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so del Dean, se procedió al juramento con la conveniente solemnidad. El ministro de estado dijo á los diputados: ¿jurais conservar la santa religion católi ca apostólica romana, como propia del estado, mantener en su integridad el Perú, no omitir medio para libertarlo de sus opresores; desempeñar fiel y legalmente los poderes, que os han confiado los pueblos, y llenar los altos fines para que habeis sido convocados? Ellos respondieron, si juramos, y pasaron de dos en dos á tocar el libro de los santos evangelios.

El Protector terminó el acto, diciendo: si cumpliereis lo que habers jurado, Dios os premie, y sino él y la patria os lo demanden. Prestado el juramento y cantado el Te Deum, marchó entre las salvas de artilleria á instalar el congreso en el salon de la universidad. Despojándose la banda bicolor, de pie y en medio de un silencio profundo exclamó. "Al deponer la insignia, que caracteriza al gefe supremo del estado, no hago sino cumplir con mis deberes y con los votos de mi corazon. Si algo tienen que agrade cerme los peruanos, es el ejercicio del supremo poder, que el imperio de las circunstancias me hizo obtener. Hoy que felizmente lo dimito, yo pido al Ser Supremo, que conceda á este congreso el acierto, luces y ti no, que necesita para hacer la felicidad de sus representados. Peruanos, desde este momento queda instalado el congreso soberano, y el pueblo reasume el poder supremo en todas sus partes." Concluido el discurso, dejó sobre la mesa seis pliegos cerrados, y retirándose del salon, se dirigió al pueblo de la Magdalena para preparar su inmediata salida del Perú.

Apenas instalada la representacion nacional, votó como interprete de la gratitud peruana, á San Martin, una accion de gracias, el nombramiento de generalísimo, el título de fundador de la libertad, el uso de la banda bicolor, y los demas honores de gefe

supremo, la continuacion del sueldo anterior, una pension vitalicia, la ereccion de una estátua y la colocacion de su busto en la biblioteca nacional. Una comision de la asamblea fué á la Magdalena para comunicarle en términos lisonjeros las resoluciones adoptadas en obsequio suyo, y él respondió con acento de sinceridad:

"Al terminar mi vida pública, despues de haber consignado en el seno del augusto Congreso del Perú, el mando supremo del Estado, nada ha lisonjeado tanto mi corazon como el escuchar la expresion solemne de la confianza de vuestra soberanía con el nombramiento de Generalísimo de las tropas de mar y tierra de la nacion, que acabo de recibir por medio de una diputacion del cuerpo soberano. Yo he tenido ya la honra de significarla mi profunda gratitud al anunciármelo, y desde luego tuve la satisfaccion de aceptar solo el título, porque él marcaba la aprobacion de vuestra soberania á los cortos servicios, que he prestado á este pais. Pero resuelto á no traicionar mis propios sentimientos y los grandes intereses de la nacion, permítame Vuestra Soberanía le manifieste, que una penosa y dilatada experiencia me induce á presentir, que la distinguida clase, á que Vuestra Soberanía se ha dignado elevarme, léjos de ser útil á la nacion, si la ejerciese, frustaria sus justos designios, alarmando el zelo de los que anhelan por una positiva libertad, dividiria la opinion de los pueblos, y disminuiria la confianza, que solo puede inspirar Vuestra Soberanía con la absoluta independencia de sus decisiones. Mi presencia Señor, en el Perú, con las relaciones del poder, que he dejado, y con las de la fuerza, es inconsistente con la moral del cuerpo soberano y con mi opinion propia, porque ningun a prescindencia personal por mi parte, alejaria los tiros de la maledicencia y de la calumnia. He cumplido

Señor, la promesa sagrada que hice al Perú: he visto reunidos á sus representantes: la fuerza enemiga ya no amenaza la independencia de unos pueblos, que quieren ser libres, y que tienen medios para serlo: un ejército numeroso, bajo la direccion de gefes aguerridos, está dispuesto á marchar dentro de pocos dias á terminar para siempre la guerra. Nada me resta, sino tributar á Vuestra Soberanía los votos de mi mas sincero agradecimiento, y la firme protesta, de que si algun dia se viere atacada la libertad de los per uanos, disputaré la gloria de acompañarlos, para defenderla como un ciudadano.-José de San Martin."

En la misma noche del 22 se embarcó de incognito aquel hombre singular, mas grande por su moderacion, que pudiera haberlo sido por la heroica defensa de su poder, y como última expresion de sus sentimientos dejó una carta para el general en gefe y una proclama á la nacion. En la carta decia: Mi querido Rudesindo, voy á embarcarme, U. queda para concluir la gran obra. ¡Cuánto suavizará U. el resto de mis dias, y el de las generaciones, si U. la finaliza, (como espero) con felicidad. Tenga U. la bondad de decir á nuestros compañeros de armas, cual es mi reconocimiento á lo que les debo; por ellos tengo una existencia con honor, en fin á ellos debo mi buen nombre. A Dios, mi querido amigo, si su situacion le permite escribirme, hágalo!-Su José de San Martin.

La proclama concebida en mas sublime tono dice: "Presencíé la declaracion de la independencia de los estados de Chile y el Perú: existe en mi poder el estandarte, que trajo Pizarro para esclavizar al imperio de los Incas, y he dejado de ser hombre público: he aqui recompesados con usura diez años de revolucion y guerra. Mis promesas para con los pueblos, en que hecho la guerra, están cumplidas; hacer su indepen

dencia y dejar á su voluntad la eleccion de sus gobiernos. La presencia de un militar afortunado, por mas desprendimiento, que tenga, es temible á los Estados, que de nuevo se constituyen: por otra parte, ya estoy aburrido de oir decir, que quiero hacerme soberano. Sin embargo, siempre estaré pronto á hacer el último sacrificio por la libertad del pais, pero en clase de simple particular y no mas. En cuanto á mi conducta pública, mis compatriotas (como en lo general de las cosas) dividirán sus opiniones, los hijos de estos darán el verdadero fallo.

"¡¡Peruanos: os dejo establecida la Representacion nacional; si depositais en ella una entera confianza, cantad el triunfo, sinó, la anarquia os va á devorar. Que el acierto presida á vuestros destinos, y que estos os colmen de felicidad y paz."-José de San Martin.

Al retirarse del Perú dejaba San Martin orga nizada la administracion pública, decretadas las reformas de mayor trascendencia social, creada la marina nacional, que ya contaba con 8 buques de guerra, 126 cañones y 643 hombres de tripulacion, el ejército en el pié de mas de 10,000 plazas en buen estado de disciplina y equipo, las milicias pasando de 21,000 hombres, los primeros auxilios de Colombia ya en Lima desde el 6 de setiembre, la independencia solidamente fundada y la libertad basada en la representacion nacional. Si no fué un Federico II, un Washington, ni un Bolívar; le dan un lugar eminente entre los héroes los inapreciables beneficios de la independencia, que consolidó en Buenos Ayres, hizo triunfar en Chile y fundó en el Perú; la grandeza creciente de tres repúblicas rodeará sú nombre de una gloria inmortal; su esplendente fama se acrecentará con el recuerdo de su moderacion y de su recto juicio, prendas harto raras en los hombres

de sus altas aspiraciones, y que por cierto valen para la ventura de las naciones mas que las hazañas de mayor nombradia. El tiempo, que borra las impresiones de los partidos, que calma todas las impaciencias y que explica los inevitables desaciertos, hará que no se culpe al padre de la patria por predilecciones monárquicas muy naturales en su situacion personal, por no haber derrocado completamente en dos años la dominacion colonial, que contaba cerca de tres siglos, y por que no todas sus providencias fueron dignas de su constante y abnegado celo por la regeneracion del Perú. El pueblo con el feliz instinto, que se anticipa á la prevision de los sábios, á poco de haber Hegado la expedicion libertadora, unió en admirable consorcio los nombres de Santa Rosa y de San Martin; si la patrona de Lima es el objeto del culto religioso, el héroe de Buenos Ayres será para los peruanos agradecidos objeto de la mas profunda consideracion política, y del mayor entusiasmo.

Desde que se retiró San Martin del Perú, no volvió á figurar en la vida pública: de Santiago de Chile, en que desde luego buscó un tranquilo retiro, fué ahuyentado por el odio bárbaro de algunos chilenos y por las rencorosas acusaciones de Cochrane; la persecucion de los enemigos políticos lo ahuyentó igualmente de Mendoza, que fué su segundo asilo; en febrero de 1823, resuelto su viage á Europa, escribía al desterrado Ohiggins: "vamos, amigo, donde nos acordemos, que existen todavia hombres."Aunque fué bien recibido en Inglaterra, que celebraba con entusiasmo á los hombres de la independencia; la falta de recursos le obligó á establecerse en Bruselas para atender de cerca á la educacion de su única hija en una modesta pension. El Protector del Perú vivia en un cuarto alquilado y comia en mesa de huespedes; en 1828 se embarcó para Buenos Aires por asuntos de familia

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