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enemigo sin advertirlo marchà á su total destruccion." En efecto Alvarado, despues de un lijero tiroteo en Moquegua, se dejó atraer á las desventajosas posiciones de Torata, donde los realistas se podian defender de altura en altura, hasta haberse reforzado y colocado sus fuerzas en disposicion de combatir con éxito favorable. El 19 se rompieron los fuegos desde las 9 de la mañana; Valdes se iba retirando y subiendo lentamente sin considerable pérdida; solo despues del medio dia precipitó su retirada, creyendo, que los entusiasmados patriotas le habian tomado la retaguardia, y se apresuró á ocupar las alturas, que eran la clave de su posicion. Una vez dueño de ellas, no tardó en saber, que no tenia enemigos á la espalda, y que antes de la noche seria reforzado por Canterac. Alvarado le atacó con gran valor, pero con poco arte; su izquierda, que estaba separada del resto de la division por una quebrada intransitable, acometió con desordenado impetu al coronel Ameller, y este, que mandaba las mejores fuerzas españolas, le ahuyentó con una viva carga á la bayoneta; los realistas dirigieron prontamente un ataque general sobre el resto de la linea; y hallaron una heroica resistencia en la derecha, donde combatia la legion peruana á las órdenes de su bravo comandante Don Pedro La Rosa; pero, no siendo sostenida por los demas cuerpos, hubo tambien de ceder la legion ante una formidable carga dirigida por el coronel Espartero, el futuro Pacificador y Regente de España. Alvarado dejó el campo, á las seis de la tarde, con pérdida de 700 hombres, entre muertos y heridos; los realistas habian perdido 250, quedando Valdes y Espartero, gravemente heridos; prueba clara de lo disputado, que fue el triunfo, aun cuando se creia haber llegado el refuerzo de Canterac, quien se adelantó solo con sus ayudantes.

El impensado reves no hizo mas activo, ni previsar á Alvarado, y habiendo permanecido dos días en Moquegua, dió tiempo á los realistas para que le atacaran con todas sus fuerzas en la mañana del 21 de enero. Todavia no les era inferior ni en el número, ni en la bravura de la tropa; pero escaseaba de municiones, sus gefes estaban desunidos, quebrantada la moral del soldado, y el mismo era incapaz de esos rasgos de genio, que comunican á los derrotados el entusiasmo precursor de la victoria. Habiendo tomado posicion en los altos de la villa, apoyó su izquierda en las casas inmediatas y protejió su frente en parte con la ancha quebrada, que baja de la sierra, siendo á trechos profunda y escabrosa, y en parte con tres piezas de artilleria, bien dispuestas para cubrir el fronterizo camino de herradura. Sin embargo descuidó la larga, y árida cuchilla, que se eleva por su derecha y podia estimarse la llave de su posición. El entendido Canterac, y Valdes, que era práctico en los lugares, explotaron tan gravísimo descuido: Valdes cruzó la quebrada, como medio cuarto de legua mas abajo, tomó la altura, y arrollando las guerrillas, que intentaban detenerle en su rápida marcha, atacó decididamente el flanco derecho de los patriotas. Al mismo tiempo los cargaba Canterac con las demas fuerzas por el frente, y á ese doble, impetuoso y bien ordenado ataque no pudieron resistir los mal dirigidos defensores

la independencia. Lucharon heroicamente, pero hubieron de dejar el campo cubierto de cadaveres, y en poder del enemigo casi todos los pertrechos y unos mil prisioneros. La legion peruana quedó en el puesto del honor. Los granaderos de á caballo, que se retiraban en buen órden, volvieron caras contra los perseguidores; mas no obstante su bizarria hubieron de rendirse los mas, despues de verse rechazados y acuchillados.

Alvarado habia logrado reunir unos ochocientos dispersos en el puerto de Ilo, y con ellos fué por mar á Iquique á recoger un cuadro, que alli habia dejado. Encontrando embarcado ese destacamento, por que el dia anterior (13 de febrero] habia llegado el cuerpo de Olañeta, y creyendo, que este solo habria dejado una pequeña fuerza, envió á tierra unos ochenta hombres para atacarla. Al entrar en el pueblo, fueron acometidos por las fuerzas décuplas de Olañeta, que se habia emboscado en el cementerio, y los que no cayeron muertos en tierra, corrieron al mar para salvarse en los buques, que habian retirado sus lanchas por temor de los fuegos. Con ellos se sepultaron en las olas los héroicos jóvenes La Rosa y Taramona, amigos inseparables en el salon, y en el teatro, en los toros y en el campo de batalla, donde siempre se hicieron señalar por su bravura. La república ha acordado á su constancia honores, que en todo tiempo alentaran al heroismo patriotico.

Un trasporte, que conducia trescientos hombres de á caballo á las órdenes del valiente Lavalle, naufragó en la costa desierta, doce leguas al sur de Pisco y catorce al oeste de Ica. Los naufragos vagaron treinta y seis horas por el desolado arenal, sufriendo las indescriptibles torturas del calor, la sed y la fatiga. Ya habian muerto algunos, y agonizantes los demas, divisaron algunas palmeras y corrieron hacia ellas esperando encontrar agua; la hallaron en poca cantidad y turbia, y tomado un insuficiente refrige rio se echaron sobre la arena sin esperanza y casi sin sentido. Los horribles padecimientos habian cerrado el corazon á los afectos generosos, y el mismo Lavalle era desatendido por su asistente, que en Riobamba y Pichincha le habia mostrado una adhesion héroica. Un rayo de esperanza lució antes los ojos moribundos de los naufragos, viendo llegar los caballos, que

en su socorro habian salido de Pisco; aun entonces sufrieron angustias cruelísimas, temiendo no ser vistos por sus favorecedores, que no tardaron en acercarsé arrebatando á la muerte con la provision de agua, ví veres y caballeria á cuantos habian podido resistir los horrores del desierto. Sin embargo unos cien cadáveres quedaron esparcidos é insepultos entre las are

nas.

Solo Miller, que á buen tiempo se habia separado de Alvarado para operar libremente por la provincia de Camaná con una pequeña columna de la legion peruana, logró salir airoso, trayendo inquietas y recelosas las autoridades y las fuerzas superiores de los realistas con sus atrevidos habiles y activos movimientos, que le hacian aparecer mucho mas fuerte. Pero sus proezas eran esteriles, y hubo de embarcarse en Chala, una vez sabido el desastre de Alvarado.

La pérdida de la brillante division acabó con el poco crédito, que todavia podia conservar el gobierno; la opinion le hacia responsable de todos los desastres, y la fiebre revolucionaria se hizo contagiosa; el pueblo harto impresionable y demasiado impresionado creia, que la independencia estaba perdida, si no se derribaba una junta en su concepto apatica, ignorante y debil. En vano se tomaron activas providencias para calmar los ánimos; el congreso dió la autorización necesaria para hacerse de hombres y de recursos; la Junta Gubernativa adoptó contra las residentes españoles severas precauciones; ordenó un alistamiento general desde la edad de quince años; persiguió á los desertores; dispuso, que se alistase por sorteo la tercia parte de los esclavos; sacó plata de las iglesias; instó á las provincias por viveres y fondos; recogió armas, cabailos y otros útiles de guerra; y dirigió á los pueblos una proclama patriotica. Esas medidas ó no producian efecto ó acrecentaban la impopularidad del gobierno,

siendo maliciosamente comentadas por hábiles conspiradores, quienes hallaban fuerte eco entre los diputados. "Cinco bandos irritantes en un dia, se exclamaba por los revoltosos, ochenta reclutas y algunos caballos son el solo remedio, que encuentra la junta para los males de la patria."

ΕΙ ya excesivo desacato del ejercito llegó al últi mo grado. Solicitado Arenales para encabezar la revolucion, hizo presentes al gobierno los riesgos de la situacion y se retiró del Perú. Antes que aceptar un peso superior á mis luces, y unos medios tan humillantes de obtenerlo, dijó con honrosa prevision, hubiera preferido la muerte. Nunca pudo tentar la ambicion mi lealtad por el vano poder de un momento, manchando asi sobre las aras de la patria catorce años de servicios; pues no basta, que ella sea independiente, si no es libre tambien; lo que jamas se conseguirá, mientras predomine la arbitrariedad militar.”

Menos escrupulosos, ó cediendo mas á las sugestiones del miedo y de la ambicion, resolvieron los conspiradores dar un golpe decisivo. El 26 de febrero los gefes del ejercito con su nuevo caudillo el General Santa Cruz elevaron una peticion al Congreso, pidiendo la inmediata division de poderes y el nombramiento de Presidente de la república en favor del Coronel Riva Agüero en los siguientes términos:

Señor:

Los Jefes del Ejército-Unido, y á su nombre los que suscriben, dejarian de ser fieles á la patria, y póco adictos á la soberanía de ella, representada dignamente en el Soberano Congreso constituyente, sino patentizasen por medio de esta representacion el espíritu patriotico, que los anima asi en defensa de la li bertad é independencia, como en apoyo de la Repre

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