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DESDE LA

PROCLAMACION DE LA INDEPENDENCIA

LIBRO I.

PROTECTORADO DE SAN MARTIN 1821-1822.

CAPITULO I.

ADMINISTRACION DE SAN MARTIN 1821-1822.

Al proclamarse en Lima la independencia se creia generalmente, que la emancipacion completa del Perú se conseguiría en poco tiempo sin ingentes sacrificios. La decision de la Capital inspiraba fundadas esperanzas del próximo triunfo; las provincias del norte eran ya independientes; Arequipa, Puno y Cuzco podian serlo pronto, con solo dar armas á los muchos é influyentes peruanos, que, alentados por la expedicion de Miller, se habian declarado patriotas entusiastas; Arenales, que por segunda vez operaba en las provincias del centro, contaba en sus filas mas de cuatro mil hombres, encontraba fuerte apoyo en los pueblos, y si como habia demandado con vivas instancias, era secundado por las guerrillas y por alguna tropa de San Martin, podia obtener una victoria decisiva sobre las huestes del Virey. Hallan

dose estas divididas, des alentadas, faltas de vigor y con pocos recursos, parecia, que dificilmente habrian prolongado la resistencia á ser perseguidas con actividad inteligente. Dominando esas ideas, se vió con desagradable sorpresa, que se dejara á los realistas tiempo y medios de rehacerse, abandonandoles la posesion de la sierra, territorio vasto y abundante en hombres y recursos, que podia compensarles la pérdida de la Capital.

En realidad era mui aventurada la opinion de los que suponian llegado el momento de aniquilar el poder colonial con un solo choque. Todavia ocupaban las fuertes y aguerridas divisiones de La Serna la region mas extensa del territorio, eran comandadas por jefes hábiles, podian eludir los combates ó aceptarlos en posiciones ventajosas, y contaban con los poderosos elementos de la servidumbre secular. Por otra parte las fuerzas disciplinadas, que en batalla campal pudiera oponerles el caudillo libertador, no alcanzaban á la mitad del número, que el público les atribuia, tenian muchas bajas en el hospital y no pocos reclutas. Los hombres entendidos de buena fé no podrian hacer cargo alguno por la poca actividad de las operaciones en aquellos difici les principios del gobierno independiente, si este no hubiera dado á entender, que subordinaba la terminacion de la guerra á proyectos tan desacordados, como impopulares. Monteagudo, que era el oráculo de San Martin, se habia atrevido á decir en el "Pacificador":

"El vencimiento de los españoles ha entrado ya "en la clase de los esfuerzos subalternos, que exige "la independencia de América. Dirijiendo con méto"do las operaciones militares y buscando á los ene"migos, cuando convenga, con el denuedo con que los "han buscado siempre los independientes, la guerra "será mas bien en adelante un preservativo contra el

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influjo inevitable de las antipatias locales, que un "escollo capaz de hacer naufragar la causa de Amé "rica. La obra verdaderamente dificil, que es necesa "rio emprender con valor, firmeza y circunspeccion, es la de corregir ideas inexactas, impresas en la ac"tual generacion. Empezando por la libertad, debe "concederse con sobriedad para que no sean inútiles "los esfuerzos, que se han hecho para alcanzarla: todo pueblo civilizado está en aptitud de ser libre, mas "el grado de libertad, que goce, debe ser proporciona "do á su civilizacion".

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Aquel hábil hombre de estado principió su carrera pública, siendo un furioso demagogo, y por la exaltacion de sus doctrinas fué expulsado de Buenos Aires; mas en un viaje al Brasil y á Inglaterra se convirtió á la monarquia, y con todo el fervor de los recienconvertidos puso al servicio de su nueva bandera un caracter enérgico, vastas luces y una pluma eloci ente. San Martin hubo de ceder ciegamente á sus funestos consejos, estando prevenido por su par te contra el gobierno popular por causas mui poderosas: se habia educado en el seminario de nobles; habia militado contra los revolucionarios france: es; habia estado cerca de ser víctima de la asonada, que en Cadiz inmoló á su Jefe el Jeneral Solano, y al llegar á América halló envueltos en la mas espantosa anarquia á los republicanos de su patria. No es por lo tanto sorprendente, que hubiera desconocido la union íntima, pero secreta, que existia entre la causa de la independencia y la de la república. Las ideas liberales, que habian hecho nacer el pensamiento de la emancipacion, conducian irresistiblemente á las instituciones democráticas. La sorprendente prosperidad de los Estados Unidos, la falta de clases monárquicas influyentes en los paises hispano americanos y el espiritu aqui dominante confundian la caida

del coloniage con la abolicion de la monarquia: la causa del Rey era diametralmente opuesta á la causa de la patria; el pueblo propendia instintivamente á la república, y los patriotas mas ilustrados eran en general republicanos entusiastas.

Desconociendo las exigencias de la opinion, que era su principal elemento de triunfo, no dió San Martin un paso en el Perú, que no creyera en armonia con las proyectadas instituciones monarquicas. Al desembarcar en Pisco se apresuró á ganarse en una proclama el apoyo de la nobleza, la que, por lo comun falta de luces y de energía, podia influir muy poco en los destinos del estado naciente. Acampado en Huaura y creyendo llegada la oportunidad de echar las primeras bases de una constitucion política, se guardó mucho de invocar principios democraticos, y dió un reglamento provisional, favorable á sus ulteriores miras, sin fundarlo en otras razones, que la necesidad, el imperio de las circunstancias y la urgencia de las reformas. En el Pacificador redactado por Monteagudo se defendió abiertamente la causa de la monarquia; y en las negocia ciones con el Virey se trató de que el Perú fuera regido por un Principe enviado de España. Al ocupar á Lima, todo se olvidó, los tratados de intervencion, las primeras proclamas, las prevenciones del gobierno chileno, las consideraciones debidas al pueblo peruano, las necesidades de la guerra y hasta el nombre de libertadores, pensando ante todo en no crear obstácu los á los proyectos monárquicos. No tanto por miras de engrandecimiento personal, cuanto por establecer con mayor desembarazo las instituciones favoritas, asumió San Martin con estraña franqueza una dictadura, que el sufragio popular le habría conferido; y dijo en su memorable decreto de 3 de Agosto de

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