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INTRODUCCION.

La historia del mundo no rejistra caso semejante al que viene en Chile ofreciendo la interminable guerra de Arauco. Unas cuantas tríbus de indios mal armados, casi desnudos, sin gobierno organizado, divididos entre sí, faltos de cuantos recursos suministra la civilizacion, han conseguido resistir al empuje de hombres acostumbrados a dominarlo todo i saben mantener su independencia, defendida en constante i cruda guerra de tres siglos i medio,

Considerando las empresas que llevaron a cabo los conquistadores de América, el alma, llena de admiracion, casi de espanto, se imajina que esos hombres de acero no obedecian a las leyes de nuestra débil naturaleza. Nada era capaz de atemorizarlos, acostumbrados a vencerlo todo en el continente descubierto por Colon: a sus innu-merables pobladores, que, mas o ménos belicosos. i valientes, hubieron de resignarse humildes a la dominacion, i a la naturaleza con sus rios inva

deables, sus altísimas cordilleras i sus inmensos desiertos.

Mas los que en ninguna parte habian cncontrado obstáculo insuperable, se vieron detenidos ante la barrera que a su marcha triunfal opuso un puñado de indíjenas chilenos.

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De ordinario, es verdad, no podian los indios de Chile medirse en batalla campal con los ñoles i cedian ante la superioridad que dan la disciplina i las armas; pero se desquitaban con sorpresas de todos los instantes, con audaces ataques, con incansable guerra de montoneros. I de esto modo agotaban las fuerzas de su poderoso enemigo i le diezmaban una vez i otra sus ejércitos.

En mas de una ocasión, sin embargo, pudieron creer los españoles que habian conseguido el dominio definitivo i tan deseado de Arauco; i en ninguna fué mas verosímil tal creencia que en los años que precedieron inmediatamente a la época que vamos a estudiar.

Gobernaba a Chile, en fines del siglo XVI, un hombre distinguido como administrador i como guerrero, don Martin García Оñez de Loyola, i se creia libre de cualquier intento de sublevacion, ya por haber aumentado considerablemente las poblaciones i los fuertes, ya porque la colonia habia gozado muchos años de paz casi absoluta, solo interrumpida por lijeros ataques, mas bien conatos de salteos que jérmenes de insurreccion. Las ciu

dades de Santa Cruz, Angol, La Imperial i Osorno en el valle del centro, Villarica al pié de los Andes, i Arauco i Valdivia en la costa, constituian la base de la ocupacion; i numerosos fuertes las ponian en comunicacion i hacian mas i mas difícil cualquiera revuelta. Asi, a lo ménos, debia juzgarse.

Desgraciadamente, el edificio de la conquista i colonizacion, que en tan sólidas bases parecia descansar, se levantaba en realidad sobre la arena. Sea que los últimos años de casi completa paz hubiesen sido para los araucanos, como lo aseguraron despues los españoles, años de paciente i fructuosa preparacion a la guerra, i la muerte de Loyola i de sus compañeros solo el primer paso, la manifestacion de la revuelta; sea que, al contrario, esa sorpresa de Curalaba diese a todo el pais la voz de la rebelion para aprovechar la inesperada e inmensa ventaja de la muerte del gobernador de Chile; es lo cierto que, desde la ribera norte del Biobio hasta los últimos confines de tierra firme, se levantaron los indios como un solo hombre i pusieron desde el primer momento en estremos apuros a todas las ciudades australes. Mas aun, los alrededores de Chillan siguieron el ejemplo de los araucanos i ya no hubo seguridad alguna desde el sur del Maule.

Chile no ha visto jamas sublevacion semejante; nunca los indios estuvieron mas a punto de con

cluir con la dominacion i de reducir a cenizas cuanto se habia trabajado por colonizar i civilizar en el reino.

Esos años, cuya historia comenzamos, pueden llamarse años de llanto i de luto para Chile. Una en pos de otra vió sus ciudades australes abandonadas por los españoles, incapaces de defenderlas, o destruidas por los victoriosos araucanos: a Santa Cruz recien fundada, a Arauco i a Angol, a La Imperial i Valdivia, rivales en importancia, a Villarica, la pintoresca i a la floreciente Osorno; en poder de los rebeldes i reducidas a la mas espantosa esclavitud a centenares de esposas e hijas de los amos de ayer; diezmados, i mas que diezmados, concluidos a manos de los araucanos, a los soldados que ántes miraban con tanto desprecio a los indios; en fin, dominada esclusivamente por éstos una de las mas ricas i estensas porciones de Chile.

En los ciento i cien combates que rápidamente tuvieron lugar durante aquellos aciagos dias, en las porfiadas resistencias de los sitiados españoles i en los audaces ataques de los araucanos a las ciudades, las cuales al fin consiguieron destruir, encontramos innumerables muestras de un heroismo quizas nunca superado.

A quien cuenta hoi por decenas de millares los ejércitos que sabe Chile armar i por cientos de miies los soldados que figuran en las grandes

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