Bardos cubanos: antología de las mejores poesías líricas de Heredia, "Plácido," Avellaneda, Milanés, Mendive, Luaces, y Zenea

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D.C. Heath y cía., 1901 - 162 páginas
 

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Pasajes populares

Página 5 - Era la tarde; su ligera brisa las alas en silencio ya plegaba, y entre la hierba y árboles dormía, mientras el ancho sol su disco hundía detrás de Iztaccihual.
Página 44 - ¡Perla del mar! ¡Estrella de Occidente! ¡Hermosa Cuba! Tu brillante cielo la noche cubre con su opaco velo, como cubre el dolor mi triste frente. ¡Voy a partir!... La chusma diligente, para arrancarme del nativo suelo las velas iza y, pronta a su desvelo, la brisa acude de tu zona ardiente. ¡Adiós, patria feliz, edén querido! ¡Doquier que el hado en su furor me impela, tu dulce nombre halagará mi oído! |Adiós!... Ya cruje la turgente vela. . . El ancla se alza... El buque, estremecido,...
Página 7 - Corre el tiempo veloz, arrebatando años y siglos como el norte fiero precipita ante sí la muchedumbre de las olas del mar. Pueblos y reyes, viste hervir a tus pies, que combatían cual hora combatimos y llamaban eternas sus ciudades, y creían fatigar a la tierra con su gloria. Fueron: de ellos no resta ni memoria.
Página 37 - Sobre un monte de nieve transparente, en el arco la diestra reclinada, por un disco de fuego coronada, muestra Guillermo Tell la heroica frente. Yace en la playa el déspota insolente, con férrea vira al corazón clavada, despidiendo al infierno, acelerada, el alma negra en forma de serpiente. El calor le abandona, sus sangrientos miembros bota la tierra al oceano; tórnanle a echar las ondas y los vientos; no encuentra humanidad el inhumano...
Página 4 - Cuánto es bella la tierra que habitaban Los aztecas valientes! En su seno En una estrecha zona concentrados Con asombro se ven todos los climas Que hay desde el Polo al Ecuador. Sus llanos Cubren a par de las doradas mieses Las cañas deliciosas. El naranjo Y la piña y el plátano sonante, Hijos del suelo equinoccial, se mezclan A la frondosa vid, al pino agreste, Y de Minerva al árbol majestuoso.
Página 51 - Canto a la Cruz. ¡Canto la Cruz! ¡Que se despierte el mundo! ¡Pueblos y reyes, escuchadme atentos! ¡Que calle el universo a mis acentos con silencio profundo! ¡Y Tú, supremo autor de la armonía, que prestas voz al mar, al viento, al ave, resonancia concede al arpa mía, y en conceptos de austera poesía el poder de la Cruz deja que alabe! Se asombra el orbe, se conmueve el cielo, de ese nombre al lanzar eco infinito...
Página 50 - Yo a un marino le debo la vida, y por patria le debo al azar una perla, en un golfo nacida, al bramar sin cesar de la mar. Me enajena, al lucir de la Luna, con mi bien estas olas surcar, y no encuentro delicia ninguna como amar y cantar en el mar. Los suspiros de amor anhelantes ¿quién, ¡oh, amigos!, querrá sofocar, si es tan grato a los pechos amantes a la par suspirar en el mar?
Página 24 - Ó del eco apacible y cariñoso De mi madre, mi hermana y mis amigas, Tan sólo escucha de extranjero idioma Los bárbaros sonidos : pero al menos No lo fatiga del tirano infame El clamor insolente, ni el gemido Del esclavo infeliz, ni del azote El crujir execrable que emponzoñan La atmósfera de Cuba. ¡ Patria mía, Idolatrada patria ! tu hermosura Goce el mortal en cuyas torpes venas Gire con lentitud la yerta sangre, Sin alterarse al grito lastimoso De la opresión.
Página 7 - En tal contemplación embebecido Sorprendióme el sopor. Un largo sueño -De glorias engolfadas y perdidas En la profunda noche de los tiempos, Descendió sobre mí. La agreste pompa De los reyes aztecas desplegóse A mis ojos atónitos. Veía, Entre la muchedumbre silenciosa De emplumados caudillos, levantarse El déspota salvaje en rico trono De oro, perlas y plumas recamado...
Página 23 - ... mostróme el despotismo vengativo, y en torno de mi frente, acumulada, rugió la tempestad. Bajo tu techo la venganza burlé de los tiranos. Entonces tu amistad celeste, pura, mitigaba el horror a los insomnios de tu amigo proscripto y sus dolores. Me era dulce admirar tus formas bellas y atender a tu acento regalado, cual lo es al miserable encarcelado el aspecto del cielo y las estrellas. Horas indefinibles, inmortales, de angustia tuya y de peligro mío, ¡cómo volaron! — Extranjera nave...

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