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DE

ANDRES BELLO

PRECEDIDAS DE

UN ESTUDIO BIOGRÁFICO Y CRÍTICO

escrito por

DON MIGUEL ANTONIO CARO

Correspondiente de la Real Academia Española y
Director de la Colombiana

BARCELONA

Casa Editorial Maucci

Mallorca, 166

1909

BUENOS AIRES
Maucci Hermanos

Cuyo, 1070

COPY ADDED ORIGINAL TO BE

RETAINED 7/15/88

PGP8549 B2 A17

1909 MAW

789 B446

p

1909

Compuesto en máquina «Typograph>>

PREFACIO

MAGISTERIO DE BELLO

Si alguno se propusiese escribir vidas paralelas de europeos y americanos, podría bien comparar á D. ANDRÉS BELLO Con D. Alberto Lista.

Por la religiosidad unida al saber que en ambos resplandecía; por la moderación, hija de la benevolencia, virtud de sabios y arma poderosa á la larga, si bien ocasionada, por desgracia, á vacilaciones y acomodamientos en el teatro de la política; por la variedad y flexibilidad prodigiosa de facultades mentales de que estuvieron dotados el uno y el otro, matemáticos lo mismo que poetas, y tan entendidos en ciencias como en letras humanas; por todos los rasgos, en fin, tanto morales como intelectuales, que caracterizan á un hombre eminente, nos ha parecido siempre que Lista y BELLO fueron muy semejantes entra sí, y, como si dijésemos, almas gemelas.

Pero lo que más determina esta semejanza y paridad, es la influencia decisiva que ejercieron por el magisterio, el uno en España, y en América el otro. «Como matemático, como literato, como publicista-decía de Lista, al anunciar su muerte en 1848, uno de sus más afamados discípulos, tiene rivales que le disputen la palma; .como hombre de prestigio y de influjo, como autoridad, no los tiene. En este concepto le está reservado un puesto muy alto en la historia de nuestros días. Ella dirá la parte que corresponde á Lista en el mérito de nuestros estadistas y

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de nuestros escritores de este siglo, todos ó casi todos formados por él, y amoldados á sus máximas, á sus opiniones y á su gusto.» (1)

La propia justa observación ha de aplicarse á BELLO. Porque después de haber residido largos años en Londres, consagrado mayormente al estudio y la enseñanza, al pasar á Chile no hizo otra cosa que ensanchar la esfera de sus lecciones: y primero como director de una casa de educación, y después como Rector de la Universidad de Santiago, cargo que desempeñó por elección y reelecciones sucesivas desde que se fundó aquel establecimiento en 1843 hasta el fin de sus días, dirigió los estudios de la juventud chilena, basándolos en los sensatos principios tradicionales que en materia de instrucción pública rigen en Inglaterra, no distintos ciertamente de los que profesaba Lista.

Oficial mayor de la Secretaría de Relaciones exteriores, desde que llegó á Chile en 1829 hasta que se retiró de este empleo con jubilación en 1852, BELLO, por sus altas dotes, y como depositario de los antecedentes en cada cuestión que se presentaba, fué mentor de los Ministros del ramo en tan largo período, y quien, en realidad de verdad, dirigió allí los negocios internacionales. «La opinión pública reconoce unánime los méritos contraídos por BELLO en este departamento de gobierno, y todos le rinden la justicia que por ello le corresponde.» (1)

Enseñaba BELLO humanidades, derecho romano, ciencias políticas, y al mismo tiempo que dictaba sus lecciones, las ordenaba, redactando textos profundos, metódicos y luminosos. Fué, por lo tanto, escuela literaria al par que política, la que fundó BELLO en Chile y su benéfica influencia, dónde más, dónde menos, se extendió en América fuera de los términos de aquella república.

El método de enseñanza, al decir conteste de sus discípulos respectivos, fué en Lista y en BELLO uno mismo, amplio y expansivo en ambos, ameno y pintoresco. «Era, en verdad-dice Ochoa,-una escena hermosa, y en la que había algo de la sencillez patriarcal de otros tiempos, la que presentaba el sabio anciano, seguido de la inteli

(1) OCHOA (D. Eugenio): D. Alberto Lista

(2) AMUNÁTEGUI (M L. y G. V.): Biografías de americanos.-BELLO: Santiago, 1854, pág. 101.

gente y fiel falange de sus discípulos más queridos. Unas veces, en las claras noches de invierno, nos llevaba á las alturas que rodean á Madrid, y nos iba explicando, sorprendiéndolas, por decirlo así, en la bóveda estrellada, las leyes del mecanismo celeste y las maravillas de la creación; otras veces, engolfándose en cuestiones literarias, su tema favorito, desplegaba en ellas toda la frescura de una imaginación de veinte años, y á la par que nos instruía en los preceptos del arte, nos embelesaba con su elocuencia de oro. Como un rasgo característico de aquellas doctas conferencias, añadiremos que le gustaba alternarlas con amenos episodios.>>

Tal fué Lista, y no difería del suyo el estilo pedagógico de BELLO. En los cinco últimos años de su vida, octogenario ya, cuando no podía por sus pies salir á la calle á oir la Misa, á que, envuelto en su capa y apoyado en dos de sus hijos, se le veía asistir devotamente todos los días, no por eso renunciaba á sus hábitos de enseñanza, y en la sala de su casa particular reunía, como Rector, el Consejo universitario, y allí mismo daba lecciones de humanidades y derecho; pero desembarazado de todo encadenamiento riguroso en las explicaciones, de tal suerte que si leyendo Código civil se ofrecía, á propósito de rentas vitalicias ú otro punto análogo, alguna cuestión de cálculo, el autor del «Tratado de Cosmografía» hacía que uno de los alumnos saliese á resolver en la pizarra el problema del caso; y de ahí, despertándose unas á otras y fecundándose las ideas, pasaba á ilustrar, por las costumbres ó la historia, el espíritu de las leyes, ó bien analizaba su letra, con minuciosa exactitud, á la luz de la gramática ó la hermenéutica. Para aquellos dos insignes varones era la enseñanza á modo de amena conversación, que se complacían en entretener y prolongar con la juventud estudiosa.

En Chile <<los que no fueron discípulos de BELLO, han sido discípulos de sus discípulos, ó aprendieron en sus textos los rudimentos de la ciencia. Los alumnos de este patriarca del estudio han llegado así á formar una especie de tribu, compuesta de algunos hijos, muchos nietos y numerosísimos biznietos.» (1)

(1) AMUNATEQUI: obra citada, pág. 103.

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