de sus enseñan-
zas, la Santa Biblia (2); largos viajes por los pue-
blos de España, calumnias, protecciones, buenas y
malas voluntades, diéronle a conocer el corazón
humano. Tuvo especial aptitud para el análisis
psicológico, poderosa fuerza de abstracción e ima-
ginación poética; con estos elementos, al declarar
los secretos de su vida espiritual, desentrañó la
naturaleza del más puro misticismo y dió forma a
una doctrina completa.

Rasgo originalísimo que anima sus páginas es
la sana alegría, el dulce regocijo de su alma, no
descaída por años, enfermedades ni quebrantos;
gracias a esto son amenas, explicadas por ella, ma-
terias a veces insoportables en volúmenes sabios.

A la constante lozanía de su ingenio unía una

incontrastable fortaleza de ánimo; sesenta y dos

años tenía cuando en 1577 escribió LAS MORADAS,

y, no obstante las graves contrariedades que por

entonces la combatían, nada en su libro denota

cansancio ni amargura; en los momentos difíciles

crecíase su espíritu, como si a todo el mundo lle-

vase bajo sus pies: "las cárceles, los trabajos, las

persecuciones, los tormentos, las ignominias y

(1) LAS MORADAS, pág. 133.

(2) Hay un notable artículo del señor Morel-Fatio

sobre "Les Lectures de Sainte Thérèse", en el Bulle-
tin Hispanique, 1908.

afrentas por mi Cristo y por mi religión, son regalos y mercedes para mí...; ¡cruz busquemos, cruz deseemos, trabajos abracemos! (1)"

Su estilo es la misma ingenuidad: no hay en él estudio ni artificio. Si en su niñez escribió, según el padre Ribera, un libro de Caballerías, en sus escritos conservados nada lo recuerda (2). Tiene su lenguaje el calor de la confesión y la dulzura del consejo; con sus imágenes sencillísimas, con sus provincialismos y refranes, declara los conceptos más abstractos de la mística teológica "como en plática familiar de vieja castellana junto al fuego". Fray Luis de León (3) habló de los libros de la Santa en los siguientes términos: "En la alteza de las cosas que trata, y en la seguridad con que las trata, excede a muchos ingenios; y en la forma del decir, y en la pureza y facilidad del estilo, y en la gracia y buena compostura de las palabras, y en una elegancia desafeitada, que deleita en extremo, dudo yo que haya en nuestra lengua escritura que con ellos se iguale. Y así, siempre que los leo, me admiro de nuevo, y en muchas partes de ellos, me

(1) Carta de 25 de mayo de 1579. Obras de Santo Teresa, ed. de Orga, tomo I, núm. 27.

(2) Menéndez y Pelayo: Orígenes de la Novela, tomo I, pág. ccxciv. Las frases que el señor MorelFatio, l. c., pág. 19, atribuye a influencia caballeresca, como "la voluntad es la que mantiene la tela", Vida, XVIII; como quien pelea contra un jayán fuerte", Vida, XX, etc., son pocas, cinco en suma, y discutibles. (3) Carta a las Madres, etc., pág. 19.

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parece que no es ingenio de hombre el que oigo, y no dudo que hablaba el espíritu Santo en ella en muchos lugares, y que le regía la pluma y la mano: que así lo manifiesta la luz que pone en las cosas escuras, y el fuego que enciende con sus palabras en el corazón que las lee... Que el ardor grande que en aquel pecho santo vivía, salió como pegado en sus palabras, de manera que levantan llama por dondequiera que pasan."

La presente edición de Las Moradas sigue fielmente al manuscrito de la Santa, según la reproducción autografiada de Sevilla, 1882 (1). En todas las ediciones anteriores, desde la más antigua (Salamanca, 1588), hasta la de la Biblioteca de Autores Españoles (Madrid, 1877), se encuentran abundantes descuidos, malas lecturas y aun graves omisiones. Don Vicente de la Fuente, así en la edición de dicha Biblioteca, como en la suya propia (Madrid, 1881), no obstante su buena voluntad, in

(1) "El Castillo Interior o Las Moradas, escrito por St. Teresa de Jesús. Edición autografiada e impresa según el texto original, propiedad de sus hijas las Religiosas Carmelitas Descalzas del Convento de San José de esta ciudad. Publicado con motivo del tercer centenario de la gloriosa muerte de la Santa, por iniciativa y bajo la dirección del Emo. y Rmo. Fr. Joaquín Cardenal Lluch, Arzobispo de Sevilla, del Sagrado y Primitivo Orden de Nuestra Señora del Carmen. Litografía de Juan Moyano. Autografiado en la Biblioteca pública de la Dignidad Arzobispal por José M.* Requejo y Acosta. Año de 1882." La segunda parte de esta edición, o sea la transcripción del manuscrito, deja bastante que desear.

currió en hartos defectos (1) en cuanto a la fijación del texto, sin duda por haber utilizado una copia manuscrita del siglo XVIII y no el texto original.

El padre fray Jerónimo Gracián, provincial delos Carmelitas y amigo de la Santa, corrigió en muchos lugares el autógrafo de LAS MORADAS; fray Luis de León, enérgicamente, condenó tales correcciones (2); según su consejo, admitiremos

"

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(1) Sería largo e inútil apuntar uno por uno estos defectos; basta decir unos cuantos de los que en las Mo-radas primeras, capítulo primero, pueden encontrarse: "No atinaba cosa", La Fuente; "No atinaba a cosa autógrafo; “para que podamos", La Fuente; “para que apenas podamos", autógrafo; "no se les da nada de entrar dentro ni saber qué hay en aquel tan precioso lugar ui aun qué piezas tiene", La Fuente; "no se les da nada de entrar dentro, ni saben que hay en aquel tan precioso lugar ni quien está dentro, ni an qué piezas tiene", autógrafo, etc.

(2) "En este libro está muchas veces borrado lo que escribió la santa Madre, y añadidas otras palabras o puestas glosas a la margen, y ordinariamente está mal borrado y estaba mejor primero como se escribió; y veráse en que a la sentencia viene mejor, y la santa Madre lo viene después a declarar; y lo que se enmienda, muchas veces no viene bien con lo que se dice después, y ansí se pudieran muy bien escusar las enmiendas y las glosas. Y porque lo he leído y mirado todo con algún cuidado, me pareció avisar a quien lo leyere, que lea como escribió la santa Madre, que lo entendía y lo decía mejor, y deje todo lo añadido; y lo borrado de la letra de la Santa, delo por no borrado, si no fuere cuando estuviere enmendado o borrado de su misma mano, que es pocas veces. Y ruego por caridad a quien leyere este

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