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tuvo la suerte de llegar á la rada, del valle de Quintil.

Grande fué la sorpresa que á los marinos causó el bellísimo paisaje de sus faldas y agrestes quebradas, y cuenta la tradición que al verlo esclamaron ¡este es el valle del Paraíso! y que de este dicho quedó el de puerto de Valparaíso que desde entonces tiene.

A pesar de haber sido esta nuestra creencia, parécenos más fundada la opinión siguiente: Habiendo echado anclas este primer buque que llegó al puerto, su capitán, Diego García Villalón, mandó á uno de aquellos hombres singulares que en aquella época había, á buscar al adelantado ó gobernador don Diego de Almagro. Encontró á éste en un lugar llamado de Las Ramadas, escaso de provisiones y con su gente fatigada y desalentada, en el día de la Ascensión del Señor (2). La alegría de Almagro se comprende fuera tanta como abatido tenía el espíritu. Llamó, pues, á Juan de Saavedra, capitán que tantas pruebas de valor y arrojo tenía ya dadas en América, pues había sido compañero de armas con Hernán Cortés, le confió el encargo de llegar al puerto do estaba el Santiaguillo; y sin detenerse, se puso en marcha y no paró hasta llegar á la ensenada de Aliamapa.

Sorprendido éste de la belleza que ofrecían las agrestes colinas, hermoseadas con los muchos y claros arroyos que los serpenteaban, quiso inmortalizar el nombre del lugar de su nacimiento, y lo llamó Valparaíso (3).

(2) El mensagero que había llegado al real de Almagro el día de la Ascensión de María, era, pues, uno de los tripulantes de esta nave que la protección divina de la Virgen, tan amada de los conquistadores del Nuevo Mundo, parecía haberles enviado en su cruel penuria.

Oviedo, á quien el señor Vicuña cita, dice:

Y estando allí el día de la Ascensión, y Ascensión no hay otra que la de Nuestro Señor Jesucristo; la de María Santísima es Asunción. Por esto creemos no fué en Septiembre la llegada del Santiaguillo á Valparaíso, barco construído en Costa Rica, sino en Mayo, que es regularmente cuando cae la Ascensión del Señor.

(3) El señor Vicuña es de esta opinión, que creemos la más cierta, pues Saavedra era natural de Castilla, de un pueblecito cerca de Cuenca llamado Valparaíso.

Para nosotros no admite duda que don Juan de Saavedra fué quien bautizó á la caleta de Quintil con el nombre que lleva desde el año 1536, ni que Almagro, si no fué el padrino del bautismo, agradecido á los servicios de su capitán, sentó la partida, tomando posesión de este puerto á la usanza de aquellos tiempos. Y á creer esto nos inducen estas palabras que encontramos en Oviedo (pág. 277): "Vido la costa, la mar, é mandó reparar y calafatear el navío ya dicho con ropas de indios, y ordenaba que pasase hasta el estrecho é que fuese costeando la tierra é saliendo á los puertos." No cabe duda de que este navío de que habla Oviedo fuera el Santiaguillo, y el puerto el de Valparaíso.

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VI

Silencio que nos extraña es el que todos los historiadores han guardado acerca del intrépido explorador que supo darse maña para llevar la noticia al adelantado Almagro. Pero no todos han de tener la suerte de inmortalizar sus nombres, por más que sus hechos sean bendecidos por las futuras generaciones, y esto sucede con el nombre del héroe del Santiaguillo que nos ocupa: el mensajero mandado.

De todos modos, es preferible que nadie se acuerde de nosotros, á no vernos obligados por la adversa suerte á que el verdugo nos despache á la eternidad, como sucedió á don Diego de Almagro, después de la batalla de Salinas en el Perú, que fué muerto en garrote vil, y don Juan de Saavedra colgado un poco más tarde de un árbol, por no haber querido hacer armas en favor de la revolución y contra las autoridades.

Luego Francisco Carvajal sacó de la carcel cuatro de los presos y en sendas acémilas los llevó fuera de la

ciudad, y en tres cuartos de hora ahorcó á los tres, que fueron Juan de Saavedra, Pedro del Barro y Martín Florencia, cada uno de su rama de árbol que estaba en el camino por donde había de pasar Gonzalo Pizarro, lo cual hizo diciéndoles donaires y gracias..." (1)

Tal fué la suerte de los dos hombres que cambiaron á este puerto el nombre de Quintil y Aliamapa por el de Valparaíso.

VII

Así son siempre las cosas de los hombres, unos plantan los árboles y otros recogen los frutos. Los dos hombres que habían de volver á confirmar el nombre de esta bahía, son, por cierto, dignos también, bajo todos conceptos, de ser los primeros europeos que tengan propiedades en este valle de Aliamapa.

Era el primero natural de la Serena, en Extremadura, y el segundo don Juan Pastene, natural de Génova. Con gusto nos vamos á ocupar de estos dos hombres cuyos retratos están, el del primero en la sala del Cabildo de Santiago, regalo hecho por la reina Cristina al Ayuntamiento de la Capital, y el del segundo, en el de la secretaría del Cabildo de esta ciudad, regalo del señor don Benjamín Vicuña.

Muchos eran los servicios que don Pedro de Valdivia había prestado ya en Europa, ya en América, á la causa del Rey, antes que le fuera encomendada la conquista del reino de Chile. Su reputación y buen nombre era de todos conocida. Su caballerosidad y desprendimiento lo hemos, por algunos escritores, visto tachado de cruel y ambicioso. En cuestiones de apre

(1) Lovera, cap. 10.

ciación, libre es cada cual de pensar como su criterio mejor le parezca, pero el nuestro encuentra sobradas razones para disculpar á este grande hombre.

Después de haber tomado parte en las guerras de Italia, y de haberse encontrado en la batalla de Pavia, en la que quedó, respecto de los franceses, perdido todo, menos el honor, llegó á Venezuela y desenvainó su espada en 1535, para llegar al Perú en 1536. Un año más tarde recibió el maestre de campo la misión. de conquistar á Chile, misión que había de poner á prueba su renombrada valentía.

Nadie negará su clemencia con los indios de la Serena y Copiapó. Sin ningún contratiempo pasó el Illapel y acampó en el valle de La Ligua. Fué allí donde tuvo noticia de que un buque se había dejado ver por aquellas costas, y mandó a don Francisco de Aguirre, aventajado é intrépido capitán, á cerciorarse del caso; pero sólo encontró el humo de la fogata que para calentarse hicieran los marinos.

¿Qué navío fué éste y de dónde vino? ¿Su capitán quién era y cómo se llamaba? Aunque para la desierto caleta de Quintil no tenga importancia alguna, puesta que todo lo que en ella hicieron, fué tomar agua, reparar averías y calentarse al rededor de las hogueras que en la playa hicieron; no hemos de olvidar que el haber desaparecido sin saber Valdivia, de qué procedencia era la nave, debió contrariarlo sobremanera. ¡Esto no era, sin embargo, más que el initium dolorum de lo que en esta tierra le esperaba! El navío llegaba de España. Era uno de los tres que el Obispo de Plasencia había armado de su cuenta, por los años 1538, con el objeto de buscar las islas Molucas, y que había tenido la suerte de escapar de las borrascas del estrecho. Su piloto se llamaba Ruiz-Díaz. Los otros dos quedaron sepultados en las aguas del estrecho, como ya hemos dicho.

Lovera por su parte, refiere la llegada de este navío del modo siguiente:

A este paso llegaron al valle de la Ligua, donde tuvieron noticia de una nave que andaba por aquella costa y la cual había venido de España por el Estrecho de Magallanes y entrado en el mar del Sur hasta llegar á la costa de Chile. Y por certificarse el general de la verdad enteramente, envió al capitán Francisco de Aguirre, hombre...... en cualquier negocio que se le encargase, el cual fué con treinta hombres de á caballo corriendo la tierra por la parte marítima, hasta llegar á una bahía llamada Aliamapa, á la cual había llegado antes el capitán Juan de Saavedra, natural de Valparaíso, que era de los capitanes de don Diego de Almagro. Y por ser la fertilidad, hermosura y abundancia de arroyos desté sitio...... le puso por nombre Valparaíso; el cual se le ha quedado hasta hoy, y es el más famoso de todo el reino. Llegando, pues, cl capitán Aguirre á este puerto halló rastro reciente de gente española y del fuego que habian encendido en...... y tuvo información de que el día antes se había hecho á la vela en prosecución de su viaje para el reino del Perú: de lo cual tuvieron todos no poco sentimiento, por haber perdido tal oportunidad: pues fuera grande socorro para el ejército la gente española de la nave, y la munición y artillería y no menos consuelo para los que en ella venian el hallar allí gente de su patria con quien alojarse y poner fin á su viaje.............. (1)

VIII

Como Alonso de Monroy ponderara en el Perú la abundancia del oro en Chile, Francisco Martínez fletó el barco de Juan Alberto, natural de Silicia, y cargándolo de ropas, armas y municiones, llegó á Valparaíso en Enero de 1543. Era el tercer navío que anclaba en

(1) El señor Vicuña dice: que los conquistadores estaban tan faltos de ropas y de armas, que al llegar la noticia á la capital, entonaron un solemne Te Deum, mirando este socorro como venido del cielo (cap. 10).

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