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como tendremos ocasion de ver, era mal tan comun como inesplicable entre los españoles de Chile: apesar de constante i dolorosa esperiencia, parecia como que no quisieran convencerse de que los indios se atreviesen a atacarlos.

Pelantaro no habia reunido un ejército para presentar combate al gobernador. Decidido a pedirlo todo a la sorpresa, escojió solo trescientos hombres de los mas denodados i, dividiéndolos en tres partidas, dos de las cuales puso al mando de Anganamon i Guaiquimilla, reservándose el de la tercera (14), con cabal conocimiento del terreno, ordenó el ataque simultáneo por tres puntos diversos.

La madrugada del 23 de diciembre de 1598 presenció un sangriento drama, cuyas consecuencias habian de ser incalculablemente funestas al porvenir de Chile.

Dormian los españoles i los indios amigos cuando cayeron sobre el campamento los enemigos, sembrando por todo la muerte i el espanto.

Los indios amigos perecieron casi todos i los pocos que salvaron de la matanza solo debieron la vida a su presteza en tomar la fuga.

No mas serenos los españoles que no habian sido muertos en sus lechos, para librar de los terribles asaltantes se echaron al rio, ahí mui caudaloso; lo cual equivale a decir que «murieron ahogados o hechos pedazos» (15).

En medio de la jeneral confusion casi nadie pensó en defenderse i un solo tiro de arcabuz se dejó oir: Araujo se llamaba el

(14) Alvarez de Toledo i Gregorio Serrano mencionan la division hecha por Pelantaro de su pequeña tropa. Serrano nombra solo dos de los capitanes de esas partidas: el mismo Pelantaro i Anganamon, i Alvarez de Toledo da tambien el nombre del tercero: Guaiquimilla.

Seiscientos dice Alvarez de Toledo que fueron los indios que ɛcompañaron a Pelantaro i Anganamon en el ataque de Curalaba. No lo seguimos en esto porque enantos mencionan el número de asaltantes están contestes en decir que eran trescientos: Gregorio Serrano, el Padre Victoria i el cabildo de Santiago en la Relacion i las cartas ya citadas. I de seguro que la inclinacion de los españoles habria sido la de aumentar i no la de disminuir el número de los asaltantes.

(15) Citada carta del padre Victoria, Alvarez de Toledo calcula en quince o veinte el número de españoles que para hui se arrojaren al rio i perecieron ahogados.

soldado que lo disparó i mui luego pagó con la vida su intento de resistencia (16).

Don Martin García Oñez de Loyola era conocido por su denuedo i, ya que vencer no podia, quiso, a lo ménos, vender cara la vida i trabó encarnizado combate, ayudado por solo dos españoles, llamados Galleguillos i Juan Guirao, que acudieron en su ausilio i que murieron con las armas en las manos, como el bizarro i desgraciado gobernador (17).

La sorpresa de Curalaba no fué, pues, un combate: fué tremenda matanza, de la cual solo escaparon con vida cuatro españoles: un soldado herido, llamado Guzman, i el capitan Escalante, prisioneros i mui luego asesinados en medio de las orjías con que los vencedores celebraban el triunfo (18); el clérigo

(16) Alvarez de Toledo, citado canto I.

(17) Alvarez de Toledo El padre Victoria, refiriéndose a lo que aseguraba uno de los que consiguieron escapar de aquella matanza, dice que fueron siete los españoles que se pusieron al lado de Loyola i murieron con él. En febrero de 1608 algunos indios, al someterse al gobernador Alonso García Kamon, le entregaron en prenda de fidelidad, la cabeza de don Martin García Оñez de Loyola, que hasta entónces habian conservado como trofeo de guerra. Eso, a lo menos, aseguraron elles i eso creyó Alonso García (Carta escrita por éste al rei i fechada el 9 de marzo de 1608 en el estero de Vergara.)

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Rosales en el capítulo XVIII del libro V, dice que Quiñones, despues de despoblar La Imperial, "hizo dilijencia por buscar el cuerpo del goberna"dor Martin Oñez de Loyola para darle decente sepultura, porque hasta "entonces estaba tendido en el campo, hecho pasto de las aves i espuesto a las injurias de los tiempos, despues de haber sufrido las de los bárba46 ros, i hallados sus huesos los llevó a la Concepcion, dándoles bonorífica, 86 sepultura, los nales, llevándolos despues a Lima, en una récia tempes"tad los echaron a la mar, que aun despues de muerto le siguieron las 66 tempestades a este buen caballero "

Sumamente inverosímil nos parece que se descubriere i reconociese el cadáver de Loyola, diezisiete meses despues de la muerte del desgraciado gobernador; pues la despoblacion de La Imperial te verificó en abril de 1600

Si llegaron a encontrarse los insepultos cadáveres de las víctimas de Curalaba, ¿cómo pudo distinguirse de los demas el de Loyola? Lo probable es que los indios lo despedazaran, como solian hacer con los de los españoles importantes, para repartir les mutilados restos entre las diversas provincias que luego lanzaron el grito de rebelion.

Juzgamos que nadie creia lo que refiere Rosales tanto por no encontrarlo mencionado en ninguno de los minuciosos documentos que hablan del viaje de Quiñones enanto por lo que acabamos de decir de la cabeza de Loyola. No habria dado crédito a los indios García Ramon, si el cada ver de Loyola hubiera sido encontrado i enterrado ocho años antes.

(18) De Escalante hablan Gregorio Serrano i Alvarez de Toledo. Este último es el único en mencionar lo de Guzua (PCREN INDÓMITO, canto III)

Bartolomé Perez (19), natural de la provincia de Valdivia, tambien prisionero, que gracias a la perfeccion con que hablaba el araucano pudo alcanzar piedad i pronto consiguió ser rescatado; i Bernardo de Pereda, vecino de La Imperial, a quien dejaron en el campo por muerto; pero que, sacando fuerzas de flaqueza, se arrastró hasta la ciudad i curó de las heridas (20).

«Tomaron los indios, dice la citada relacion de Serrano, cua«trocientos caballos, los ochenta regalados, cincuenta i seis cotas «<i otras tantas sillas......... cuarenta lanzas, dieziseis arcabuces, «tres vajillas de plata, siete mil pesos de oro de Valdivia que traia el gobernador suyos; tomaron otros dos mil pesos de oro «< a su secretario i capitan Galleguillos......... i gran suma de « ropa de Castilla i de la tierra......... Perdiéronse en este dia «< todos los libros de las encomiendas, que los gobernadores an<«< tepasados habian hecho, i ansí mismo se perdieron muchas « cédulas de Su Majestad e algunas se han rescatado.»>

Desde la trajica muerte de Pedro de Valdivia no habia caido sobre Chile desgracia comparable a ésta. I, atendiendo a las circunstancias en que acaecia i a lo preparado que se encontraban los indios para resistir a los españoles, la trajedia del 23 de diciembre de 1598 iba a tener consecuencias harto mas desastrosas que la del 1.o de enero de 1554.

La terrible noticia se esparció en todo el pais con esa velocidad sorprendente i casi inesplicable con que suele difundirse el conocimiento de las grandes desgracias. A Santiago llegó, segun lo asegura el minucioso i exacto Gregorio Serrano, el 27 de diciembre, es decir, cuatro dias despues de haber sucedido: la trajeron dos de los indios amigos que habian escapado de la ma

tanza.

La muerte de don Martin García Oñez de Loyola i de sus

(19) Relacion de Gregorio Serrano. Alvarez de Toledo apellida Vallejo al clérigo que quedó en poder de los indijenas i dice que fué canjeado por un indio llamado Millacalquio.

(20) Dice Alvarez de Toledo (canto IV) que Bernardo de Pereda recibió veintitres heridas; que tardó setenta dias eu andar diez leguas i que Liegó a La Imperial tan desfigurado que sus mas cercanos parientes no podian reconocerlo.

compañeros, era desgracia capaz de amedrentar a los mas valientes. Despues de tanta lucha i de tan numerosos desengaños; cuando todos los gobernadores, unos en pos de otros, esperaban i prometian concluir con la ya tan larga guerra de Chile; cuando, en fin, durante seis años habia reinado la paz al parecer mas profunda, i cuando no habia habido ni leve pretesto para la rebelion de los indíjenas, la trajica muerte del gobernador i de cincuenta militares escojidos no podia ménos de llenar de estupor i espanto al reino. ¿Qué iba a ser de Chile? ¿Hasta dónde llegaria la pujanza del indíjena i cuál no seria la confianza que él tenia en sus fuerzas cuando se atrevia a comenzar la guerra con un hecho que lo ponia en la necesidad de continuarla a sangre i fuego, ya que le era imposible aguardar cuartel? ¿Cómo, por otra parte, resistirian los españoles, escasos en número i diseminados por tantas partes, a un enemigo numeroso, valiente i soberbio con su gran victoria? Cada cual se hacia estas reflexiones al saber el inmenso desastre del 23 de diciembre i ellas infundian en todos los ánimos el mayor desaliento (21), mal no ménos grave que la causa que lo producia.

Mas motivos de dolor que las otras ciudades tenia Santiago: los cincuenta soldados que formaban la guardia de don Martin García Оñez de Loyola i que acababan de morir con el desgraciado gobernador, pertenecian a la compañía de oficiales reformados, lo mas escojido del ejército. Llamábanse entre nosotros oficiales reformados los que, a causa de los frecuentes cambios que solia haber en el ejército de Chile, quedaban sin mando en él; pero que conservaban su graduacion i un sueldo superior al de los demas soldados. La mayor parte de ellos, si no todos, eran vecinos de Santiago, tenian aquí sus familias i no salian a

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(21) En la citada Relacion que varios relijiosos de Valdivia hicieron al gobernador Quiñones, en setiembre de 1599, se lee:-"I estas adversidades no se deben sentir tanto como otras mayores que se esperan, resultantes "de un temor desconsiderado que reina en los corazones de muchos con "plática ajena de la nacion española, en decir que ya los indios son tau "buenos como los españoles, razon por cierto abominable, i que se debe "desterrar, pues el enemigo no es mas de lo que se sabia ni tiene mas fuerza de la que los españoles le han dado por ma! gobierno."

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la guerra sino en ciertas i raras ocasiones. Por lo mismo, la muerte de esos cincuenta hombres traia el luto a un sinnúmero de familias i aumentaba en modo indecible el malestar en que todo el reino i principalmente Santiago se encontraba sumido.

Santiago, sin embargo, debia proveer a la salvacionde Chile; porque, al fin i al cabo, cualesquiera que fuesen sus desgracias i miseria, era la capital de la colonia i la que estaba habituada a no ahorrar padecimiento en bien del procomun. Por eso, todas las miradas se dirijieron desde el primer momento al cabildo de Santiago, siempre digno representante de los vecinos de la capital i que, haciendo valer sus servicios, pretendia i ocupaba en los destinos del reino lugar mucho mas alto que el que en realidad le asignaban las leyes: los capitanes o comandantes de Angol, Concepcion, Santa Cruz i Arauco, cada cual separadamente, se dirijieron a él, comunicándole la terrible noticia de Curalaba, segun él mismo lo dice en su carta de 9 de enero de 1599. De este modo, a los quince dias de la catástrofe se sabian en Santiago por diversos i autorizados conductos hasta los pormenores de lo ocurrido.

No habia tiempo para ocuparse en llorar las propias desgracias i las ajenas: urjia precaverse, en cuanto fuera posible, contra los grandes peligros que amenazaban a la colonia i comenzar para ello por nombrar al que reemplazase al desgraciado García Оñez de Loyola en el gobierno de Chile, mientras proveia el virei del Perú.

Es verdad que la designacion de la persona no era difícil ni' fué dudosa: el teniente de gobernador i justicia mayor de Chile, Pedro de Vizcarra, 1esidia en la capital i su nombre salió en el acto de los labios de todos.

¿Elijió el cabildo a Vizcarra o asumió éste el mando por tener, como él dice, su nombramiento del rei i por no haber en la colonia autoridad superior a la suya?

Pedro de Vizcarra se hizo cargo del gobierno de Chile, apénas llegó a Santiago la noticia de la muerte de Loyola: he ahí el hecho. En lo demas, cada cual se atribuia a sí propio el orijen

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